
Sin embargo, los usuarios no están del todo contentos, ya que en una amplia proporción, no deja de ser una triquiñuela más para sacar pasta (los dos euros suplementarios de la versión normal a la 3D, el equipo doméstico y el alquiler o venta del DVD) ¿Que dónde está el truco? Que después de toda la parafernalia y aparataje tridimensional, la experiencia visual queda en dos explosiones o escenas claves y el resto de la película queda igual que las de antes.
¿Qué ocurre con este tipo de tretas? Que el consumidor, que no es tonto, acaba por darse cuenta y prescinde de este servicio o se lo piensa dos veces antes de utilizarlo, y ya tenemos a la industria con la matraca de que Internet está matando la cultura. alfonsovazquez.comciberantropólogo