Sostiene Savater en su autobiografía que Chateaubriand señala en sus memorias, cuando recuerda a su abuela y a algunas de las amigas que formaban tertulia con ella cuando él era un niño:
“Soy quizá el único hombre en el mundo que sabe que esas personas han existido”. Es una observación que me conmueve extrañamente. Cada uno de nosotros constituye el monumento viviente, el último enlace conmemorativo con lo humano de gente que morirá por segunda vez con nosotros, y cuyo rostro se extinguirá definitivamente cuando perdamos nuestro último aliento.
Yo pienso en las mis abuelas, en los mis abuelos, esa gente que morirá de nuevo con mí o cuando mueran los míos...