Dedicado a Alfredo Aviñó: @alfavino
La mayoría de edificios que habitamos y que concebimos son ortogonales: El plano horizontal es el ámbito habitable, y a su vez varios ámbitos habitables se apilan en vertical. Todo ello está causado por la gravedad. Es así de sencillo y no hay muchas más vueltas que darle: La gravedad hace que podamos habitar planos horizontales con comodidad, y que las columnas y muros que soportan el peso de colocar unos planos sobre otros trabajen en vertical, transmitiendo las cargas hasta el suelo.
Claude Parent y Paul Virilio, Les inclisites, 1968
Maqueta de madera
Los arquitectos Claude Parent y Paul Virilio, conscientes de esta dictadura de la ortogonalidad, buscaron una nueva expresión espacial para el tiempo actual (años 1960s), y acuñaron el término de función oblicua. Para ellos, esa oblicuidad podría ser el signo de nuestra época.
La oblicuidad habla constantemente de la inestabilidad, liga los espacios de forma dinámica y obliga al usuario a replantearse las cosas, a re-habitar el espacio, a vivir en el filo... y a andar con cuidado.
La función oblicua se queda en el terreno teórico, puesto que es muy difícil llevarla a la práctica de forma extensa y generalizada. De su brillante propuesta nos queda una colección de dibujos y maquetas y unos pocos (muy pocos) y fascinantes espacios realizados.
Tal vez otro día hablemos aquí de la obra de Parent y Virilio y de la función oblicua, pero lo que hoy quisiera señalar es que en nuestros espacios ortogonales cotidianos, por más anodinos que sean, siempre hay una función oblicua que se escapa, que va a su bola y que pertenece a otra realidad: la escalera.
Mi amigo virtual (ya está bien de ser virtual: A ver cuándo nos damos un abrazo y nos tomamos unas cervezas) Alfredo Aviñó García, tiene un "tablero" en Pinterest dedicado a las escaleras, donde hay algunas fantásticas. (Clicad aquí). Muchos otros arquitectos cuelgan en twitter y en facebook fotografías de escaleras. ¿Qué tienen las escaleras que nos llaman tanto la atención?
Pues que para unir planos horizontales superpuestos utilizan la función oblicua. Esto hace que se salgan del sistema para volver a él, que utilicen una dimensión diferente, como ocurría en la Planilandia de Edwin Abbott, y que generen magia.
Carl Sagan explica la Planilandia de Edwin Abbott
(Bueno, tal vez con este vídeo me he pasado un poco, pero es que está tan bien... Yo sólo quería decir que la humilde escalera, con su función oblicua, salta de un plano horizontal a otro, y nos da el mismo susto que le dio la manzana al cuadrado).
Los edificios más sencillos y triviales tienen ese elemento que se sale, que se salta esa trivialidad y que da una riqueza espacial muy extraña. Las escaleras no son de ese sistema. Son intrusas, son otra cosa.
Sus encofrados son difíciles, sus replanteos son problemáticos.
Hacer una buena barandilla es dificilísimo, porque no se puede dar continuidad al pasamanos, y en la búsqueda de una buena solución se consumen muchas energías.
Geométricamente están en otro sitio, incoherentes con el resto del edificio, caprichosas, difíciles.
Julio Cortázar cuenta estupendamente el pasmo, la inquietud, el misterio y la sorpresa que provocan las escaleras:
INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal
que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte
siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva
perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta
alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de
las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está
en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños,
formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante
que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra
combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de
trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan
particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie,
los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los
ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y
respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por
levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre
en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.
Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no
ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie,
se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste
descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños
son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La
coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación.
Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos
hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con
un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el
momento del descenso.
Julio Cortázar
Historias de cronopios y de famas
Otra sorprendida y pasmada interpretación del mundo escaleril, esta vez en la argentina-afrancesada voz del autor:
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