(RESUMEN DE LA ENTRADA ANTERIOR PUBLICADO EN EL CORREO DE BURGOS EL 5 DE MARZO DE 2013, SEGUIDO DE LA, EN PARTE, RESPUESTA DE UN DIRIGENTE DEL PSOE)
Para expresar alegría, tristeza, irritación, agresividad, frustración, deseo… basta con los gritos y poco más. Esa es, precisamente, la base del lenguaje del niño y del salvaje, antes de que aparezca la necesidad de articular palabras y conceptos con los que tratar de apresar intelectualmente las cosas que nos rodean. “Lo que los niños llaman cosas –decía Ortega– son en realidad las siluetas fugitivas que se van dibujando en sus pasiones”. Allí donde la palabra viene a expresar un mínimo de idea y un máximo de afectividad estamos, pues, aprovechándonos del lenguaje no para describir las realidades objetivas sino para dar rienda suelta a nuestras pasiones. Es lo que ocurre sobre todo con los improperios. “La abundancia de improperios –decía también Ortega– es el síntoma de la regresión de un vocabulario hacia su infancia”. Y añadía: “Es sabido que no existe pueblo en Europa que posea caudal tan rico de vocablos injuriosos, de juramentos e interjecciones, como el nuestro. Según parece, sólo los napolitanos pueden hacernos alguna concurrencia”.
De esta forma, apremiados, por ejemplo, por la necesidad de exponer lo que queremos decir en un máximo de 140 caracteres, como nos exige ese medio de comunicación hoy tan prevalente que es Twitter, no hay más que ver cómo los españoles entendemos que ir al grano, a la sustancia de eso que queremos decir, equivale demasiado a menudo a conjuntar improperios. Cuando Toni Cantó, diputado de UPyD, expuso hace unos días su valoración sobre los perjuicios a los que, según él, está adscrita nuestra Ley Integral sobre la Violencia de Género, muchos de aquellos que se dedican a conjuntar interjecciones e improperios en vez de atender a la realidad que –con no demasiado acierto en las estadísticas en las que se apoyó– Cantó señalaba, aprovecharon para cebarse en él de una manera inmisericorde, propuesta de empalamiento incluida, así como de ilegalización de UPyD, estas dos procedentes del ámbito de Izquierda Unida. El caso es que –sigamos con Ortega para así neutralizar los malos efluvios– “además de las interjecciones, es curioso el prurito de nuestra raza por expresarse con gestos excesivos”. En este marco hay que incluir asimismo el que PSOE, Izquierda Plural y BNG hayan pedido la reprobación del diputado Toni Cantó y PP, CiU y PNV hayan condenado sus declaraciones sobre las denuncias por violencia doméstica. De modo que entre improperios y gestos excesivos se ha conseguido una vez más usurpar el espacio que naturalmente deberían ocupar los argumentos. Si estos hubieran podido asomar, se debería haber podido atender al hecho de que somos el único país que ha pretendido defender a la mujer de la violencia de género llevándose por delante un precepto constitucional, en concreto el artículo 14, que dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. O aquel otro presupuesto básico del Estado de Derecho según el cual se presume la inocencia de las personas mientras no se demuestre lo contrario. De modo que, en España, hoy, si una mujer acusa a su marido de comportamiento violento con ella, es éste el que debe de probar su inocencia no aquella su culpabilidad, y, mientras tanto, el juez puede dictar, sin más requisitos, y hasta que se pruebe esa inocencia, medidas que lleven al acusado a ser detenido y esposado delante de sus hijos, encarcelado preventivamente, expulsado por treinta días del hogar familiar por una orden de alejamiento y obligado a perder la custodia y compañía de sus hijos menores de edad, así como a socorrerlos económicamente, además de arrastrar para siempre la sombra de la sospecha (no son éstos de los que hablo supuestos abstractos: son hechos, está ocurriendo así). ¿Pero y si la denuncia fuera falsa, como de hecho es muy posible que ocurra en los exasperados momentos de conflicto que suelen vivir muchas parejas, quizá próximas al divorcio? Pues si, como efectivamente ocurre a menudo, la denuncia falsa se archiva (salvo si es la segunda vez), la mujer encontraría un gran incentivo en aprovechar ese sesgo de la ley para sacar una gran ventaja de la conflictiva situación… a costa de que el hombre, sintiéndose tan injustamente tratado, aumentara gravemente su resentimiento hacia la mujer o, en el colmo de la frustración, cayera quizás en la depresión y en posibles pensamientos (o lo que es peor, actos) suicidas, porque ya no le queda nada, ni siquiera, estigmatizado como está, dignidad.
De esto venía a hablar Toni Cantó. No de dar pábulo a los terribles comportamientos de violencia intrafamiliar, que, efectivamente, exigen la puesta en práctica de toda la capacidad punitiva del estado, sino de las tremendas consecuencias que puede tener una ley como la que hoy está vigente (y que ningún otro país imita), y que no sólo no ha conseguido disminuir la llamada violencia de género, sino que, en esos casos a los que aquí se alude, por el contrario, lleva a aumentar el nivel de conflictividad y resentimiento, e incluso puede en algún caso servir de acicate a la violencia. Y puesto que contamos con un diputado valiente, además de brillante, capaz de traer a la luz de la discusión pública un problema de esta envergadura, quienes, transcendiendo de ese nivel intelectual y político en el que los improperios y los gestos histéricos sustituyen a los razonamientos, somos capaces de escuchar y entender, estamos obligados, en mi personal opinión, a arroparle y defenderle.
Javier Martínez Gracia, del Consejo Local de UPyD-Burgos
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¿SON TOLERABLES LAS DECLARACIONES DE UPyD CONTRA LA IGUALDAD?
(CONTESTACIÓN AL ARTÍCULO ANTERIOR POR PARTE DE LUIS TUDANCA, SECRETARIO GENERAL DEL PSOE Y DIPUTADO POR BURGOS, EN LA MISMA SECCIÓN DE EL CORREO DE BURGOS, EL 7 DE MARZO DE 2013)
Este viernes, 8 de marzo, conmemoramos el día internacional de la mujer. Y, más que celebrar este día sigue habiendo mucho que reivindicar en un país en el que las mujeres ganan un 22,5% menos que los hombres; en el que la tasa de desempleo femenino es superior al masculino; en el que se aprueba una reforma laboral con recortes en los derechos de maternidad y lactancia; en el que se impone un aumento de las tasas judiciales en los casos de violencia de género; y que ha sufrido la muerte de 49 mujeres a manos de sus parejas en el 2012.
Y esta lucha es de todos. Esta lucha ha sido durante demasiados años sólo de un movimiento feminista que ha logrado despertar conciencias, abrirnos los ojos y visibilizar aquello que sucedía pero que era invisible. Pero ya no. La responsabilidad es de todos, de la ciudadanía y de las instituciones; de las mujeres y de los hombres. Pero somos los hombres quienes más camino tenemos que recorrer porque muchos avances están en nuestras manos y porque debemos acabar con comportamientos, hechos y palabras que justifiquen y amparen el machismo.
Por eso no se pueden consentir declaraciones como las del diputado por UPyD, Toni Cantó, poniendo en duda el sistema de protección a las víctimas por violencia de género. No se puede mentir de forma irresponsable sobre el número de denuncias falsas cuando éstas no alcanzan, según los datos de la Fiscalía General del Estado, el 0,009 % del total, porque eso es alentar el machismo. Y, desde luego, no se pueden hacer esas declaraciones siendo el portavoz de Igualdad de su grupo porque es una provocación y un insulto a quienes sufren las gravísimas desigualdades de género que aún persisten en nuestro país.
Pero lo peor es que cuando Toni Cantó había demostrado un síntoma de inteligencia, callándose y pidiendo perdón, pese a que llegue tarde y se haga con la boca pequeña, salen algunos compañeros de su partido a defenderle, como, por ejemplo, el Consejo Local de UPyD de Burgos en un reciente artículo. Y ahondan en el discurso machista hablando de la inmensa cantidad de denuncias falsas, de que la protección a las víctimas de violencia de género rompe el principio de igualdad ante la ley de los hombres, o de las injusticias y vejaciones que tienen que sufrir en los procesos de separación y divorcio que les encamina al suicidio en masa.
Y lo que me preocupa es pensar que, año tras año, sigue habiendo mucho contra lo que luchar en el día internacional de la mujer, que hay muchos hombres que siguen viendo en el feminismo un enemigo, que no entienden que en las situaciones de desigualdad siempre hay una víctima y que, en este caso son las mujeres. Y que una denuncia falsa es un problema que resuelven los jueces, pero que cientos de miles de denuncias auténticas por maltrato son un problema social y trágico que debe ser una prioridad para todos y todas. Incluidos los miembros de UPyD.
(YA HE MANDADO MI RÉPLICA AL PERIÓDICO, QUE COLGARÉ EN ESTE BLOG CUANDO SEA PUBLICADA)