Revista Viajes

Escapada del fin de semana

Por Pablosolorzano

CALLEJEANDO EN REGENSBURG: ENTRE GOTICOS, ROMANOS Y EL DANUBIO

Los aviones cruzaron sobre el pueblo sin apuro; eran tantos que por momentos parecían parte de un ejército preparado para una gran invasión. El ensordecedor zumbido de todos los motores se escuchaba como si fuera uno solo.

De pronto los aviones empezaron a soltar cientos y cientos de esferas de fuego sobre la tierra. No eran misiles, no eran bombas; no caían con la mortal rapidez de un instrumento de destrucción. Esas bolas descendían lentamente como como si fueran envíos de ayuda que cayeran con inoportuna lentitud sobre un territorio devastado; y parecían encender todavía más la vehemencia de su brillo al acercarse a la tierra nevada… Pureza del contraste. Cuando los tuvieron lo suficientemente cerca para notar lo que pasaba se dieron cuenta que esas esferas que se movían como péndulos rabiosos no eran sino cuerpos que con alocados espasmos trataban de sacudirse el dolor: Cientos de hogueras humanas habían sido arrojados al mundo como un espectáculo de horror: Ellos querían iluminar la tierra con la sapiencia del miedo. Despierto de mi ensoñación de pesadilla, detrás de las ventanillas del tren que me lleva a REGENSBURG o RATISBONA no hay, felizmente, antorchas humanas que caigan; todo es una blanca infinitud.

No hay matices en el cielo, ni emulsión de colores sino más bien un pálido monologo que avisa amenazante el final de la tregua: La nieve volverá a caer pronto. Creo que la visita al campo de concentración de DACHAU (ver entrada anterior) ha estimulado en mí un despertar de imágenes horribles. 

El tren entra a una velocidad tremenda en una dimensión en la que parece imposible que existiera lugar alguno. Pero hay pueblos y tienen nombres que al intentar pronunciarse lo único que se crea son sonidos ominosos que no parecieran denominar lugares sino más bien elementos de un recetario mágico. Veo con curiosidad los detalles del paisaje: Las puntas de las iglesias agujerando el cielo; los techos de pizarra de las casas; las puertas de colores; las calles empedradas; la nieve que todavía cuelga sobre las ramas de los árboles desnudos; las contadas personas que caminan sobre alguna estrechísima calle y que parecen echar espectros vaporosos cuando abren las bocas; veo el humo de las chimeneas flotando como fantasmas de humo en dirección a las laderas donde el verdor de los bosques de coníferas rompen el espectral dominio de lo blanco. En fin, veo todo con ojos que han sido sorprendidos por el exotismo; los mismos que cualquier alemán de estos lares tendría al ver pasar por la ventana de un bus los villorrios de los Andes.

Toma de contacto: La Maximilianstrasse es una calle larga que parte desde la misma entrada de la estación de tren de REGENSBURG y que se mete como una lanza por un costado del pueblo; por allí voy entre parques que parecen sacados de un cuadro romántico, esquinas adornadas con navideñas guirnaldas y gente a la que el frío no arredra y ha salido a hacer las compras. Levanto la vista, nunca falta un bello edificio, una imagen curiosa, pero no me quedo mucho tiempo detenido, quiero que mi cuerpo siga produciendo calor y me refugio dentro de una maravilla: La ALTE KAPELLE.

CALLEJEANDO EN REGENSBURG: ENTRE GOTICOS, ROMANOS Y EL DANUBIO

REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

Sí, sí y sí. He escrito mucho sobre las iglesias europeas, las he visitado y cuando las describo no puedo dejar de usar adjetivos que suenan a tópicos: Fascinante, bellísima, sorprendente, imponente. Esta capilla, qué austera fachada, merecería un entusiasta descripción que dejara notar mi fascinación pero no pienso cansarte más describiéndote lo evidente. Lo que no puedo dejar de hacer es recomendarte, casi rogarte, entrar y visitarlo.

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

Dentro todo es un festín brillante donde la armonía rococó se impone y aunque puede parecer recargado es encantador: Si te dejas llevar estoy seguro que harás como yo: No podrás bajar la cabeza y mirarás y mirarás hacia el techo como quien mira un cielo cuyos signos se pueden entender.

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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Al corazón de REGENSBURG se le ve puede ver casi desde cualquier rincón de la ciudad: sus dos altas torres emergen sobre las casas dejando ver que nada puede ser más elevado que la sucursal del Dios cristiano. Hablo, por supuesto, de la CATEDRAL DE SAN PEDRO. Como toda iglesia medieval de tamaño colosal ésta también se me antoja un bello delirio. Resumen de un inmenso conocimiento y aplastante exhibición de grandeza; la piedra parece haberse hecho epopeya; encarnación de sabiduría, representación de algo que desborda el mismo entendimiento.

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En sus paredes penden vírgenes y santos que se mezclan con horrendas gárgolas de cuyas bocas se proyectan amenazantes estalactitas de hielo; caminas a los pies de la mole y te sientes aplastado pero al mismo tiempo absorbido: Como si el edificio tuviera vida propia y te dejara sentir la opresión de la tradición y al mismo tiempo te admitiera dentro de un misterio que se presiente pero que nunca se podrá entender.

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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Pero es en la fachada oeste donde está lo más sorprendente y extravagante de este edificio: Emerge de la piedra un bosque enrevesado de esculturas, figuras e imágenes yacentes que están allí en su apacible trato con la eternidad pero dispuestas de tal modo que parecen un conjunto en perpetuo movimiento; se ubican frente al visitante como un gran libro que estuviera escrito con un alfabeto inentendible para nuestros ojos modernos que no comprenden la sabiduría que se guarece detrás del símbolo. ¿Es un resumen de lo que veremos dentro?, ¿Es una advertencia o una invitación a quienes nos acercamos a este espacio?, ¿Es todo este desmesurado adornamiento pétreo de donde emergen imágenes sagradas la continuación de la tradición romana que tenía al dios Jano como la divinidad de la puerta y del mes que 'abre' el año –januarius-, como bien dice el profesor Jean Hani?

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He aquí que estoy en medio de la serenada penumbra y tímidos centelleos de la vieja San Pedro. Me sorprende lo escueto de la ornamentación interior, la austeridad de sus capillas. Al haber visto una puerta tan sobrecargada pensaba que dentro todo iba a ser una explosión infinita de inmensos altares y brillos descomunales pero no; parece que en este sitio se ha dado más importancia a la estructura en sí misma, a que todo se exprese en las dimensiones y las formas de lo construido. Pasos que resuenan como tímidos ecos que se pierden en la inmensidad del espacio; el visitante solo se ampara en la poca luz que se cuela por las inmensas vidrieras en donde Pedro está representado hasta 100 veces.

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REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA

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En medio, la bóveda de crucería nos regala sus elevados 32 metros de vértigo. La mirada pende en la nada, todo en una iglesia católica te invita a mirar a lo alto como buscando allí el motivo, la respuesta, la explicación de lo inexplicable. Pero toda belleza tiene su ración de sombras y la Iglesia Católica como toda institución inventada por el hombre tiene lo suyo en cuanto a podredumbre y hediondez: La voz de algunos de los integrantes del coro de esta catedral, los DOMSPATZEN, se ha agriado, tienen ahora el embozo de las sombras como herencia de los abusos a su inocencia mancillada por algunos de los miserables curas de esta misma iglesia. 

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Detrás de la gran Catedral se encuentra lo que se considera la construcción más antigua de Alemania, se trata de la PORTA PRAETORIA del año 179 que limitaba por el norte al Campamento Legionario Romano que con el tiempo se convertiría en CASTRA REGINA (fortaleza romana) de donde viene el nombre de REGENSBURG. Es decir este inmenso murallón donde ahora se posan construcciones más modernas es un legado de aquella época en que el sabio y filósofo emperador MARCO AURELIO extendió los límites de su Imperio hasta las orillas del Danubio. Poco a poco esta ciudad que fundara el estoico líder romano se convertiría en la primera capital de Baviera, residencia de la alta nobleza por más de 600 años, pero esa historia ya te la contaré luego. Ahora sigamos caminando, que el Danubio espera por nosotros. Cualquier callejuela que nace en la parte derecha de la UNTER DEN SCHWIBBÖGEN, arteria donde se ubica la puerta romana, te lleva en dirección al río.

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A los pocos minutos tienes frente a ti los 310 metros de largo y los 15 macizos arcos de lo que los nativos consideran una maravilla del mundo: El STEINERMEBRÜCKE o PUENTE DE PIEDRA. Construida en el siglo XII, los que saben (y la oficina de marketing turístico de la ciudad) dicen que es un logro extraordinario para su época ya que con él alcanzaron cruzar los dos brazos del Danubio y tener lo que fue en su día el único paso fortificado que cruzara el conocido río. Así que imitando a los caballeros que durante la segunda y tercera cruzada pasaron por aquí en dirección a las cálidas tierras de oriente puse pie sobre el largo puente y me fui caminando por allí.

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No tiene ornamentación, ni alguna llamativa escultura y sus faroles son más bien simplones. Pero como acto de desagravio para el visitante, el puente permite tener una excelente vista de Regensburg: Lo más llamativo es ver como emergen las torres de la catedral que parecía un monstruo vestido con el satín de la niebla y que sediento se abría paso hacia el río. La pétrea superficie del puente era fría como las desesperadas caricias de los muertos; se escuchaba el fantasmal ulular del viento como si fuera ecos de los espectros de los ahogados y de los guerreros muertos en las orillas del Danubio.

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Ningún barco arrugaba las aguas; la columna vertebral de Europa central estaba casi congelada y por ningún lado había matices de azul que hiciera recordar la armonía del vals. Así que aquí estaba el famoso Danubio, límite de imperios y eje de la vida y la cultura de lo que una vez fue el centro del mundo: Europa tan sedienta entonces de conocimiento universal y tan cerrada hoy en sí misma como una flor tímida y marchita que ha renunciado a ver la luz.

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Al final del puente está el STADTAMHOL, un barrio de laberínticas calles que es en realidad una pequeña isla franqueada por canales y que junto al centro de la ciudad fue considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad el 2006. ¿Algo interesante que ver aquí? Posiblemente sus edificios no tengan el encanto medieval de los que se construyeron al otro lado pero es un lugar a los que los turistas casi nunca van y pude ver casas de colores pastales que avivan el ambiente invernal.

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Yo la pasé bien vagabundeando por esas calles y creo que las cosas más 'raras' de Regensburg las vi allí: Tres reyes magos, con más pinta teutona que oriental, que calados de frío tocaban la puerta de una casa para entregar un regalo; obviamente no habían llegado allí en camellos sino en una bonita furgoneta de DHL. Mientras me acercaba al SCHLEUSEN KANAL veía a lo lejos el perfil de una mujer sentada en la puerta de un edificio; ella tenía una rara belleza gótica: Era muy blanca, pelirroja y por lo que pude inferir estaba vestida de negro y usaba tacones altos; 'qué loca esta mujer, estar vestida así con este frío' pensé; cuando me acerqué me di cuenta que la dama no era sino un maniquí muy real que tenía una mano levantaba y saludaba como lo haría una delicada anfitriona dando la bienvenida a su casa. Desde ese momento ya no me saqué las gafas.

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No sé cómo terminé de vuelta en la orilla del río y desde allí veía el pueblo entero: La unanimidad de lo blanco sobre sus techos; cielo y tierra parecían fusionarse gracias a la pálida luminiscencia arcaica que se volcaba sobre el mundo; la bimilenaria Regensburg convertida en el hábitat donde solo pareciese palpitar la niebla, el silencio, la nada. Romanos, bárbaros, hombres del medievo, santos y guerreros, pecadores y genios, oscuros dramas y alegrías: Toda una amalgama de historias que le daba carácter a una ciudad que al igual que Praga se considera la 'ciudad de las torres'.

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Volví sobre mis pasos, crucé el puente para meterme de nuevo en el vientre del pueblo, todavía quedaban muchas cosas por ver…
Pablo
DATOS ÚTILES

  • Desde Munich tienes trenes hacia Regensburg cada hora, hay que tomar el de tipo Regional (RE, RB). Se debe comprar el Bayer-ticket que cuesta 21 euros ida y vuelta y no olvidar escribir tu nombre con bolígrafo, es necesario ya que el ticket es intransferible. Aunque si se paga 29 euros pueden viajar hasta 5 personas; ojo, solo dentro de Baviera.

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