La verdad, me encanta el concepto de los trenes turísticos. Son ecológicos, y te permiten explorar lugares interesantes con un guía. ¡Hasta te amenizan el trayecto! Mi primera prueba con estos trenes fue la visita al interesante paisaje del Campo de Criptana con el Tren de los Molinos.
El viaje cuesta 50€ y los trenes salen de Atocha o Chamartín. Durante el trayecto de ida, de unas dos horas, tienes una pequeña dramatización de Cervantes comentando sobre el Quijote y los molinos, y también te reparten una guía con el orden de las excursiones y los restaurantes en los que puedes comer entre ellas.
Lo primero que visitó mi grupo fue la Sierra de los Molinos. Hay muchos, pero solo los de tejado negro son los históricos originales. De los demás, uno lo hizo el ayuntamiento y el resto diferentes embajadas sudamericanas. La idea era hacer un minimuseo de sus países dentro de cada uno, pero hoy en día cada molino tiene temáticas propias.
Nosotros entramos en uno de los molinos tradicionales, donde aprendimos los mecanismos para rotar el molino para que agarre vientos favorables, pararlo, moler... Es increíble la complejidad que tenían y el nivel de sofisticación mecánica que alcanzaron.
Luego, entramos en otro molino dedicado a la gran Sara Montiel, donde nos hablaron de su vida y pudimos ver algunos de sus vestidos, objetos y carteles de sus películas...
Acabadas las visitas a los molinos, entramos al centro de interpretación, donde ahondamos en la historia de los molinos y su funcionamiento, cuánto ganaba un molinero y otras curiosidades. También había una pequeña exposición de arte.
Después teníamos tiempo libre, que aprovechamos para visitar el molino dedicado a la historia del vino, que en la planta baja tiene una recreación de una taberna romana y según subes empiezas a conocer la historia y características del vino manchego.
Llegó entonces la hora de comer y, como íbamos de bocata, elegimos una de las paradas en el centro histórico para visitar el barrio de Albaicín y ver la iglesia, el ayuntamiento y el pueblo en general. Había tiempo más que de sobra para verlo todo antes de que se reanudara la excursión.
La primera parada de la tarde fue el Pozo de Nieve, donde esta se compactaba para crear hielo para todo el año. Es una visita curiosa, y al lado hay una iglesia donde se encontró una virgen románica, pero como esta no está ahí, sino en el pueblo, el templo no tiene demasiado interés.
Luego, visitamos las Bodegas Castiblanque, donde nos contaron su historia y nos explicaron y mostraron los procesos que llevan a cabo para fabricar el vino, con una gran inversión en tecnología. Finalizó la visita con una cata de tres vinos distintos, acompañada de maridajes de productos típicos de la zona (a mí, como no bebo vino, me dieron un mosto). La verdad es que estaba delicioso.
Con esto, acabó el día y regresamos en el autobús al tren. Debo decir que me encantó, y sin duda iré a más excursiones en trenes temáticos.
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