Revista Humor

Escapada a Albacete en el tren de la cuchillería

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Ya he comentado que me gustan mucho los trenes turísticos. No salen muy caros y te permiten visitar los lugares de interés de cualquier sitio en un grupo organizado, con guías y todo lo necesario (la comida la dejan a tu elección, lo que también valoro, porque prefiero pillar un bocata y seguir pateando), volviendo a casa ese mismo día, y todo en un transporte cómodo y ecológico.

El tren de la cuchillería era un único día y, aunque no me pillaba del todo bien, decidí reorganizarme para poder asistir. Estaba muy centrado en el producto típico albaceteño: las navajas y el queso manchego. Por eso, nada más bajarnos del tren, nos condujeron al Museo de la Cuchillería, dentro de un precioso edificio modernista. Allí, nos hicieron una pequeña demostración de cómo se fabrica una navaja (mucho más complejo de lo que se podría pensar) y nos hablaron de la historia de la cuchillería en la ciudad, mostrándonos herramientas, procesos y piezas muy interesantes, tanto históricas como de los distintos concursos que realizan en la ciudad.

Después, nos llevaron a una cata de queso manchego del maestro quesero Julián Olivas, que estaba de muerte (el único que no me gustó era el de azafrán, porque el azafrán es una especia que no me agrada), y nos comentó cómo se elabora el queso, cómo funciona la denominación de origen y cómo hacen cada uno. Hubo un sorteo, pero no tuvimos suerte.

Luego tuvimos tiempo libre para comer y lo hicimos frente a la estatua del cuchillero, en la Plaza del Altozano, donde también está la réplica de la bicha de Balazote. La hora no acompañaba para visitar el refugio antiaéreo, pero más tarde, durante la visita guiada, pudimos entrar en la antigua casa consistorial, ahora museo municipal, que es un edificio muy bonito. Ahí también está el Gran Hotel.

Después de comer dimos un paseo por el Parque Abelardo Sánchez, para llegar al cual pasamos por delante de varios edificios históricos de la ciudad como el Colegio Notarial, el Casino Primitivo, el chalet Fontecha, Casa Cabot... En esa misma calle era el punto de encuentro de la visita guiada de la
tarde, que empezamos con un helado de queso manchego que estaba de rechupete.

Tuvo que ser muy exprés porque el tren salía pronto, pero la guía era muy buena. Lo primero que visitamos fue el Pasaje de Lodares, una preciosa galería comercial que es visita imprescindible de la zona. Luego subimos hasta la Plaza del Altozano mientras nos iba explicando cada edificio relevante que íbamos viendo y acabamos en la catedral, a la que pudimos entrar y donde nos explicaron su construcción y las pinturas con las que está decorada.

De camino a la estación, tanto de ida como de vuelta, pasamos por la Fuente de las ranas y el Sembrador. Además, en la misma estación hay un mosaico sobre la agricultura.


Vamos, que el día fue completo y me pareció una buena ciudad para hacer un poco de turismo, con la ventaja añadida de que no está muy masificada.


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