(Este post (subido en 2012) se complementa y pone al día con "¡Los alimentos se visten de etiqueta!" diciembre de 2014)
La imagen escogida para este post es una etiqueta del veterano Anís del Mono, de la que siempre me ha intrigado el por qué de la fisonomía del simio emblema. No me resisto a contaros dos teorías que envuelven este curioso icono.
La primera cuenta que Vicente Bosch, aprovechó el debate que suscitaban las ideas de Darwin tras la publicación de su libro "El origen de las especies" (1859), para publicitar su marca como la más evolucionada. En la etiqueta, un primate humanoide (una caricatura de Darwin, al uso de las que circulaban en la prensa de esos años) sostenía un pergamino que proclamaba: "Es el mejor. La ciencia lo dijo y yo no miento". La segunda teoría relata que los padres de la receta del anís de Badalona, fueron defensores del creacionismo moderno y que estaban en desacuerdo con las tesis de Charles Darwin. La etiqueta del Anís del Mono fue, en este contexto, una más de las burlas que tuvo que soportar el audaz naturalista inglés.
Pero evidentemente esto no es una etiqueta alimentaria ni una etiqueta nutricional. ¿Que entendemos por etiqueta nutricional?Nos referimos así a toda la información que aparece en un alimento relacionada con su valor energético y el contenido en ciertos nutrientes como son las proteínas, los hidratos de carbono, las grasas, la fibra alimentaria, el sodio, las vitaminas y minerales por 100 g o 100 ml del producto que se ofrece. Actualmente, este tipo de etiquetado no es obligatorio sino de carácter voluntario, salvo en aquellos productos que incluyen alegaciones nutricionales, es decir, cuando dicen que tienen alguna cualidad especial (“rico en…”, “bajo contenido en…”, “fuente de…”). Pero su uso está muy extendido. Sin embargo, alrededor del 85% de los productos que cuentan con él, lo presentan en su reverso y cuando se ha medido el tiempo que el consumidor dedica a la lectura de las etiquetas se observa que no supera los 100 milisegundos, a todas luces insuficiente para poder comprender las mismas.
En los productos de un "super" podemos observar varios tipos de etiquetas nutricionales puesto que de momento no existe un modelo unificado de información.
La más tradicional es el formato tabla que, tal y como se muestra en la etiqueta que adjunto, y cuando el espacio lo permite, organiza la información en columnas. Cuando no hay espacio se puede utilizar la forma lineal.
La normativa permite dos modalidades de exhaustividad: a)sencilla que incluye el valor energético y la cantidad de proteínas, hidratos de carbono y grasas; y b) detallado que además informa sobre azúcares, grasas, ácidos saturados, fibra alimentario y sodio.
La información sobre vitaminas y sales minerales también deberá expresarse como porcentaje de las cantidades diarias recomendadas (CDR) indicadas en la legislación vigente.
Podemos encontrar tambien este icono en el que se ofrece información sobre el contenido energético y nutricional referido a una ración del producto y se refiere además el porcentaje que cubre de la Cantidad Diaria Orientativa o Recomendación Dietética Diaria para un adulto sano:
Por último, también podemos encontrar un hibrido entre el modelo anterior unido a un código de colores dónde el color rojo o naranja indica que ese nutriente está en una cantidad excesiva o alta para las recomendaciones; el color amarillo indica una cantidad media y la verde que es baja odentro de los margenes adecuados para ese nutriente. En el caso de la fibra suele dejarse sin color porque es interesante su presencia y es dificil su exceso.
Vuelvo a la pregunta del inicial ¿es útil el etiquetado nutricional? Ahora, parece una pregunta retórica que tiene una contestación simple: ¡Pues claro! Tras lo expuesto, no dudo de su potencial utilidad. Pero mi verdadera inquietud es observar su valor como estrategia de salud, esto es: ¿El etiquetado nutricional ayuda a promover la alimentación saludable?
Una reciente revisión (Hieke S, Wills JM (2012). Nutrition labelling – is it effective in encouraging healthy eating? CAB Reviews 7(31):1-7.) ha puesto de manifiesto las últimas investigaciones sobre si el etiquetado nutricional ha sido eficaz en el fomento de una alimentación saludable, estudiando tres campos principales de análisis: la elección de alimentos, los datos de venta y las encuestas nacionales de consumo alimentario. Y pone la atención sobre la separación entre actitud y comportamiento referida a este tema.
Pero el conocimiento no obliga a una acción coherente. Los consumidores dicen una cosa pero realizan otra. Y ¿qué pasa con la información nutricional? Si bien los análisis de las encuestas nacionales de nutrición si que observaron un efecto positivo en el consumo de nutrientes (más fibra y menos grasa, colesterol y sodio) cuando en EEUU (1990) se introdujo el etiquetado de los alimentos, los estudios posteriores han observado que no son los consumidores más transgresores los que buscan mas información nutricional sino los que ya se cuidaban más.Enterado de esto he de reconocer que la salud de los míos también me preocupa? Ya que suelo tomarme mi tiempo para comparar productos semejantes entreteniéndome en leer el contenido de grasas saturadas, azúcares y sodio de la etiqueta nutricional de los mismos. Además suelo completar esta tarea con la lectura de los ingredientes del producto (¿qué tipo de grasa incluye? ¿Contiene grasas hidrogenadas?) y también me preocupa (por razones obviamente prácticas) la cercanía o lejanía de las fechas de caducidad o de consumo preferente, según sea el caso. Quizás esta es la razón por lo que sigo convencido de que promover el etiquetado nutricional puede conducir a un empoderamiento del consumidor que, bien motivado, tomará (o no) decisiones sobre la práctica de una dieta equilibrada y su salud.