Mis padres cumplen años muy seguido y, como hicimos el año pasado en Sepúlveda, decidimos hacerles un regalo conjunto: escapada con comilona. Mi madre siempre ha hablado de lo mucho que le gustaría visitar La Granja de San Ildefonso, así que ese fue el destino elegido. La verdad es que ni el sitio nos impresionó ni la comida fue espectacular, pero bueno, no se puede decir que no lo intentáramos.
Que no me malinterprete nadie. Es bonito. Pero el sitio ni está tan bien cuidado como debería más allá del palacio ni tiene nada especial que no puedas encontrar en otros palacios o jardines. El principal reclamo son las fuentes pero, como os contaré más adelante, ni siquiera eso está bien montado para que el turista disfrute de la experiencia.
Teníamos entradas compradas para las 11:15, así que nada más llegar fuimos directos al Palacio. No pillamos audioguía porque nos dijeron que las fuentes se encendían a las 12 y debíamos darnos prisa. Nos dio tiempo de sobra: aunque es bonito, me atrevo a afirmar que, de todos los Reales Sitios que he visitado en España, es el menos llamativo, aunque tenga alguna sala o pieza curiosa.
La salida de palacio daba a una fuente monumental y, a falta de señalización, todos los que íbamos saliendo del edificio hicimos lo mismo: esperar a que la dichosa fuente se encendiera. A eso de las 12:10 renunciamos. En internet tampoco es que sea fácil localizar la información, dimos vueltas como tontos hasta dar con las fuentes que se encendían, que estaban en la otra punta. No solo no se encienden todas: solo son unas pocas y por muy poco tiempo, lo que obliga a que la gente se apelotone como borregos en el matadero para ver el espectáculo. Por supuesto, solo llegamos a ver dos encendidas. Aunque, para qué engañarnos, los chorros son tan potentes que la fuente apenas se ve y me gustaron más apagadas (y sin tanta gente alrededor).
Comimos en la taberna El Pelón. Debo decir que era nuestra tercera opción, porque los otros dos restaurantes que miramos no tenían mesa para ese día. Este es un restaurante de batalla: te atienden bien pero la comida es mediocre y se nota que ha sido recalentada y que los ingredientes no son de calidad.
Después de comer fuimos a la Real Fábrica de Cristales de la Granja... pero cierran a las 15:30, así que nos quedamos con las ganas. Luego dimos una vuelta por el pueblo buscando los puntos de interés del mapa (iglesias, ayuntamiento, mercado...), solo para encontrar que muchas veces estábamos delante del edificio en cuestión y que destacaba tan poco que no llamaba la atención. A propósito, muchos de los edificios tienen un decorado de trampantojo tan mal pintado que no engaña a nadie.
Vamos que, aunque estuvo bien sacar de casa a mis padres y pasar el día juntos, no acabó de gustarnos el plan
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