Antiguamente se creía que la Tierra era plana, una especie de isla en medio de un mar inmenso. La punta de Finisterre, la añeja Finis Terrae que denominaron los romanos: el lugar donde acaba la tierra, es una franja de territorio que se adentra en el mar y se une por medio de un istmo arenoso al promontorio rocoso del cabo Fisterra, era el extremo del mundo conocido por aquel entonces. Más allá se extendía un inmenso océano sin confines. Aquí se aúnan la belleza del paisaje con las más ancestrales leyendas.
El mismo Décimo Junio Bruto no quiso despedirse como general vencedor de estas tierras sin antes acercarse a este punto para ver como el Sol se hundía sobre el mar. Por su parte, los geógrafos Plinio y Estrabón situaron en este lugar el conocido como Portus Artabrorum. También cerca de aquí localizan a la mítica y legendaria ciudad de Dugium. Lo que sí es cierto es que en lo alto del monte se encuentran los restos arqueológicos, aún sin estudiar ni excavar, de Vilar Vello. Pocos lugares con más historia existen en Galicia y, por extensión, en torno a todo el norte peninsular.
El Cabo de Finisterre era considerado el final del mundo conocido en la Antigüedad./Grela
Frente al cabo se ha disputado alguna que otra contienda militar marítima en tiempos pasados. Sobre estas aguas han acontecido grandes batallas entre ingleses y franceses durante la segunda mitad del siglo XVIII. Finisterre es también enclave privilegiado del Camino de Santiago. Como finalización del mismo, a 90 kilómetros de la capital coruñesa (Santiago de Compostela) se contruyó aquí la iglesia de Santa María das Areas a finales del siglo XII, lugar donde se encuentra la imagen del Santo Cristo de Finisterre.
El viaje a Finisterre, por su significación geográfica e histórica, es un rito iniciático para viajeros avezados. Ahora ya sabemos que la Tierra es redonda y que más allá de Finisterre se extienden las costas de América. Sin embargo, este punto occidental de Europa no ha perdido su fascinación y vale la pena viajar hasta él para sentarse en las rocas y contemplar el mar batiendo incansable contra los acantilados y las negras rocas. A decir verdad, hay pocas cosas más hermosas en el mundo que disfrutar de una puesta de sol en Fisterra, al margen de la espectacular vista de la costa.
El mítico cabo de Finisterre es, junto con el cabo Touriñán, en Muxia, el punto más occidental de la península ibérica, con permiso de otro vecino cabo, del Cabo de la Nave, también perteneciente al concello de Fisterra. Siempre que el día sea claro, las vistas desde él resultan sobrecogedoras. El cabo es una lengua de tierra rocosa que se adentra en el mar unos tres kilómetros y tiene un ancho de 1,5 km.
Faro de Finisterre./Maksim
Además, por el camino el viajero podrá gozar de bellos paisajes con historia tan evocadores como el monte Pindo o las cascadas de Ézaro y la isla Cée, la ruta de la Costa da Morte. Desde la cumbre del monte Facho se divisa el islote O Centolo que la leyenda y la historia dice rodeado de naufragios. Allí pudo estar el altar romano dedicado al sol. Para llegar a este sitio el viajero tomará el camino que sale a la derecha del cruce anterior al faro. Éste, construido en 1868, es uno de los lugares más visitados de toda Galicia. Ante el faro, de 17 metros de altura, emergen los islotes Lobira Grande y Lobeira Chica.
En el cabo de Fisterra el viajero puede encuentrar los restos de la ermita de San Guillermo, un recinto cuya visita propiciaba la preñez de las mujeres infértiles. La ermita ha suplantado a un santuario prehistórico de origen fenicio donde los lugareños practicaban el coito buscando descendencia. En la villa del pueblo también puede visitarse la iglesia de Nosa Señora das Areas, que posee partes románicas, góticas y barrocas, así como el Castillo de San Carlos, edificado en el siglo XVIII y actual sede del Museo del Mar, el monumento al Emigrante, o el Cementerio del Fin de la Tierra, diseñado por el arquitecto César Portela.
Puesta de sol desde el cabo de Finisterre./Arm.arte
De vuelta al pueblo de Fisterra, marinero y encantador, hay que visitar la iglesia de Santa María, de estilo gótico tardío con muchos detalles románicos. En su interior está la capilla del Santo Cristo, cuya talla, del siglo XIV, es gemela de la que hay en la catedral de Ourense. En la ruta por estas tierras la presencia de faros y los populares hórreos gallegos es continua. También hay por aquí abundantes restos prehistóricos y megalíticos (dólmenes, petroglifos, castros celtas,…) Los amantes de la historia y los espacios abiertos encuentran aquí su paraíso.
No resulta nada extraño que, como uno de los lugares turísticos de toda Galicia, Finisterre se haya convertido en el segundo enclave de la región más visitado después de Santiago de Compostela. Tampoco desmerecen en Galicia la visita a la Torre de Hércules, O Cebreiro o Tui, por citar solo unos ejemplos. Si el viajero desea ampliar estancia por estos lares, la excursión se puede alargar por A Guarda o Allariz.