Tenemos la gran suerte de vivir a lo grande.
Vivir a lo grande pensando sólo en el aquí y en el ahora. Sin pensar en qué pasará mañana, olvidándonos de esa cartilla del banco y de la cantidad de ceros que la pueblan, centrándonos sólo en disfrutar.
Reconozcámoslo, nos hemos vuelto algo más egoístas que las generaciones anteriores y eso lleva que nos gastemos los euros en cosas intangibles, esporádicas y que no podemos acumular en el salón de nuestra casa pero que nos llenan de vida.
Vivimos tan a lo grande que las cosas se nos han ido de las manos y nos gusta.
Se nos han ido de las manos las bodas, que reconozcamos, a veces vemos bodas que son un “y yo más” sin personalidad y con ello se han ido de las manos las despedidas de soltera.
Lo que hace años era una cena y una noche con amigas se ha transformado en viajes, escapadas de fin de semana, fiestones de tres días que serán recordados de por vida…. Y demás. Sabéis de lo que hablo, entre otras cosas, de esa moda (que yo también he caído y sucumbido, por supuesto) de celebrar las despedidas de soltera cuanto más lejos del lugar de residencia mejor. Se nos ha ido.
Y esa clase de despedidas de soltera están genial, pero todas nos hemos perdido, todas hemos tenido alguna amiga que no se ha podido sumar.
Así que vamos a parar. Vamos a pensar en el verdadero sentido de las despedidas de soltera. ¿Qué cuál es? Fácil. Pasar un rato con la gente que quiere, compartir sonrisas, capturar momentos de felicidad, construir recuerdos, celebrar y brindar. Nada más ni nada menos.
Vamos a disfrutar de esas otras pequeñas despedidas de soltera. ¿A qué me refiero?
A esas cañas improvisadas entre amigas al salir un viernes al trabajo, a esos vinos antes de comer, durante y después mientras les das la tabarra con lo nerviosa que estás, con lo bonito que es tu vestido. Vamos a saborear ese zumo light para no sumar más calorías mientras en el móvil descubrimos los modelitos espectaculares de las amigas de la novia, vamos a comer pipas sentadas en ese banco cuando cae la noche mientras le contamos a la amiga soltera que hay un soltero por parte del novio que es ideal, ideal para ella…. aunque sea todo lo contrario. ¡Vamos a todo esto y más!
Esa merienda-cena compartiendo ochocientas pizzas familiares mientras recordáis las tardes de instituto, esa sesión de belleza que habéis decidido compartir o esa tarde poniéndoos mechas californianas aunque ya no se lleven mucho porque os gustan son también pequeñas despedidas de soltera.
Las pequeñas cosas son las más grandes y esas cervezas con frutos secos que os tomáis en el bar de abajo son, te lo aseguro, igual de geniales que las del sitio más cool de la ciudad, aunque éste último sea más instagrameable.
¿Quién quiere tener sólo una despedida de soltera pudiendo disfrutar de muchas pequeñas? Así que párate, aunque sigas viviendo a lo grande, en esas pequeñas cosas y disfruta de tus “despedidas de soltera” con todas las personas que quieres. Es posible.
Y no te olvides, el truco está en ser felices para siempre. Con toda la gente.
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