Publicado el 14 noviembre, 2011 por juanmartorano Lil Rodríguez
Poco a poco se fue levantando el esplendoroso telón del Teatro Nacional de Caracas. Se había pensado en el Teresa Carreño, pero la hermosa estructura de Los Caobos no podría reflejar el mundo de símbolos del evento que estaba por comenzar.
Cámaras de televisión de todo el continente estaban estratégicamente ubicadas. Todas, bajo una dirección común, serían protagónicas para reflejar al mundo el artístico y musical ambiente que en pocos momentos comenzaría. Ninguna tenía logo que la distinguiera de otras. Así Univisión se tuvo que conformar con no tener su publicidad en el escenario, y con estar al lado de TeleTambores en el desarrollo del evento.
Los conductores del acto se habían organizado de forma tal que no habría protagonismo por parte de ellos, para que brillaran quienes realmente tenían que hacerlo.
La elección
Desde comienzos de año todas las embajadas habían instalado buzones para que los ciudadanos continentales votaran por sus favoritos. Y en el caso de la anfitriona, Venezuela, todas las plazas Bolívar. Con antelación llegaron esos escrutinios. Por lo tanto, los nominados estaban en el teatro sin saber sobre quienes recaería el favoritismo popular.
También se había consultado sobre el tipo de espectáculo a desarrollar y, en consonancia, todo se dispuso según el resultado de la consulta.
No había alfombras rojas ni verdes, y no se sometió a ningún artista a pararse sobre círculo alguno. Mucho menos que dijera Heineken, marca lejana al continente, que había intentado, sí, auspiciar para ocupar el espacio obligado en la pantalla televisiva y en las fotos.
Las acciones
Como premio a su trayectoria Víctor Morillo fue el encargado de abrir las acciones y de despejar la incógnita.
Llamó mucho la atención que Morillo primero saludara al pueblo y luego a algunas llamadas personalidades, presentes ahí, pero mezcladas con el público, como debe ser.
“Se trata, -dijo Morillo-, de reivindicar el talento latinoamericano y, por supuesto, venezolano, atendiendo a la lucha que tenemos contra la alienación, el olvido, la perversión de la industria del espectáculo y sobre todo de la imposición de contextos y de valores que respetamos, sí, y que hasta nos pueden gustar, pero que no pueden sustituir a los nuestros tal y como los nuestros no sustituyen a los de ninguna otra sociedad”.
El teatro estaba repleto. Hombres, mujeres, adolescentes y hasta niños se notaban felices. El horario era para todo público a fin de democratizar la audiencia. Entre ellos, estratégicamente ubicados, repetimos, estaban los nominados. Así, cuando se anunciara a alguno, el pueblo que los había escogido estaría al lado de ellos, con su derecho de salir también en televisión no como relleno sino como protagonista.
Una orquesta de gran formato, con tres directores designados, haría la ambientación, estando prevista además una actuación estelar, de cierre.
Víctor Morillo llamó entonces a escena a Tania Libertad y a Vicente Feliú quienes gustosamente habían aceptado ser maestros de ceremonia.
“Todo será rápido y sin discursos. Los ganadores serán presentados dando las razones de sus premios”.
Y el premio era un mapa latinoamericano hecho de lapislázuli de Chile, esmeraldas de Colombia, hilos de estaño de Bolivia, detalles en mármol rosado de Cuba y soporte de plata de México y oro de Venezuela. Muy lindo, la verdad.
El maestro Rodolfo Saglimbeni cedió su puesto de director a José Natividad Martínez y comenzó, con fanfarria de flauta y bongó, la premiación.
Premiados
Los Jaivas, de Chile, Víctor Heredia de Argentina, Susana Baca, de Perú, Rubén Rada de Uruguay, Hugo Candelario González de Colombia, María José Maldonado de Paraguay, David Bonilla de Ecuador, Alejandro Filio de México, Rómulo Castro, de Panamá y La Cantera de Venezuela estuvieron entre los reconocidos por sus pueblos en el arte de resistir culturalmente a través del canto necesario.
En cuanto a los homenajes a quienes hicieron gran parte del camino en la música popular hubo reconocimientos especiales a Adilia Castillo de Venezuela, Totó la Momposina, de Colombia, Chavela Vargas de Costa Rica, Los Olimareños de Uruguay, Los Corraleros de Majagual de Colombia y el Taller Campesino de Puerto Rico.
En cuanto a los homenajes póstumos (relativamente recientes) fue emotivo el reconocimiento a los aportes que hicieran Luís ‘el terror’ Díaz de la República Dominicana, Joe Arroyo de Colombia, la negra Mercedes Sosa de Argentina, y el maestro cuatrista Tomás Montilla, de Venezuela.
Un poco más allá hubo un reconocimiento a Ismael Serrano y a Paco Ibáñez, de España, y a Cesaria Évora (Cabo Verde) y Toumani Djabaté, de Malí.
Hubo mucha emoción en el público por este evento de la Academia del Pueblo, que, por fortuna no necesita del apellido Stefan, apellido, junto a otros, especialista en disfrazar el mercado con un remedo de cultura y de integración, y en el que, asombrosamente millones caen por inocentes.
El final fue la orquesta, dirigida esta vez por el maestro Diego Silva, con Sandino Primera haciendo el tema de su padre (muy poco divulgado este tema, por cierto) titulado “Esclavos de esclavos”, que copiamos a continuación.
Sutil es la esclavitud. Ya no sentimos el látigo que nos resuene en la espalda. Es la nueva esclavitud.
Busco alguien quien me diga si él no se siente esclavo al ver el hambre en los rostros, al ver un niño pringoso, al ver un hombre sin casa.
Bote el suyo, compre el nuestro; me refiero al pensamiento.
Cómprese un televisor pa’ que viva lo moderno
No le de importancia amigo si pa’ dormir no halla puesto: quince mil niños por año se mueren sin bastimento.
Pequeñeces de la vida. Viva nuestra sociedad, qué nos importan sus vidas…
Claro, han pasados los años; ya no es como en antaño.
A mí me duele más esta esclavitud: Somos esclavos de esclavos
Nuestro amo tiene amo, a mí me duele más esta esclavitud
Problema de generación, no sé si lo planteo claro, pero para mí hay una de dos: una es destruir al amo, y, dos: es tener un hijo esclavo
Del sentir poderoso te hace pensar como él; aunque tú vivas en pozo y tengas arriba su pie.
Era más libre el esclavo que había cuando la colonia, que rezaba a su gloria, pero con su propio rezo.
Y como dijo un poeta, un amigo poeta español: soy un poeta militante,
un GinTonic, por favor…
Esclavos…
(PD Agregado: Venga un grammy ‘latino’, por favor)
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