Revista Moda
Había una vez un pueblo muy lejano en el norte de Escandinavia donde hacía un frío polar, una gruesa capa de esponjosa nieve cubría los árboles y los aldeanos estaban muy ocupados con los preparativos finales de las fiestas, ya a la vuelta de la esquina.
Las acogedoras casitas de madera estaban adornadas de coronas rojas y el aire olía a galletas de jengibre recién horneadas. Todo el mundo iba de aquí para allá con una gran sonrisa. Todos menos Magnus, el cartero, que estaba muy estresado, pues había perdido un paquete al hacer el reparto. Esa noche, alguien no encontraría su regalo bajo el árbol iluminado con velas y todo sería por su culpa.
Atormentado, volvió atrás su camino, casa por casa, esperando encontrar la caja perdida. La recordaba a la perfección: era una preciosa casa de cartón azul claro, con un estampado navideño. De hecho, se parecía mucho a su propia cabaña.
Magnus se abrió paso entre la nieve, buscando desesperado el regalo perdido. Cuando ya estaba congelado por el frío y a punto de rendirse, lo encontró bajo un gigantesco árbol. Enloquecido de felicidad, lo recogió para ver la dirección y entregarlo cuanto antes, justo a tiempo para la gran noche.
Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que su nombre estaba escrito en la tarjeta. No podía creer que había perdido y encontrado su propio regalo, y tenía tanta curiosidad por saber qué contenía que lo abrió de inmediato.
Dentro de aquel estuche especial estaba el reloj más bonito que había visto en toda su vida: el nuevo Seasons Special de Swatch GOD JUL (una edición limitada y numerada de 8.888 unidades). El papel de plata tornasol de la esfera le recordó a la aurora boreal, que tanto adoraba.
Los copos de nieve que caían sobre la cabeza de Magnus se posaron sobre el cristal y la correa azul claro del reloj, formando un encantador diseño en blanco. Era el regalo perfecto para el cartero, que siempre andaba con el tiempo justo.
Y cuando distinguió entre la nieve resplandeciente las gafas de sol The Eyes de Swatch a juego —THE EYES OF SANTA —, que le quedarían de maravilla a su querida esposa, fue el hombre más feliz de la Tierra. O al menos del norte de Escandinavia.