Los viajeros empedernidos vemos cada día festivo como una oportunidad para viajar. Por eso, recientemente, en concreto los días que rondaban el pasado fin de año 2014, pude visitar Salamanca, una de las ciudades más monumentales y encantadoras del territorio nacional. Desde hace tiempo, me he propuesto conocer España en mayor profundidad, ya que muchas veces me fijaba más en lo que había fuera que en lo que tenemos aquí, a dos pasos de nuestra ciudad, y cada vez me sorprendo más de los lugares que tenemos. Tierra de tradición universitaria, legado histórico, estatuas, referencias literarias, buen comer y agradable ambiente, la ciudad charra se presta perfectamente a una pequeña escapada.
Sin duda, uno de los principales atractivos en Salamanca son los monumentos de la ciudad: Las diferentes sedes de la Universidad, emplazadas en edificios históricos, donde poder ver la popular rana (situada encima de una calavera); la catedral de la ciudad; los conventos como el de San Esteban o de la Anunciación; o la Casa de las Conchas. No obstante, aunque conocimos el exterior de todos ellos, nosotras solo visitamos la Casa de las Conchas, de entrada gratuita y con una exposición de fotografía sobre Oporto, y subimos a las torres de la Catedral para ver las vistas (aunque también se puede percibir parte del interior de la catedral). También si se prefiere se puede subir al edificio principal de la Universidad, situado en frente de la Casa de las Conchas.
No obstante, preferimos pasear por la ciudad, dejando estos bellos monumentos muchas veces como telón de fondo para empaparnos de cómo es la urbe y conocer el ritmo tranquilo de la misma. Para ello, tras conocer la bella Plaza Mayor, y por estas fechas decorada con una gran bola de Navidad, decidimos bajar a la parte inferior de la ciudad, separada por muralla y pasear hasta el puente romano.
Ya he comentado en anteriores ocasiones que podría definirme como una viajera en busca de momentos; “captadora de momentos”. Ya alcanzado el puente romano, cuando pude advertir la bella estampa de la ciudad que se lograba desde este punto, con el frío aunque soleado día marcando el ritmo de nuestra marcha, sentí una de las mejores sensaciones de todo el viaje. En el paseo a orillas del río se puede contemplar la estatua homenaje al Lazarrillo de Tormes, popular novela española del siglo XVI que contaba las andanzas de un joven humilde nacido en estos lares. También se ve la entrada de la Casa Lis, Museo Art Nouveau y Art Déco, que nos pareció cerrado ese día pero que puede ser también una visita interesante. Desde luego, imponente es su fachada.
Subimos por esas calles empinadas que hacen además de la Ribera del Tormes de Salamanca una ciudad encantadora y llegamos, por detrás de la catedral, al Huerto de Calisto y Melibea, donde se supone que Fernando de Rojas, autor del libro relativo a estos amantes, conocido como ‘La Celestina’, ubicó la historia. La realidad es que en la novela la ciudad es anónima y hay diversas teorías sobre la urbe que podría ser. Pero eso queda en un segundo plano, también, si al visitar el lugar, uno intenta pensar cómo el jardín podría ser el lugar de encuentro entre dos jóvenes enamorados a espaldas de la gente. El lugar tiene su embrujo. Tras pasar por la puerta, ya algo de cuento, se puede disfrutar de una bonita zona ajardinada y unas vistas ideales para un momento romántico, tanto de “extramuros” como del mismo casco antiguo. La verdad es que ahora las parejas ya no se esconden. Y mis amigas y yo, que viajamos en un modo distinto, cambiamos los arrumacos por las autofotos con la catedral al fondo. Los tiempos cambian
Dónde beber y comer en Salamanca
Otra forma que sin duda no se puede obviar de disfrutar Salamanca es a través de su comida y bebida. Además de la oferta gastronómica, amplia en la ciudad, hay varios lugares ideales para desayunar, irse de tapas y disfrutar de un ambiente tradicional pero que no pasa de moda o de nuevo cuño pero con el buen saber hacer de los lugares de toda la vida. Para desayunar, os recomiendo el Mandala, Delicatessen o El Corrillo. Son lugares con una carta amplia, decoración encantadora y buen servicio que redondean la experiencia viajera en la ciudad.
Otro día paramos a tomar un vino en la taberna Dionisios, que por el estilo y el llenazo, uno puede advertir rápidamente que es un lugar de toda la vida. Haciendo fotos, nos hicimos “amigas” de los asiduos del lugar y pudimos entrar un poco más en el calor salmantino.En cuanto a comer, puedes elegir entre comer de mesa o irte de tapas, bien tengas las ganas o cual sea tu objetivo. Si bien se puede elegir qué se prefiere para comer sentado, tengo que decir que para viajeros low cost como yo, hay lugares bastante caros por el centro. No obstante, se encuentran otros asequibles y que están bien. De este último tipo, fuimos al iPaniVino y comimos fenomenal, siendo además un local muy bonito y con una oferta de vinos también especialmente destacable. Si queréis pagar algo más, podréis disfrutar de buenos restaurantes por la zona del centro. En cuanto a las tapas, en los locales más caros, suelen ser algo escasas. Pero hay una zona más “de batalla”, como se suele decir, que es la calle Van Dyck, donde cada lugar está especializado en varias tapas diferentes y que por un módico precio te permite disfrutar de buena comida. De esta última, os recomiendo muchísimo ‘La Parrilla’, cuya tapa es siempre de carne pero variada y riquísima. ¡El montado de lomo estaba espectacular!
Una visita a La Alberca
Como Salamanca se recorre fácilmente en uno o dos días, aprovechamos otro para acercarnos al pintoresco pueblo de La Alberca. Situado a unos 70 kilómetros y no siendo muy difícil llegar (¡bendito Google Maps!), este pueblo es una visita muy interesante solo por su belleza, que se encargan de advertirte ya antes de entrar con un cartel que anuncia que estás en “Uno de los pueblos más bonitos de España“. La peculiar arquitectura de las casas, sus calles irregulares, estrechas y empedradas, el conjunto de piedra y madera que parece que nos devuelve a la Edad Media y sus plazas, iglesias y tabernas, con tal sabor antiguo, hacen que este pueblo sea encantador. Nos alejamos un poco hasta el final del pueblo y vemos ya la naturaleza en estado puro; el río; y la paz que caracteriza los lugares del estilo. Aunque no hay mucho más que ver, el lugar se disfruta ampliamente; solo con contemplarlo basta. Prueba de ello es que fue el primer pueblo en ser reconocido como Monumento Histórico-Artístico. Luego paramos en la plaza central para comer en una de sus tabernas y disfrutar, una vez más, del ambiente de pueblo del lugar. Muy recomendable.
Datos prácticos:
- Cómo ir de Madrid a Salamanca: Aunque la ida la hice en Blablacar, la vuelta la realicé con la compañía Avanza Bus, cuyo servicio exprés de dos horas a Madrid, me costó 20 euros.
- Hotel: Nos alojamos en el hotel Amefa, con una tarifa de 33 euros por habitación doble los días de entre semana y 50 el día de Nochevieja. Los primeros días, a pesar de tener radiadores, no pusieron la calefacción y pasamos algo de frío. El resto, todo correcto. Como un buen hostal.
- Precio de entrada a las Torres de la Catedral de Salamanca: 3. 75 euros.
- Precio de entrada a Clerecía, Universidad Pontificia y Torres: 6 euros.
- Cómo ir a La Alberca: Nosotras utilizamos Google Maps pero una vez que se sale de Salamanca es casi todo camino recto. Son unos 70 kilómetros. Hay que tomar la carretera N-620; después la CL 512; tras esa la SA 205; la SA 210; SA 201 y se llega al pueblo.