Después de pasar unos días en las Islas Espóradas, regresamos a Atenas para embarcar en un corto vuelo de Aegean Airlines con destino a Santorini, una de las islas más visitadas del archipiélago de las Cícladas y de todo el país.
Es más que sabido que su actual forma de media luna y su peculiar configuración geológica es el resultado de una de las mayores catástrofes naturales de que se tiene constancia: la erupción del volcán hace unos 3500 años, que acabó con la explosión de la caldera tragándose parte de su superficie y partiendo la isla en dos. Se formó un cráter de 22 kilómetros cuadrados y posteriores erupciones originaron las tres pequeñas islas visibles desde el acantilado.
Aunque habitualmente nos referimos a Santorini como una única isla, en realidad es un archipiélago formado por cinco islas: Thira, Thirassia, Palia Kameni, Nia Kameni y Aspronisi, todas ellas resultado de la gran erupción volcánica. Tan sólo Thira (o Fira) y Thirassia están habitadas, mientras que en el resto continua existiendo cierta actividad volcánica.
Debido a la ubicación de Santorini sobre el llamado arco helénico donde la plataforma africana se desliza por debajo de la euroasiática, la actividad sísmica es también constante. En el año 1956, la isla padeció un devastador terremoto que destruyó gran parte de la ciudad de Fira, renaciendo posteriormente como desafío a la poderosa madre tierra.
Después de esta pequeña introducción, debo decir que teníamos muchas ganas de conocer Santorini y quizás cada uno de nosotros por motivos distintos. Éramos también conscientes del cambio brusco que suponía pasar de la tranquila y verde isla de Skopelos al secarral y archiconocida isla de Santorini, lo que entusiasmaba a nuestra hija porque con sus casi dieciocho años, lo de paz y tranquilidad, bien, pero hasta cierto punto. O sea que, todos contentos, porque con sus más y sus menos a los tres nos cautivó y disfrutamos enormemente de sus paisajes, de los colores de sus construcciones, de sus puestas de sol y de los increíbles cielos azules.
Intentaré enumerar sin ningún orden los más y los menos bajo mi único criterio (porque seguro que lo que para mí fuera un inconveniente para nuestra hija pudo ser un top ten).
Lo más de Santorini:
1.- La espectacular morfología tanto de Fira, su capital, como del pueblo de Oia. Ambas se encuentran construidas sobre un acantilado que cae en picado sobre el mar y se asoman a la caldera, el hueco dejado por el volcán y ocupado ahora por las aguas del Egeo.
2.- La gran capacidad de sus habitantes de hacer resurgir de los escombros del terremoto de 1956 unas construcciones tan bien adaptadas al terreno, muy sencillas pero a la vez extremadamente bellas.
3.- Pasear por Fira a las siete de la mañana y acercarse a la caldera cuando las calles están aun desiertas, los negocios cerrados y tus privilegiados ojos no dan crédito a tanta maravilla.
4.- Los colores de la isla: el blanco y el azul. El blanco limpio de sus encaladas paredes y el azul de las cúpulas de las pequeñas iglesias ortodoxas que inundan todos los rincones de la isla compitiendo con el intenso azul del cielo. La imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en una típica isla griega.
5.- Las espectaculares puestas de sol desde Fira y especialmente desde Oia y el color rosado que va envolviendo las casas con el dorado atardecer.
6.- Las increíbles, bien logradas y mágicas terrazas tanto en Fira como en Oia desde donde se puede disfrutar del paisaje, especialmente a última hora de la tarde mientras se espera la puesta de sol.
7.- El atardecer en Oia, cuando empieza a iluminarse tomando un aspecto de pueblo de las mil y una noches.
8.- Sus viñas, bodegas y su vino. La ceniza volcánica y la lava volcánica aportan a la tierra las condiciones idóneas para el cultivo de la viña. El assyrtiko es una variedad local que se cultiva desde la antigüedad y una de las mejores cepas para elaborar el vino blanco. Se realiza un sistema de poda ancestral con los sarmientos más largos arrollados en el suelo para proteger los racimos de los rayos del sol y del viento que sopla a menudo en la isla. Como resultado de todo ello encontramos vinos elaborados con más de 300 variedades, algunas ya cultivadas en la época clásica que se pueden resumir en dos grandes grupos: un vino blanco y seco parecido a un vino de aguja y el famoso Vinsanto (cuyo nombre significa 'vino de Santorini' y no 'vino santo'), un vino muy dulce y empalagoso ya conocido en tiempos de Homero. Leo que en Santorini se encuentra el viñedo más antiguo que aún está produciendo hoy en día después de casi 3500 años de Historia. Curiosamente, la misma afirmación la escuché el pasado mes de abril en la ciudad eslovena de Maribor. Se pueden visitar varias bodegas repartidas por toda la isla. En nuestro caso, visitamos la pequeña bodega Gavala en el pueblo de Megalochori, una de las más antiguas y explotada actualmente por la cuarta generación de la misma familia y donde se sigue pisando la uva con los pies.
9.- Excursión al volcán de Nea Kameni. Observar las variadas tonalidades de la piedra volcánica, los diferentes cráteres, el olor a azufre y las fumarolas que evidencian la existente actividad, así como el calor que se desprende en algunos puntos de los cráteres centrales, las higueras y flores que crecen en un terreno a simple vista tan agreste. La excursión también merece la pena para poder contemplar la caldera y el pueblo de Fira desde el mar.
10.- Descubrir que aun quedan pueblos como Megalochori que escapan de las masas de turistas y donde se puede caminar sin verse acosado por las multitudes, saboreando el paseo por sus calles peatonales que conducen a la Plaza Mayor.
11.- Visita a las ruinas arqueológicas de Thira. Pasado el pueblo turístico de Kamari, se toma un desvío y se sigue una carretera de curvas infernal pero que ofrece unas vistas impresionantes a medida que va subiendo. Arriba de la montaña calcárea que forma el cabo de Mesa Vouno se encuentra la antigua ciudad de Thira o Tera, un interesante emplazamiento arqueológico. Se pueden ver los restos de distintas civilizaciones que se asentaron, empezando por los dorios en el siglo IX a.C., siguiendo por los griegos, los romanos y los bizantinos. Son interesantes los restos de la pequeña iglesia bizantina, el antiguo templo con relieves de diferentes animales tallados en la piedra, como un león o un delfín. También los restos del ágora o las de un teatro. El emplazamiento es de considerables dimensiones y la visita es muy agradable tanto por las vistas sobre Kamari y el inmenso azul del mar de fondo, como por la brisa que corre.
12.- Escapar de las multitudes y refugiarse en la iglesia del convento de clausura de las dominicas en Fira, contiguo a la catedral católica de la ciudad para escuchar los cánticos de las monjas. El convento se fundó en 1596 y fue la única orden monástica que permaneció en la isla después del terremoto de 1956. La avanzada edad de las monjas hizo temer su desaparición pero a principios de los años 80 llegaron a Santorini las primeras monjas españolas. Actualmente son unas quince, de las cuales únicamente dos son griegas.
13.- Playas bien dotadas con parasoles de paja así como casetas para poderse cambiar cómodamente.
14.- A pesar de que no se ven tantos perros sueltos como en Atenas, sí que vimos algunos, especialmente en Oia. Me gustó que todos lleven su chapa identificativa y que se encuentren algunos dispensadores de pienso para estos animales callejeros.
Lo menos de Santorini:
1.- Las multitudes que invaden los lugares más turísticos de la isla, especialmente las estrechas y retorcidas calles empedradas de Fira que, literalmente ,se llenan cuando desembarcan los miles de cruceristas. Ver las puestas de sol rodeados de tanta gente que hace perder gran parte de su encanto y te hace sentir como en un parque de atracciones.
2.- Estar en la playa y sentir como los vuelos chárter no dejan de sobrevolar tu cabeza, especialmente en la playa de Kamari cercana al aeropuerto.
3.- Los cientos de quads que invaden las carreteras de toda la isla y que se han convertido en uno de los principales medios de transporte para los turistas que visitan la isla en un solo día. Encontrarse una hilera de quads aparcados en el cabo de Akrotiri, cerca del faro, fue una decepción ya que ilusa de míPensaba que encontraríamos un lugar solitario. Menos mal que las vistas sobre los acantilados merecieron la pena.
4.- Que mucha gente no respete las normas de tráfico y que la obligatoriedad del uso de cinturón de seguridad o de casco en el caso de los conductores de motocicletas no sea de uso generalizado.
5.- Las procesiones de burros y mulas que transportan a los turistas desde el puerto viejo de Fira o desde el puerto de Oia hasta el pueblo. Adornarlos con unos ridículos atuendos y tenerlos 'aparcados' a pleno sol no me pareció nada agradable por muy típico que se considere. Para evitar los 586 escalones se puede subir en una rápida y cómoda telecabina por 4€ por persona. Por la edad media de los encargados de los animales, parece ser que el negocio tiene los días contados. La mayoría tienen edad de estar retirados y sus descendientes se dedican a otras actividades que les aportan mayores ingresos.
6.- No poder visitar las excavaciones arqueológicas de Akrotiri, cerradas hasta no se sabe cuándo. En septiembre de 2005, la estructura metálica que se había levantado para cubrir parte del yacimiento, se desplomó matando a un visitante, razón por la que las excavaciones se cerraron al público. El lugar se remonta a un asentamiento de la civilización minoica que quedó sepultado por la lava volcánica. Gracias al buen estado de conservación en el que se encuentran los edificios se han podido conocer los métodos de construcción, los materiales utilizados, ordenación de las viviendas y el tipo de decoración. Como alternativa, recomiendo visitar el Museo de Tera Prehistórica donde se exhibe el material encontrado en las excavaciones, con una interesante colección de frescos, bronce, cerámica y una pieza única: una pequeña cabra de oro, la 'estrella" del museo, que se encontró escondida bajo el suelo de una casa. Teniendo en cuenta que sólo se ha excavado un 5% puede hallarse aún mucha información escondida acerca de la desaparecida civilización minoica.
7.- Las playas de Kokkini (o playa roja) y Messa Pigadi (o playa negra). La playa de Kokkini es bonita para ver el efecto de la piedra roja debido a su alto contenido en sales de hierro, pero está a reventar y la basura se acumula en algunos rincones. En realidad, casi todas las playas de Santorini son de arena negra (que quema como el demonio). Sin embargo, sólo a una de ellas se la conoce como Playa Negra. No está tan atestada como la roja pero no es nada del otro mundo y también bastante sucia.
8.- En Santorini a cada paso te encuentras una iglesia, ermita, monasterio o capilla. La mayoría de ellas las han hecho construir particulares en señal de agradecimiento o simplemente para su propio uso. Es lógico que se encuentren cerradas, pero me hubiera gustado curiosear un poco su interior.
10.- Algunos precios abusivos. Normal, siendo un lugar tan turístico.
En conclusión, más pros que contras. Santorini es una isla preciosa, con suficientes alicientes para dedicarle unos días. Descartamos el propósito inicial de visitar Folegandros porque los cuatro días completos en Santorini se nos quedaron cortos. Y lo más gratificante: ver a nuestra hija tan feliz por verse cumplida una de sus ilusiones.