Revista Cultura y Ocio

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Por Manu Perez @revistadehisto

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

El alquiler de esclavos fue una institución que tuvo considerable desarrollo tanto en la antigüedad como en el mundo moderno, implicando un sistema transicional entre modos de producción, al ser forma intermedia entre la esclavitud y otras formas de trabajo, estando signada su aplicación en el mundo antiguo al afán de lucro y la necesidad de aumentar la productividad del trabajo del esclavo. En el mundo moderno no habría sido diferente su aplicación, debiendo expandirse con la decadencia de la misma esclavitud. Posteriormente a la conquista de América, las costumbres diferenciaron el trato a los esclavos en las colonias españolas y portuguesas de las colonias inglesas, siendo en las primeras más humano que en las segundas.

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

En la Península Ibérica el negro encontró un marco legal/moral respecto a la esclavitud, debido a la experiencia aportada por la reconquista cristiana frente al Islam. La tradición esclavista derivada del Código de Justiniano encontraría continuación en las VII Partidas de Alfonso el Sabio; siendo transferida a América tal legislación.

Debido a la influencia cristiana las leyes favorecían la manumisión, alentando al amo a liberar a sus esclavos, y a éstos a tratar de liberarse a través de medios legales. Paulatinamente, la relación amo-esclavo derivará en un contrato donde primaba la suma de dinero con que debía obtenerse la redención.

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

En las sociedades americanas donde era favorecida la manumisión, también se desarrollaron posibilidades de escape:

“Con frecuencia se alentaba a los esclavos a buscar trabajo en otras partes, con el fin de pasar a sus amos una parte fija de los salarios y guardarse para sí el resto. Quienes se vieron principalmente beneficiados con esta práctica fueron los artesanos diestros, albañiles, carpinteros, herreros, carreteros, sastres y músicos.” (…) el esclavo percibía un salario para sí mismo, después de haberle pagado al amo la parte que a éste le correspondía.”

Frank Tannenbaum, “El negro en las Américas”

María Chiquinquirá, esclava del presbítero Alfonso Cepeda, en Guayaquil, Virreinato de Nueva Granada, se casa con José Espinoza, pardo libre con oficio de sastre. María dejó de servir a su amo, dedicándose a trabajar por su cuenta, al establecerse una relación de reciprocidad por la cual el presbítero recibía el trabajo gratuito del sastre. En 1795, María entabló una demanda de libertad contra su amo, aduciendo que ambos habían convertido el vínculo a un valor económico:

“El trabajo gratuito de su esposo había pagado superabundantemente su precio, y en el amo su derecho a recuperar el trabajo de la esclava y su hija, exigiendo además el dinero por el alquiler de los cuartos que ocupara la familia en su casa”.

En Buenos Aires y otras ciudades del Virreinato del Río de la Plata, era común que los amos obligaran a sus esclavos a contribuir con un jornal pagado en moneda, que los conducía a alquilar su fuerza de trabajo o a producir mercaderías para el mercado colonial.

“Presentase en nuestro puerto una fragata con trescientos o cuatrocientos negros, los que desova en nuestra playa. A la noticia ocurren diferentes personas, que queriendo llevar una vida ociosa vienen a buscar quien trabaje para ellos. Para esto emplea cada uno mil o dos mil pesos en estos fardos racionales, y (…) a los pocos días obligarán a sus nuevos esclavos, a que anden vagando por estas calles a fin de adquirir un jornal de 4 ó 5 reales diarios.”

El Telégrafo Mercantil, Buenos Aires

En la ciudad de Córdoba, actual Argentina, no aparecen claramente anotados los esclavos alquilados, como si fuera algo propenso a ser ocultado, o minimizado en una sociedad tradicionalmente jerárquica y estratificada como esa. Las anotaciones en los conventos evidenciaban que luego de la venta de esclavos, los jornales eran el segundo ingreso que poseían, aunque sin debidas aclaraciones del tipo de trabajo ni de quien lo desempeñaba. Además, las cifras de jornales consignadas estarían adulteradas, o serían indicativas de la existencia de esclavos jornalizados, representando montos más bajos de lo probable.

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Aparecen menciones sobre jornales debidos por esclavos, donde se percibe el deseo de ganancia que desarrollaban los amos; nuevas libertades alcanzadas por los esclavos (contratarse y comerciar, trasladarse, pernoctar fuera de la casa del amo); suponiendo la aparición de competencia entre esclavos por los puestos de trabajo; acrecentamiento de oferta de mano de obra en el mercado; posibilidad de cambiar de amo; así como acumulación de un capital propio, para liberarse, como para liberar a congéneres.

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Esclavos alquilados o jornalizados en procura de liberación

Bastante diferente y opuesta fue la situación del esclavo en las colonias inglesas, donde su manumisión tenía innumerables obstáculos legales, siendo desalentada de muchas maneras. El ser negro, implicaba la identificación con el status de esclavo, y ninguno era considerado libre, salvo que demostrara lo contrario. En los EE.UU. el alquiler de esclavos no fue rasgo intrascendente de la esclavitud, alcanzando 31 % de los trabajadores urbanos esclavos en 1860.

“…solicité del amo Hugh el privilegio de alquilar mi tiempo. (…) me otorgó el privilegio, proponiendo las condiciones siguientes: se me concedía todo el tiempo, establecería todos los acuerdos con las personas para las que trabajase y me buscaría yo mismo trabajo; y a cambio de esta libertad, tenía que pagarle tres dólares al final de cada semana, proveerme yo mismo las herramientas de calafatear y mantenerme y vestirme. La pensión eran dos dólares y medio por semana. Con esto y el desgaste y las roturas de la ropa y de las herramientas de calafatear, mis gastos regulares ascendían a unos seis dólares por semana. Estaba obligado a reunir esa cantidad porque si no perdía el privilegio de alquilar mi tiempo (…) Este acuerdo era (…) claramente favorable a mi amo. (…) Recibía todos los beneficios de la esclavitud sin sus males; yo en cambio soportaba todos los males del esclavo y padecía todos los desvelos y angustias del hombre libre.”

Frederick Douglass (Baltimore, 1838)

Autor: José Oscar Frigerio para revistadehistoria.es

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