Podríamos
analizar la precaria situación de la que partimos y enhebrar algunas pinceladas
de por dónde debería ir la economía regional para encarar el futuro. Pero yo
prefiero hablar de personas. Sí, de esos hombres y mujeres que fueran capaces
de superar lo conocido hasta ahora imaginando y trabajando para una Murcia
mejor salvando sólo lo bueno de nuestro pasado.
Lo clásico
Así,
en un análisis clásico, diríamos que el paro en la región supera en varios
puntos a la media nacional, que el crecimiento de nuestro PIB es inferior
también a la media española y que en el déficit autonómico nos situamos en el
pelotón de cabeza de las más incumplidoras.
Y
también anticiparíamos que el futuro de nuestra comunidad debería estar en
aquellos sectores en los que tenemos ventajas competitivas o capacidades de crecimiento
sostenible.
En la
agricultura intensiva por su producción y eficiencia y en la tradicional y
ecológica por la diferenciación, sin olvidar la importancia del asociacionismo
para la comercialización. En el turismo desde un punto de vista
poliédrico: sol y playa todo el año; deportivo, aprovechando las enormes
infraestructuras construidas en el golf principalmente y en las estaciones
náuticas; rural, sacando producto a la
rica diversidad regional; y cultural y
de ocio, dándole juego a los meritorios esfuerzos realizados en lugares de una
singularidad especial y aprovechando nuestros espectaculares eventos populares
de éxito. También habría que potenciar la
industria existente, perpetuo punto débil, y de apoyar todos sus esfuerzos
comerciales y su internacionalización; así como aprovechar las importantes
realidades industriales en comarcas como
Cartagena potenciando empresas auxiliares
relevantes y aprovechar las oportunidades que la naturaleza nos regala para
energías alternativas.
La formación
Nuestras universidades deberían ser canteras de calidad en profesionales e investigación
apostando por estudios, titulaciones y
programas que tuvieran aplicación
inmediata en nuestras aspiraciones sociales y económicas. Las tres, dos públicas
y una privada, deberían competir libremente entre ellas y dejarse de rencillas
maniqueas y de retóricas sobre la oportunidad o no de pisarse las
especialidades; los cotos cerrados nunca son garantía de nada bueno. Y la
presunción de bondad o no respecto a lo
público y privado, menos; es una
vieja polémica superada por los hechos. Otra cosa sería medir resultados para
asignar recursos.
La formación profesional debería ser un punto fuerte a potenciar. Pero de
verdad, y no como el patito feo de la educación de nuestros jóvenes. Tal vez aquí
las universidades deberían poner el ojo pensando en su viabilidad futura, porque la sociedad demanda más buenos
especialistas profesionales que
licenciados a gogó.
Las personas
Pero
lo importante son las personas. Aquellas que hacen fácil y con agrado su trabajo
estimulando el de los demás. Y también
las que han imaginado su futuro desarrollando iniciativas que con el tiempo se
han consolidado como fundamentales en la sociedad. A esas personas me refiero.
Algunos ejemplos
A
murcianos que sabiendo la importancia
del agua y estando en posiciones
decisivas no riñan por pedirla o no en base a lo que sus superiores de Madrid
les pastoreen. Porque, desgraciadamente, ya sabemos los murcianos más de esas
cosas que del agua misma; y de todos los colores. Hemos pasado del esperanzador
y abortado trasvase del Ebro al depresivo desaladoras a mansalva, pasando por
el redicho ‘agua para todos’ y la supuesta defensa conjunta del trasvase del
Tajo que nos legó el general Franco, para llegar ahora a la reserva en la
cabecera que previsiblemente sólo nos garantizará agua cuando llueva.
A
murcianos que no les pongan zancadillas a quienes son capaces de alumbrar
futuro en materia de infraestructuras
básicas. Un cartagenero, diputado por Alicante y ministro, quiso boicotear
la idea del presidente murciano respecto del aeropuerto civil internacional de
Corvera y en connivencia con un nefasto ministro de Fomento para Murcia muñeron
la segunda pista del aeródromo militar de S. Javier. Sin esa funesta intervención ya
estaría en uso.
A murcianos
que apoyen a otros murcianos con ideas, iniciativa y posibilidades de hacer
cosas por nuestro futuro sin ponerles palos en las ruedas, poniéndoselo fácil,
sin embargo, a vendedores de humo venidos de fuera. De esto podrían hablar bastante
algunos de los empresarios más preclaros de nuestra Región
que no cito por discreción ajena. Como excepción puedo recordar a otro cartagenero que hizo posible esa enorme realidad que es la UCAM, imaginándola y poniéndola en marcha contra
un huracán de murcianos de vitolas ilustres.
A
murcianos que no se escuden en banderías demagógicas castrando de futuro a
sectores importantes como el residencial de extranjeros; a saber si algunos
tienen siquiera una maceta que vender. Tenemos las condiciones naturales suficientes para que cientos de miles de europeos y ciudadanos del
mundo con posibles hicieran de Murcia su segundo hogar, con todo lo que eso
conllevaría de miles de puestos de trabajo y gran riqueza; pregunten donde es
una realidad.
Y
a murcianos que no digan jamás lo que le escuché a un paniaguado hace pocos
años desde un puesto relevante en una sociedad pública regional de apoyo a
emprendedores de nombre rimbombante y alusivo: “A mí me importa una m…que
eso – tratamiento de agua y residuos-
sea bueno para Murcia y su futuro y que lo hayan hecho murcianos”. Se
trataba de una innovadora idea de patente y capital murciano puesta ya en
marcha con una inversión importante y presentada allí para consolidarla. Me
ahorro los detalles pero puedo darlos si algún responsable tiene la vergüenza
de preguntar.
La Murcia que imagino
En
fin, me refiero a una Murcia de murcianos, nacidos aquí o no, que tengan
iniciativa, capacidad, imaginación, generosidad, coraje, voluntad y fe en el futuro y determinación como el capital
más importante de que disponemos para mirar hacia adelante con esperanza e
ilusiones. Y muchos de ellos sólo
necesitan que nuestros políticos y asimilados y los representantes de la
sociedad civil, también supuestamente murcianos y no de pesebre ignoto o madrileño
ni figurones ‘mamandurriados’,
empujen del carro en la misma dirección y les apoyen sin reservas. Ahí está
nuestro futuro más real e inmediato; en nuestra propia gente. En los murcianos
de verdad. Como aquellos de dinamita que
cantara Miguel Hernández.