Revista Cultura y Ocio
He aquí un hermoso libro, que releo quince años después de la primera lectura. Se trata del poemario Escaparate de venenos, de Felipe Benítez Reyes. Como todo volumen de poemas, tiene algunos que “flojean” o que, al menos para mí, no atesoran el valor de lo perdurable; pero contiene otros ante los que me pongo en pie, y que me sobrecogen con su hermosura. Admiro la obra de este gaditano desde hace mucho tiempo, y discutirle (levemente) algunos poemas es, también, una forma de aplaudir el conjunto de su obra.Benítez Reyes es un autor de imágenes serenas, nada pirotécnicas, atento al doblez lírico que a veces presenta la realidad, y que consigue versos magistrales, como éstos que aquí copio: “La memoria es la esfera de niebla de un reloj / que valora tan sólo las horas cuando mueren”. “Los dioses sólo existen / en las horas cercanas al abismo”. “(Poetas) Encantadores / de serpientes silábicas que aspiran a ser música”. “El dolor que precede a las heridas, / igual que al trueno el rayo, / es punzante y conciso como un presentimiento”. “La dramática inocencia / de no saber qué hacemos en el mundo”. “Nada sobrevive en la memoria / si no es en forma impura de ficción”. “La memoria es la luz que vierte sombras”. “Nadie huye de sí, pues somos tiempo, / y el tiempo es siempre fiel a este principio: / destruir al instante su regalo”.No será necesario disminuir la brillantez de sus palabras con incrustaciones de otras palabras mías. Seguiré leyendo a este poeta. No me cabe duda.