Antes de venir a Japón había oído que los fuegos artificiales eran todo un fenómeno en este país pero no me esperaba que fueran uno de los grandes acontecimientos sociales del año. En Japón, los fuegos artificiales se conocen como 花火 o hanabi, literalmente flor de fuego atendiendo al significado de los kanjis que forman el vocablo. Habitualmente se celebran durante los meses de verano coincidiendo con los matsuris o festivales tradicionales. Los japoneses viven estos festivales con especial entusiasmo y son muchos los que salen a la calle con sus mejores galas vestidos de yukata, el traje tradicional japonés para el verano.
Por supuesto era uno de los acontecimientos que no quería perderme estando en Japón así que este verano, el primero que pasaba aquí, tuve por fin la oportunidad de asistir a un hanabi. Los fuegos artificiales de Japón tienen fama en todo el mundo por ser bastante espectaculares y de larga duración, hasta dos horas que se pueden tirar ahí con el pim, pam, pum. Asistí a uno de los eventos más importantes de la temporada 2010 que se celebró el 31 de julio en Tokio, el Sumida River Fireworks Festival de Asakusa.
Nos avisaron de que al ser uno de los hanabi más populares del año había que ir con varias horas de antelación para coger buen sitio. Así, cuando llegamos a la estación de Asakusa había ya una marea de gente caminando en dirección hacia el río Sumida desde donde se iban a lanzar los cohetes, las dos orillas llevaban horas completamente ocupadas. Para reservar sitio, los japoneses suelen plantar en el suelo un mantel de color azul en plan picnic. Dado que el hanabi tenía lugar en pleno centro de Tokio y asistían millones de personas cortaron algunas calles para tener espacio suficiente donde sentar a todo el mundo.
Nosotros llegamos a la zona un par de horas antes de que comenzara el espectáculo y después de pasar un rato buscando un sitio donde sentarnos al final nos metimos en un parque cercano al río y montamos el campamento junto a un pequeño lago. Aunque los japoneses por lo general son muy cívicos ese día daba todo igual y la gente echaba el mantel donde quería. Primero llegamos unos pocos del grupo por la tarde como avanzadilla para reservar el sitio y ya después por la noche vendría el resto. El problema es que con tanta gente concentrada en un mismo sitio las comunicaciones se saturan y es casi imposible enviar un sms o establecer una llamada, nos costó muchísimo ponernos en contacto con el resto del grupo para que encontraran el punto donde nosotros estábamos. Mientras tanto, como aún faltaba tiempo para que empezaran los fuegos artificiales repartimos funciones en los que estábamos y algunos se fueron a un conbini (tienda de conveniencia) a por cervezas, otros a los puestos de comida para comprar el yakisoba y los yakitori para la cena y otros, en este caso mi amigo Edo de Brasil y yo, nos quedamos guardando el sitio, porque aquello de poner el mantel azul en el suelo y pirarse no nos parecía bien, aunque los japoneses lo hacen.
A las 7 de la tarde empezaba puntualmente el espectáculo y tiraron los primeros cohetes. La gente se lo tomaba con calma y muchos todavía no habían vuelto a su sitio. Es algo normal puesto que el festival iba a durar una hora y media pero choca bastante con los fuegos artificiales en España, que normalmente duran menos de media hora y nadie se quiere perder el principio. Los fuegos artificiales no me parecieron en sí mucho más impresionantes que los que tiran en las fiestas de mi pueblo pero al estar tanto tiempo mirando al cielo y disfrutando de unas cervezas y cenando con los amigos la experiencia se hace distinta.
Sobre las 8:30 los fuegos terminaron y la gente se empezó a marchar, con toda la tranquilidad del mundo por supuesto que disolver aquella masa de gente concentrada en Asakusa ¡iba a durar horas! Como no teníamos ganas de pasar por ningún agobio caminando por la calle o cogiendo el metro en la estación nos quedamos una hora más sentados en el mantel. Unos japoneses que había a nuestro lado empezaron con su hanabi particular y encendieron algunos petardos y bengalas para seguir con la fiesta. Cuando ya todo parecía despejado regresamos a casa después de una tarde de verano agradable.
El segundo hanabi al que he asistido este año se ha celebrado hace unos días, fuera ya de la temporada habitual de hanabi en julio y agosto pero no por ello menos importante. Se trata del Tsuchiura All Japan Fireworks Competition, la mayor competición pirotécnica entre las distintas prefecturas de Japón que se celebra cada año el primer sábado de octubre, van ya por la 79 edición. La ciudad de Tsuchiura, en Ibaraki, está situada justo al lado de Tsukuba así que no podía perderme esta cita y asistí con mis amigos de la universidad. Esta vez fuimos en bici desde Tsukuba para evitar el atasco por carretera y con suficiente antelación para encontrar un buen sitio y comprar las cervezas y la cena. Como el hanabi se celebraba a las afueras de la ciudad en esta ocasión no había problemas de espacio y había un buen número de campos de arroz donde colocar el mantel azul. Ahí nos sentamos, en medio del tanbo (田んぼ), jejeje.
En cuanto a la exhibición de fuegos artificiales, me pareció bastante más espectacular que la de Asakusa. No en vano es una competición entre los principales fabricantes japoneses de fuegos artificiales patrocinados por las distintas prefecturas del país. Todos los aficionados a la pirotecnia acuden expectantes para ver los prototipos de nuevos diseños de fuegos artificiales, que serán la novedad de la temporada del año siguiente. Los fabricantes ponen mucho empeño en causar buena impresión para que los organizadores de los matsuris compren sus productos el verano que viene. Es un espectáculo pero por detrás hay un negocio.
Como en todos los hanabi, el festival estaba preparado para durar varias horas y mantener entretenidos a los asistentes pero esta vez imaginaos si el evento era serio que lo organizadores redactaron un programa con la lista de todos los fuegos artificiales y su título, la forma, la descripción, el nombre del fabricante, la prefectura que lo había patrocinado y la hora exacta a la que iba a ser lanzado, calculado ¡al minuto! Organización japonesa en estado puro, en España a nadie se le ocurriría.
Antes de salir de casa un amigo mío se imprimió esta lista y estuvimos todo el tiempo pendientes de ver si los fuegos artificiales se ajustaban al título y a la descripción: con forma de crisantemo, con forma de cara sonriente, con forma de Kappa (un criatura mitológica del folklore japonés con apariencia de tortuga), con forma de perro, etc. Algunos tenían un parecido con la descripción bastante sorprendente, otros con nombres como 'The flower garden where the butterflies fly around' dejaban mucho a la imaginación.
La primera hora fue un poco sosa. Tiraban fuegos artificiales de forma alternativa desde dos puntos de la ciudad bien separados y a excepción de algunos con formas raras el resto eran normalitos. Sin embargo, durante la segunda hora empezaron a lanzar cohetes desde los dos puntos simultáneamente y a disparar enormes bengalas desde el suelo y dio comienzo el auténtico espectáculo. Desde luego que no había visto nunca nada parecido en las fiestas de mi pueblo y me impresionó bastante.
El ritmo siguió subiendo y los instantes finales fueron increíbles. Un hanabi memorable como decían algunos. Ahora toca esperar hasta el verano del año que viene para seguir disfrutando de los fuegos artificiales en Japón. Espero acudir a unos cuantos entonces y pasar el rato en compañía de los amigos con una cerveza en la mano, no hay nada mejor.