Revista América Latina

Esclavos

Publicado el 07 octubre 2013 por Darioalex
Médicos cubanos en Brasil

Médicos cubanos en Brasil

“Patria es Humanidad”

     José Martí  

Por: Darío Alejandro Escobar

Mi padre y mi tía partieron al Brasil anoche en misión internacionalista. Me dejan solo otra vez. Van tres veces para mi papá y dos para tía. Ahora tendré que cuidar de mis abuelos, o ellos a mí, dependiendo de cómo se mire. Los viejos tienen cada vez más achaques y resabios, pero son fuertes y voluntariosos, en ocasiones demasiado.

Esta vez creo que me costará menos asimilar las ausencias. Ya soy un hombre casi derecho y es la hora de asumir mayores responsabilidades. Sin embargo, siempre queda aquello de la reunión familiar, la risa, la comida, el consejo, esos detalles que se pierden durante un período de tiempo que se antoja irrecuperable porque, como ya sabemos,  Cronos no perdona.

La primera vez que mi padre fue a Venezuela su estancia fue de casi tres años. Durante este tiempo entré y salí de la Lenin. Leí como un monje y cambié lo suficiente como para que cuando volviera, solo le quedara el recuerdo del desgarbado estudiante de noveno grado.

La segunda fue a Bolivia, casi inmediatamente después de Venezuela, dos años más. Cuando regresó, yo estaba en un turbulento segundo año de la universidad que no acabaría nada bien. Los psicólogos dirán que faltó una figura paterna, pero yo seré menos exigente, me faltó una mano, una conversación enérgica, una llamada al orden. Tenía solo veinte años.

Muchas veces me pregunté si valía la pena pagar el alto precio de la lejanía familiar por solo el hecho de cumplir con un deber y algún dinero de carambolas. Pasó algún tiempo para que  me pudiera responder esa pregunta.

Las malas lenguas – que en este país sobran- dicen que los médicos cubanos se van de misión solo por el dinero, por el carro, por la casa y por la pacotilla. Si todo eso fuera cierto, los miles de colaboradores que hoy trabajan fuera del país se irían en masa al norte donde –supuestamente- hay más oportunidades. Pero la realidad es que la mayoría regresan, algunos como mi padre y mi tía, para volver a irse.

¿Qué impulsa a tanta gente a trabajar muy lejos de su país y su familia? ¿El dinero? ¿La aventura? Es posible, pero yo  tengo otra hipótesis. Yo digo que el amor,la sensibilidad, el compromiso. Mejor, la suma de todas estas cosas. Y sonaré panfletero – pecado capital- pero creo fervientemente que, en esencia, ese es el mayor logro de la Revolución: sembrar en su gente la capacidad de sentir el dolor del otro –Che dixit- y de no quedarse con los brazos cruzados;de luchar.

Mi padre me contó una vez que se echó a llorar cuando vio a los niños en las calles de Venezuela y Bolivia “de tu edad –entonces yo era un adolescente- y de la edad de Migue (mi hermano menor)” pedir limosnas a cambio de limpiar los parabrisas de los autos. Con voz entrecortada me confesó que “no es lo mismo verlo en el noticiero, que ahí mismo, delante de ti”.

Ahora vuelve a suceder. La inmensa mayoría de los médicos brasileños no quieren ir a atender a sus compatriotas de los campos y barrios pobres porque –según dicen-  “no hay infraestructura suficiente”.

Para colmo de desfachateces, esos médicos egoístas – miembros de la rancia burguesía latinoamericana- lanzan improperios a sus homólogos cubanos porque irán a hacer lo que ellos no son capaces, por menos dinero, con muchas más ganas y estoy casi seguro que con mayor calidad, porque es necesario, porque la gente sufre.

Les gritan, al viejo estilo del mitin repudio y con ánimo de ofensa, nada más y nada menos que esclavos, por el poco dinero que cobran. 

Sin embargo no duele, porque mi padre y mi tía están en Brasil, en la selva amazónica o en la favela citadina, y son esclavos, es cierto, pero de la solidaridad humana. Esa que no tiene precio.


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