Revista Cultura y Ocio

Es simple: ya nada importa

Publicado el 30 octubre 2011 por Lorena
   Acá estoy de vuelta, con otro cuento. No voy a hacer introducciones complicadas, la idea es bastante simple.    Es simple: ya nada importa Es simple: ya nada importa
   La verdad era simple. Tan simple que lo dejaba perplejo. Las pruebas eran irrefutables; el testigo, intachable. Él la había matado. Así de simple eran las cosas.
   Después de años de amor, paciencia, cariño, tolerancia, afecto, ¿qué quedó? Una camisa hecha jirones, un pantalón bañado en sangre, un cuchillo que nunca más se utilizaría para cocinar y… ah, sí, un cadáver. Una copia fría y desabrida de la que había sido su compañera durante veinte años.    «No está bien que pienses así» —se dijo Rodolfo—. «¿Cuándo te volviste tan frío?»    Sí, esa era la verdadera pregunta. ¿Cuándo se había vuelto tan indiferente? ¿Cuándo todo había dejado de importarle?    El teléfono sonó, acusador, insistente. Él contestó por costumbre.    —¿Juana?    —Juana no puede contestar ahora.    —¿Rodolfo? Habla Mariana.    —Hola, Mariana.    —¿Estás bien?    —No lo sé —el tubo se le resbalaba y se limpió la mano en la camisa—, me siento raro.
   —Tal vez deberías acostarte. ¡Estos cambios de clima! Uno nunca sabe cómo va a estar el día, no sabe qué va a pasar.
    —Es cierto —murmuró Rodolfo—, uno no lo sabe.
   —¿Está Juana?
   —No, ya no está.
   —Uf —resopló Mariana—, tenía esperanzas de encontrarla antes de que fuera al gimnasio. Ya que estás en casa, ¿le puedes avisar que no venga? Es que me había olvidado que tenía turno con el médico.
   —Está bien, no te preocupes, no va a ir.
   —¡Eres un amor! Ojalá mi marido fuera así, a él le molesta todo. Juana tiene suerte al tenerte, eres un hombre muy paciente.
   —Sí, supongo que sí.
   —Bueno, tengo que dejarte. Hazme caso y descansa un poco. Besos.
   —Adiós.
   Rodolfo colgó perezosamente.
   —Sí —musitó—, voy a acostarme.
   Esquivó el charco del comedor.
   «Me ocuparé de eso después, tal vez… no importa, no en realidad.»
   Se echó en la cama con la ropa puesta. Las sábanas se mancharon, pero ya no habría nadie que se lo recriminara. En verdad, no importaba.
   «¿Por qué habrá sido que a Juana le parecía tan importante?» —se preguntó mirando el techo.
   Cerró los ojos. No recordaba lo que había pasado, no había sentido nada en especial.
   «¿Entonces por qué…? —suspiró—. «No importa, ya nada importa.»
   Se acomodó ente las mantas y se sumió en un sueño profundo.
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