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Es tanto tiempo...

Publicado el 01 abril 2011 por Alfonso

Llevamos tantos días con revueltas y derrocamientos en el mundo árabe que sorprende que nadie busque la opinión de Usāma bin Muhammad bin 'Awad bin Lādin. De acuerdo que es difícil, pero no imposible; el silencio sólo puede deberse a dos cosas: o no vive o está detrás del espíritu de la revolución y no quiere aparecer para que Occidente no se pregunte cómo el villano de ayer ha sido, de nuevo, aprovisionado de armas y cargado de razones para seguir con su cruzada terrorista.
Tantos también con las revelaciones de Wikileaks, que hoy nos importan lo mismo que el peinado de Assange o la decisión de mañana de mi presidente circunflejo: se ha especulado hasta la saciedad sobre su renuncia a presentarse a la presidencia de España en las próximas elecciones generales, sobre si la sucesión vestirá de Carmen -¿estamos preparados para que nos mande una mujer?: no creo, aunque de partida el voto del progresismo y la igualdad sería para ella y no conviene olvidar que se trata de sumar más papeletas que el contrario- o Alfredo -vuelta a confiar en alguien que ya fue antes del mandato del cansino Aznar-, olvidándonos de los actos de prestidigitación del PSOE -aquel “OTAN de entrada NO”, por ejemplo, tan poco recordado hoy que nos movemos por el norte de África con la misma habilidad que un topo con los ojos vendados-, descuidando que puede ser que apueste por el gélido Jaúregui -el menos malo de las sucesores, por ser el menos posible, el menos mentado-, por su propia reincidencia -lo menos probable pero lo más coherente: morir con las botas puestas-, resistiéndose a pronunciar el colorín, colorado, verdes las han segado, o que opte por el silencio, el mismo que le envuelve cuando los empresarios hablan, las cajas de ahorros se resisten a ceder sus privilegios a manos interventoras,
No más que días cargando en nuestras espaldas la mochila de las armas de los vascos autoproclamados liberadores, que suman los suficientes amaneceres y noches como para que nos sintamos exhaustos y los recuerdos se nos mezclen y confundan, aunque no tanto para algunos, afortunadamente para todos.
Hemos perdido la cuenta de los días que navegamos sin atisbar la tierra prometida, así que cualquier tunecino a la deriva no nos produce el más mínimo sobresalto. Lo mismo que ver el humo de la contaminación esparciéndose sobre Fukushima y escuchar a los expertos cómo la única solución posible sería la de encerrar los restos de los reactores in situ, en unos sarcófagos de hormigón y acero de proporciones faraónicas: tantos años de investigación y tecnología para volver a una terminología propia de los papiros.
Llevamos tantos abriles sin ver a García Márquez recoger el Cervantes, que esta primavera no será distinta: el premio huele a rancio y menor sin su presencia. Idéntico olor al de las monarquías enfrentadas por un trozo de costa, geográfica porción de vida que en manos de la naturaleza vale menos que cero. Tantos abriles, aunque menos que los que sabemos que al-Gaddafi es un criminal, una pesada broma que hoy nos recuerdan desde la First Avenue neoyorquina, un asesino al que no respetan ni sus ministros, como el máximo responsable de las relaciones exteriores libias, Moussa Koussa, huyendo como el cobarde que siempre le supusimos.
Son tantas idas y vueltas y revueltas que irremediablemente volvemos al principio una y otra vez, a los mismos errores y tropiezos y preguntas: llevamos tanto sin noticias de Usāma que alguien debería salir en su busca, porque siempre es mejor vivir sabiendo donde están enterrados los enemigos que dejarlos en el olvido, que los fantasmas siempre pueden resucitar y hacerse inmortales. Pero si nadie se preocupa de la sangre derramada en la République de Côte d’Ivoire a ver quién encuentra tiempo y ganas para salir a buscar a Usāma.
ES TANTO TIEMPO...
Moussa Koussa

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