Alfonso López, en Público, 16-10-13
Ahora, sí, ahora parece que estamos todos de acuerdo: dejar, permitir, tolerar, alentar, cooperar a que el PP arrasara en todas las elecciones que se celebraron en España fue un error histórico de proporciones incalculables, porque, ahora, sí, ahora ya sabemos todos que, como buenos perros de presa que son, han mordido carne y no la van a soltar ya nunca, ni siquiera aunque perdieran las próximas elecciones generales, algo, por otra parte imposible, teniendo, como tienen toda la prensa nacional a su favor, porque la prensa, ya lo hemos dicho muchas veces, pertenece a aquellos que tienen el dinero suficiente para emplearlo a favor de ese capital que les permite publicar diarios.
Acabo de leer la prensa, como casi todos los días. Y lo que me ha llamado la atención es que todas la Nuevas generaciones del PP están infectando el país no ya con la exhibición de su añoranza franquista sino que van incluso más allá exhibiendo su descarada vocación nazifascista.
No es una cosa baladí. El PP, “major”, que es mucho más fascista que sus juventudes hitlerianas, está preparándose para si este pueblo nuestro tan infalible se equivocara otra vez, hacer lo que hicieron ellos mismos, por medio de sus padres y abuelos, el 18 de julio de 1.936, porque no están dispuestos, de ninguna de las maneras, a perder todo lo que han ganado, por la voluntad de pueblo español convenientemente adiestrado por la prensa franquista y ante la pasividad neutral, imparcial y equidistante de movimientos que se autotitulaban progresistas, 15M y DRY, que decían que sólo trataban de tener las manos limpias ¿para qué?
Para ahora sufrir una persecución a fondo por aquellos a los que colaboraron decisivamente en auparse al poder.
Es algo que no acabo de entender por mucho que lo pienso y repienso.
¿Cómo es posible que gente muy sensata, excelentemente preparada,
alguno de ellos con la mejor de las formaciones históricas, fueran incapaces de comprender que su actitud era esencialmente suicida, que no es cierto, ni mucho menos, que la historia sea cíclica, que todo esté sometido al eterno retorno, sino que ésta avanza de una manera tan incontenible hacia el imperio intangible del neocapitalismo liberal que algunos de sus voceros, como Francis Fukuyama, se han atrevido ya a anunciar el fin de la historia.
Yo no me atrevería a decir que no, que no es cierto que la historia haya llegado a su fin inalterable.
Porque ¿qué es lo que se opone realmente al imperio usaniano?
¿China y los llamados países emergentes?
China está luchando contra el imperio con las cartas que éste ha elegido.
Es posible que ganen porque son la quinta parte, aproximadamente, de la humanidad y eso es mucha gente.
Y además sus ciudadanos, notablemente inteligentes, han aceptado sacrificios ingentes en aras del triunfo final, pero es una sola nación contra el mundo y eso es mucho tomate.
Alemania agredió al mundo cuando pensó que sus ofensas eran insoportables y que tenía una capacidad militar capaz de hacerlo, yo no sé si seguirán habiendo dirigentes políticos capaces de pararles los pies a los MacArthur que pretendan imponer por la fuerza al mundo una “pax usaniana”.
Los norteamericanos siguen viviendo cien veces mejor que cualquier otro pueblo del mundo, a expensas de los demás, y no creo que se arriesguen a perderlo todo porque China también tiene armas atómicas.
Pero si por algo siento irme pronto de aquí es porque me voy a perder el final de esa lucha a muerte que los chinos le han planteado a los americanos en todos los terrenos, incluso en el dominio de su propia economía nacional, ya que la mayor parte de la deuda nacional usaniana está en manos chinas.
En fin, que comencé escribiendo de España y he acabado haciéndolo de China, pero esto de escribir es así: comienzas con una idea y, luego, sin saber cómo, se te impone otra que, a lo peor, no tiene nada que ver con la primigenia.