Las balas que nadie va a usar nos distraen de la realidad que vive una sociedad cada vez más desanimada y triste. Un mundo dividido por banderas de nadie.
Alucino con las cosas que preocupan al mismo ciberuniverso que comparte su indignación por animales reventados y famélicos, orcas en cautiverio, niños muertos en playas, fans y detractores de un programa de televisión, malos tratos que se ponen en duda con la misma intensidad que se pide la condena para quienes no van a ser juzgados siquiera... El mundo no deja de sorprenderme.
Me gusta vivir en libertad, pero la de verdad. Y creo que hemos dejado de ser libres para lo más básico, que es hablar y pensar. Y contar en libertad lo que pensamos sin que nos juzguen o huyan de nosotros.
Hace algún tiempo que ha dejado de preocuparme mi futuro. Últimamente solo pienso en lo poco que estamos dejando a quienes vienen detrás. Me entristece el deterioro del medio ambiente y la poca sensibilidad con el reciclaje y la limpieza de las calles, que es lo más básico que deberíamos cumplir. Me inquieta que cuatro de cada diez jóvenes no tenga trabajo en mi país, siete de cada diez en Canarias. Y mucho más me preocupa el fracaso escolar, el abandono temprano de los estudios, el que no haya solución para vivir de forma independiente antes de los treinta... No me gusta saber que hay niños que rompen una ventana de un puñetazo, o que destruyen el ordenador familiar por pura frustración al perder una partida de lo que sea. ¿Te ha costado esfuerzo algo de todo eso que desprecias? No. Por eso precisamente no lo valoras.
Lejos de usar nuestra tecnología para construir un mañana mejor, pienso que últimamente se nos presenta como un instrumento demasiado asequible para sembrar el odio, que cada frase que se construye en las redes sociales es solo una herramienta para agrietar y dividir un poco más a esta España que ha sido enseñada a vivir en los extremos. Un poco como el mundo entero.
No quiero vivir en una sociedad educada en el odio ni en la división, como tampoco me veo identificado en los malos ejemplos que aportan quienes dicen que todo está a un golpe de clic. Nada duradero se consigue sin trabajo.
Por eso me ha gustado escuchar a alguien decir cosas en las que creo. Palabras como estas, llenas de sentido:
"A los jóvenes solo se les debería educar en la cultura del esfuerzo y de la libertad. Y decirles que aquello que más cuesta en la vida es lo que luego más valoramos.
Por eso tenemos que salir cada día a estudiar, a trabajar, a conquistar nuestras metas. A pelear, a luchar por lo que es justo... A vivir como queramos vivir, siempre con responsabilidad.
Hechos y no tanto palabras. Para que nadie nos diga cómo tenemos que pensar, pero tampoco que nos van a regalar las cosas. Quien le diga a un joven que le van a regalar algo sencillamente le cuela una mentira. Hay que trasladar la cultura del sacrificio y la maravillosa palabra que es la voluntad.
La voluntad lo es todo en la vida".
Habría que motivar a tantos jóvenes que no encuentran un sentido a sus vidas a hablar un poco con nuestros mayores, nuestros padres y nuestros abuelos. Con nuestros tíos y hasta con nuestros profesores. Volver los ojos a la lectura, al cine y las costumbres de antes.
Porque ser libres es escapar del discurso del "todo gratis".