Hoy, 75 años después de acallar su voz:
¡Qué vida te ha tocado vivir,
inmóvil en tu residencia de la fosa y la memoria!
Por eso hemos querido vivirte
ocupando tu quietud con nuestra impaciencia,
tu silencio con nuestro clamor
convertido en el eco de tu voz caminera.
¡Qué muerte la tuya, Federico,
transformada en perenne presencia!
Presencia de tu palabra tornada en abono de la tierra,
presencia de tu sonrisa pintada en el aire
ahuyentando a las irracionales fieras,
presencia de los besos que no pudiste dar
y ahora recogen los labios que leen tus poemas.
¡Qué aniversario nos toca hoy evocar
reclamando tu ausencia!
Porque es tanta la ausencia…