Inicios de los años ’80, España está en una crisis galopante, la heroína corre como los ríos en los barrios obreros, en estos mismos barrios la movida, ni está ni se la espera, eso es para la gente progre-guay, hay ruído de sables todas las semanas, los ultras hacen de las suyas por las calles de Madrid, además tienen un diputado en el Congreso, mi camarada de la UJCE Andrés García fue cosido a puñaladas, lo recuerdo perfectamente porque estudiábamos en el mismo instituto él en COU yo en 1º BUP; la extrema izquierda, ETA, GRAPO, FRAP…les hace el juego.
Los sindicatos de clase luchan, no para hacer la revolución como algunos y algunas creen hoy que tienen que hacer, no, luchaban convenio a convenio para la defensa de los puestos de trabajo y contra el cierre de las empresas, la revolución es cosa de otros, pero no de los que amenazan con echarse al monte y cuando les dices venga vamos, tienen que ir a la farmacia a por pastillas para la diarrea.
En esas mismas fechas, el PCE da síntomas del derrumbe que vendrá, por propias equivocaciones y por actuaciones dirigidas muy especialmente desde Bonn y desde Washington, se estaba montando el bipartidismo.
Los barrios luchan por nuevos modelos de ciudad, mientras los gobernadores civiles no dejan de arrear con más represión. Entre todos ellos destacó uno por encima de los demás, por su brutalidad a la hora de mandar reprimir. Este personaje fue gobernador en Asturias entre 1980-81, en pleno desmantelamiento de la siderurgia y que continuaría con la minería, y luego regresó como gobernador civil de Barcelona (1981-1982) donde ya era famoso por haber sido un brillante defensor del falangismo más rancio, y luego por el cargo propiamente de gobernador, eran tiempos donde estos personajes eran autoritarios, y gozaban de absoluta impunidad y la daban a la hora de imponer la voluntad, o su “santa” voluntad.
Hoy este “pájaro” no hace más que aplicar lo que entonces hacía, la brutalidad más despiada para con la clases trabajadora y el enseñamiento con los más débiles. Él que es uno de los supernumerarios del Opus organización siempre vinculada al poder, les da igual con dictadura o sin ella, siempre tienen altos cargos en las inmediaciones o en el mismo corazón del poder.
No hay más que preguntar a los sindicalistas de entonces cómo se las gastaba este personaje, o preguntar en las AA.VV. cómo entraba a saco en las barriadas que estaban luchando por luz eléctrica, alcantarillado o parques.
El excelso D. Jorge Fernández Díaz no es un esbirro más del gobierno de turno, es un ariete perfectamente pulido de lo que en su día se llamó “las escuelas de mando de la represión fascista”, y lo que está haciendo hoy no es ni más ni menos que las consecuencias lógicas para lo que fue preparado, y él lo hace con mucho gusto.