Es evidente que para que el consumo de los hogares, la producción, las ventas y la inversión de las empresas o las exportaciones se recuperen del todo es imprescindible que la pandemia no siga extendiéndose y que eso puede ocurrir cuando aparezca un vacuna. Pero me temo que esto último no será suficiente para recuperar la actividad económica si, al mismo tiempo, no se dan otras circunstancias.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el efecto de la vacuna no sería en ningún caso inmediato, ni puntual, es decir a partir de un único momento, ni generalizado para todas las economías. Por tanto, su posible efecto benefactor será siempre diluido en el tiempo y en el espacio, de modo que la actividad económica, en todo caso, se iría recuperando poco a poco y no con la misma intensidad en todos los sectores o actividades económicas.
En segundo lugar, parece claro también que, para que la actividad económica se recupere, no sólo basta con que pueda recuperarse materialmente. Es imprescindible también que haya confianza, que desparezca la incertidumbre y el miedo, que se recuperen preferencias, hábitos de consumo o tipos de relaciones sociales (¿volveremos a ver el turismo o la restauración tal y como los hemos vivido hasta ahora?) que no sabemos si a estas alturas están sólo latentes o si ya han desaparecido para siempre. Y eso no lo resuelve la simple disposición de una vacuna.
En tercer lugar, el efecto positivo de la vacuna tendrá que venir acompañado, como acabo de decir, de la posibilidad material de poder recuperar la actividad. Y en este aspecto hay que considerar que, cuando su efecto esté ya suficientemente extendido, lo más probable es que se haya producido una importante destrucción de capital, de tejido productivo y de organización empresarial, que no permita que se pueda poner de nuevo todo en marcha rápida y fácilmente.
Hay que tener en cuenta que la Covid-19 se ha producido en el seno de economías que padecen fallos estructurales que no se han resuelto y de los que vengo hablando desde hace mucho tiempo: sector bancario insolvente y cada vez más alejado de las necesidades de la economía real o productiva; bolsas de valores donde se concentra un peligro cada día más real de explosión debido a que están movidas por burbujas y movimientos puramente especulativos; deuda pública y privada insostenible; desigualdad creciente que produce crisis en la economía productiva, en la industria y en el comercio mundial; crisis ambiental... Todo lo cual significa que, cuando se salga de la crisis de la Covid-19, la economía mundial no volverá al paraíso sino a un terreno minado y de una gran fragilidad.
La disposición de una vacuna, por tanto, puede ser fundamental como lo es, en cualquier caso, que se adopten con contundencia medidas de distanciamiento, profilaxis y cuidado que frenen la pandemia y eviten la aparición de olas sucesivas del mismo virus original o de nuevas mutaciones (algo, por cierto que no cabe descartar). Pero su capacidad para producir la recuperación efectiva de la economía depende de que se den. al mismo tiempo, otras circunstancias. Sobre todo, que mientras dure la pandemia no se haya producido una parálisis y destrucción económica tan profundas que den lugar a una depresión económica, un tipo de fase del ciclo económico que, cuando se produce, siempre es bastante más larga y de más complicada salida que una simple recesión.
Y esto último va a depender de varias circunstancias que, hasta el momento, no se están dando: una intervención de los Estados masiva y generalizada pero también acertada en su destino para evitar el colapso, un reforzamiento del sistema financiero para conseguir que el crédito necesario no se convierta en una losa atada a la espalda que hunda más a las empresas y familias sino en un impulso productivo, políticas globales frente a la deuda que permitan que todos los países afronten la recuperación sin hipotecas imposibles de sostener, planes de inversión que permitan la reconversión de sectores enteros que muy posiblemente no van a poder volver a funcionar nunca más como hasta ahora, garantías para que la pobreza y la exclusión social no se multipliquen provocando una crisis social sin precedentes, o políticas de regeneración institucional y cohesión social que faciliten el buen gobierno y eviten el populismo o las derivas totalitarias... por señalar tan sólo las que me parecen más importantes.
Si no se dan este tipo de condiciones la economía no se va a recuperar lo suficiente, ni en un tiempo prudencial, ni con el carácter generalizado que es preciso que tenga la recuperación para que no implique desequilibrios internacionales que provoquen una nueva parálisis de una economía que está globalizada no sólo para lo bueno sino también para lo malo. Una vacuna, como ocurrió cuando se produjo la desescalada tras la primera ola de la pandemia, produciría sin lugar a dudar un rebote espectacular de la actividad pero, sin todas esas condiciones, ni será duradero ni suficientemente potente para conseguir que la destrucción previa se convierta, como decía el gran economista austriaco Joseph A. Schumpeter, en fuerza creadora que aliente de nuevo el progreso.
Es comprensible que las bolsas se hayan disparado cuando se anunció que Pfizer va a disponer de una vacuna que puede ser efectiva pero ese tipo de movimientos bursátiles suelen ser engañosos. Los autoinducen los algoritmos que dominan el movimiento de los capitales para generar ganancias especulativas. Quien quiera saber lo que ocurrirá de verdad en las economías no debe fijarse en la euforia o la depresión de los casinos financieros sino contemplar lo que ocurre en la economía real, en la que tiene que ver con las condiciones que permiten que las empresas produzcan más y mejor para invertir o crear más o menos empleo o que los hogares tengan ingresos suficientes para gastar y satisfacer sus necesidades. Y para eso aún no se ha descubierto la vacuna más efectiva.