La oscuridad es el paso previo e inevitable hacia la luz, de la misma forma que el silencio es el componente esencial de la música. Yo creo que un buen fotógrafo es aquel que sabe entender y trabajar las sombras. Con luz todo es más sencillo, pero cuando hay tinieblas reina la confusión.
También en mi alma todo resulta más fácil cuando hay luz y más caótico cuando no.
Estas imágenes de hoy están en blanco y negro por un sólo motivo: porque su resolución es muy baja y en color se notaría demasiado el ruido. Procesar las imágenes en blanco y negro es un truco barato y efectista que no tiene ningún mérito (a no ser, claro, que las revele el fotógrafo con sus propias manos en el laboratorio sin utilizar ningún software). Yo, personalmente, sólo convierto mis fotos a blanco y negro por dos motivos:
1. cuando aparece el ruido: por un ISO elevado, por estar subexpuestas o por usar un equipo de dudosa calidad.
2. cuando están trepidadas: por haber usado velocidades de obturación demasiado bajas, por estar fuera de foco o por algún movimiento brusco justo en el momento del disparo.
Digo esto por una necesidad interior de que se sepa porqué, cómo y cuándo utilizo el blanco y negro. Siempre que lo hago soy plenamente consciente de que es como si estuviese “haciendo trampas”, porque en blanco y negro, o para ser más exactos, en “escala de grises” se hace más visible la relación entre luz y oscuridad. Al no haber colores sólo nos quedan las luces y las sombras, el silencio y el ruido, el todo y la nada. Los polos opuestos que se atraen y se repelen con la misma intensidad. Por eso nos gustan más, porque son más básicas, más reconocibles, más evocadoras. En todo caso no dejo de admirar a quien utiliza la escala de grises como único soporte para expresarse en el ámbito de las artes visuales, pero debe existir una base teórica y/o conceptual muy sólida para que resulte natural renunciar a algo tan poderoso y fundamental como el color.
Mientras tanto yo sigo en mi lucha. Podría decirse que mi vida está ahora mismo en blanco y negro. No es que haya renunciado al color, eso nunca, pero noto demasiado ruido dentro de mí, me noto trepidado, fuera de foco, extraño por dentro y por fuera, con sensaciones distintas a las que conocía, con dolores nuevos y malestares diferentes. Al mismo tiempo resulto más evocador, produzco cierta melancolía en la gente y soy como más reconocible, más básico. O al menos vivo de forma más básica.
Parece que definitivamente debo acostumbrarme a vivir mi vida en blanco y negro. O, mejor dicho, en escala de grises.