Es asombroso lo que puede albergar una mirada, lo que puede provocar, lo que esconde. Es asombroso lo que dice una mirada, lo que puede transmitir, lo que habla. Es asombroso lo que transforma una mirada, lo que puede hacer, lo que trasciende. Es asombroso ser mirados. Es asombroso poder posar la mirada.
Una mirada es cuanto anhelamos. Saberse mirados nos hace sabernos vivos. Una mirada da la existencia, nos saca del escondite, nos pone en contacto con un tú. Con tan sólo una mirada se puede crear una guerra o saldar la paz. Con una mirada se puede romper a llorar o a reír. Con una mirada se puede iniciar un derroche de emociones o incluso parar tal torrente. Una mirada es más que dos ojos que miran en la misma dirección; cuando es limpia, son dos ojos que reflejan un anhelo interior. Un anhelo de vida, de amor, de fraternidad, de misericordia. Con una mirada se puede traicionar a una persona. Con tan sólo una mirada se puede cambiar de vida.
Mirar esa mirada y verse reflejado. Mirar esos ojos que reflejan un anhelo interior y verse en el mismo anhelo. Mirar esa mirada y verse interpelado. Mirar esa mirada y verse acogido. Esa mirada, ¿qué tendrá? Una profundidad. Esa mirada está conectada al corazón, está unida al alma; en esa mirada está condensada la persona. Mirar esa mirada y ver nuestra vida. Mirar esa mirada y ver nuestro camino. Mirar esa mirada y ver nuestra verdad. Mirar esa mirada y quedar transformados para siempre. Esa mirada tiene la profundidad de las cosas, la esencia de éstas, la llave a la plenitud de nuestro ser.
Esa mirada que no contiene odio, no guarda rencor ni destila ira. Esa mirada que contiene en sí todo deleite, todo amor, toda misericordia. Esa mirada que nadie puede imitar a no ser que se adentre en el Gozo. Mientras, podemos reflejarla a duras penas si nos dejamos mirar por esa mirada. Esa mirada tiene un poder dulce, no se impone sino que seduce a nuestra alma. Esa mirada tiene un poder tierno, no se interpone sino que acaricia a nuestro corazón. Una mirada como ésta nunca puede causar mal alguno y no se le puede tener miedo, al contrario, nuestro interior está clamando por un encuentro de miradas, un posar la mirada en esa mirada.
Cuando esa mirada se posa en nuestra mirada, cuando nuestra mirada se posa en esa mirada; ya no hay vuelta atrás, ya no hay forma de escapar de ella. ¿Por qué habría que escapar, por qué ese miedo a permanecer en ella? Esa mirada arropa. Esa mirada quita los miedos. Esa mirada abraza. Esa mirada devuelve la esperanza. Esa mirada conmueve. Esa mirada nos llena de amor. Esa mirada henchía nuestra alma. Esa mirada nos dice quién somos. Esa mirada reconoce nuestra valía. Esa mirada realza nuestra dignidad. Esa mirada borra todo pecado, toda angustia por ellos, toda culpa. Esa mirada nos mira por dentro directa al corazón donde se guardan nuestros pensamientos más ocultos. Esa mirada sabe por qué sufrimos, por qué caemos, por qué perdemos la esperanza.
¿Quién no quiere ser alcanzado por esa mirada? Sólo ella puede recobrar la alegría que perdimos, sanar nuestras heridas, levantarnos cuando caemos, devolvernos la esperanza pues en esa mirada hay un mensaje inscrito: te quiero tal como eres.
Sólo basta recibir Su mirada, poner nuestros ojos en Él.
Esa mirada, Tu mirada.