Revista Cultura y Ocio
Título original : スキャンダル
Año de publicación : 1986
Título en portugués : Escândalo
Año de esta publicación : 1988
Editora : Rocco
Traducción : Maria Helena Torres
Tercera obra de Shusaku Endo que leo y ya hacia la mitad del libro sumo otro escritor más a esa lista -que encabezan Borges y Cortázar- de aquellos que no ganaron el Premio Nobel de Literatura; ¡cómo los suecos pudieron dejarlo pasar a él también!
Y eso que aquí al igual que en los otros dos libros de él anteriormente leídos tiene también aquel ingrediente esencial para que en cualquier otro escritor la obra se pierda en un panfletismo barato, pero no en Endo: aquella característica de inserir en su personaje principal el halo del católico conservador. Despierta la atención en cualquier lector más aún si es la primera vez que se le lee: un japonés católico conservador como personaje principal. Si se ha recorrido (disfrutado, como es mi caso) de una o más obras de este escritor japonés ya no sorprende tanto. Lo que sí no deja de sorprenderme es la manera magistral como hace de eso un mero detalle, y que por aquello no mete a su personaje en una burbuja abstrayéndolo del mundo real, de sus vicios y desventuras.
Llega a crear un ambiente tan perfecto en el cotidiano de Suguro (quizá el alter ego de Endo): escritor famoso y respetado, no sólo en su isla sino mundo afuera; casado, con una vida marital intachable; acude a ceremonias y premiaciones con la misma seriedad, disponibilidad y dedicación con la que atiende a sus lectores en firma de libros e incluso a través de cartas, para que de pronto aparezca en su entorno un opuesto idéntico a él que, aunque en la misma ciudad, Tokio, parece transitar por las antípodas, con costumbres tan deplorables, manías excéntricas y vicios que están a punto de cruzar aquella delgada frontera para convertirse en crimen, siempre con la enajenación estampada en el rostro.
La pasividad y rectitud del personaje principal tambalea ante el acoso de Kobari, hábil periodista de investigación que ya hizo caer a un primer ministro japonés tras un reportaje suyo, lo sigue a donde vaya convencido de poder desenmascararlo, mientras que Suguro sabe que se trata de un impostor dispuesto a macular su imagen.
Fetichismo, vouyerismo, sadomasoquismo, esas primitivas ansias de sexo salvaje, muy agresivas al punto de poder matar a la otra parte, pero que no dejan de ser placenteras para el amo, en este caso el sensei, se alternan y contrastan con la pacata vida de Suguro en una trama muy bien estructurada en nueve capítulos numerados, con varios subcapítulos sin numeración, que me hace recordar mucho a la escrita de Vargas Llosa -salvo que éste último viaja a través del tiempo, se manda al futuro, te lleva al pasado, muchas veces de un mismo personaje sin que el lector lo descubra al inicio-, pero aquí Endo es más lineal, alterna muy bien los hechos más sosos y tranquilos con los de cruda perversión; conversas sobre suicidio, el olor a muerte hacia la mitad de la obra y en adelante campea en cada página; ¿es realmente un impostor el fiel visitante a los antros en Roppongi, o puede ser que dos individuos totalmente opuestos habiten en una misma persona?; esa ebullición de placer en Motoko tan grande como su deseo por morir, esa previa al orgasmo cuando pareciera alcanzar ver la luz, pero no entra, su placer parece estar en llegar al umbral de esa puerta, y regresar; la doble vida de la señora Naruse: una cariñosa y dedicada mujer voluntaria en un hospital atendiendo niños, contándoles tiernas historias infantiles para disipar el tiempo durante la hospitalización de ellos, y a la vez, fuera de aquel recinto, una firme dominatriz dispuesta a disciplinar y llevar a buen puerto la relación entre dominante y esclava, tanto del sensei como de cualquier otro asistente a esas bacanales; la historia de Toshio, marido de la señora Naruse es fundamental –además de muy interesante- para entender el comportamiento de ella en el presente de la obra. Él, al regresar de la guerra en China donde fue destacado es quien siembra sin saber la semilla de la lascivia en su mujer: encontrar el placer en el dolor, en el límite con la muerte; la firme e incesante investigación de Kobari que durante sus entrevistas en aquel sórdido mundo llegará a conocer a Motoko y experimentar el placer liberando su furia en ella para delirio de su entrevistada; el placer de aquel impostor por practicar la hipoxia o comúnmente conocido como “la asfixia erótica”, ejerciendo en sus parejas la presión adecuada estrangulándolas –con la venia previa de la mujer- hasta el límite sin llevarla a la muerte, sentir que tiene ese poder de decidir si vive o muere hace que él alcance un orgasmo, al parecer de aquellos; las dos conversaciones entre Suguro y Tono senpai en momentos diferentes sobre psicoanálisis, y el punto de vista desde ese prisma acerca del sadismo y el masoquismo, barajando incluso la fantástica posibilidad de un doppelgänger, teorías de autores como Sigmund Freud y Erich Fromm son citadas, así como también la obra me devela dos escritores japoneses que me eran desconocidos hasta ese momento: Saneatsu Mushanokōji, y Yūzō Yamamoto -ya veré si hay algo de ellos en castellano y/o portugués-: ambas conversas muy sabrosas y gratificantes, no tienen pierde.
En varios momentos parece quedar en el aire o dejarlo a manera de duda quién realmente tiene el control, si Motoko o sus respectivos dominantes. La lógica -desde mi neófito punto de vista- diría que son los dominantes, mas Endo se las ingenia para dejarlo en duda, insinuando que es Motoko, la esclava, quien realmente es la que decide. Mientras ellos ejercen el dominio físico, ella pareciera tener el dominio psicológico.
Pero tampoco estoy frente a una obra del Marqués de Sade, no. Como buen japonés la escrita de Shusaku Endo es muy sutil hasta cuando grafica hechos tan llenos de lascivia, desde la óptica de la señora Naruse, destila tanta calma al pormenorizar cada detalle de su vida, y la de su esposo en China. Contrasta con la sorpresa total de Suguro por enterarse de que todo aquello pueda existir. En ningún momento la escrita de Endo se deja arrastrar por la vorágine de ciertos hechos, no claudica a perder la elegancia. A diferencia de su compatriota Haruki Murakami –lo menciono porque hace poco, mientras yo leía esta novela, conversábamos por aquí en Curitiba sobre lo jodido que debe ser para él desde hace unos años la llegada de cada mes de octubre- que te deja algo nostálgico, Shusaku Endo, un atento interesado en todos los aspectos de la naturaleza humana, te deja perplejo.
I belong to you - Lenny Kravitz
Comentaba algunos pasajes de este libro con Cris y ella al toque me recomendó esta canción de uno de sus ídolos, Lenny Kravitz, así que su recomendación está aquí.