Revista Opinión

Esclavos de las cosas

Por Patsyscott
Esta mañana he visto la presentación completa del nuevo juguetito de Apple, el iPad.

Como siempre, me han vuelto a convencer - tanto Steve Jobbs como el iPad. (Sí, lo confieso, soy adicta a los productos de Apple). Como con Steve Jobbs no tengo nada que hacer, intento racionalizar para qué podría querer yo el iPad. Me gusta lo de la pantalla táctil, el tamaño, el diseño...Pero si el mail lo puedo leer y contestar en el ordenador, y en vista de que no pienso leer libros que no estén impresos (y si alguna vez cambiara de idea, puedo leerlos en el mac) y que no me gustan los videojuegos, realmente es un producto que no necesito para nada. Pero me gusta como objeto.
Mientras reflexiono sobre esta vena consumista (menos mal que no me da el bolsillo) que a mi pesar sigo teniendo, mi amiga Itzi me reenvía un artículo que lleva por título "Desechando lo desechable". Está escrito por Marciano Durán y compara los hábitos que tenemos los que venimos de una generación que lo guardaba todo (incluso la llave que venía con las latas de sardina, o media pinza de la ropa) con la tendencia actual de tirarlo o cambiarlo todo continuamente. De cómo las cosas se reparaban y se guardaban por si nos venían bien en otro momento, o para volver a utilizarlas y hoy en cambio se desechan o remplazan por un modelo más actualizado.
Es muy ameno y lo podéis leer íntegramente aquí.
Pienso en los tesoros que encontraba en los cajones de cómodas y mesillas de la casa de mis padres cuando era pequeña. Calzadores de nácar, sellos, botones y cremalleras de colores, perlas que se habían soltado de algún collar, medallas del abuelo, cepillos para la ropa, imperdibles, alguna carta de amor, postales de la India, etc. Todos son hoy objetos más o menos obsoletos. ¿Quién usa calzador o escribe cartas a mano hoy en día?
George Perec, en el libro titulado "Las Cosas" (Premio Renaudot, 1965), describe a los protagonistas, una pareja joven, a través de una lista detallada y minuciosa de sus posesiones. Al final, serán sus posesiones o las cosas que desean las que definan su devenir.
Yo pertenezco a esa generación que lo guardaba todo  y a pesar de haberme vuelto mucho más práctica  debido a mis múltiples mudanzas y "nuevos comienzos", sigo guardando algunos objetos totalmente inútiles simplemente porque les tengo cariño. O porque me gusta mirarlos o tocarlos.
Entre El Principio del Vacío que sostiene un tal Joseph Newton - que insta a desprenderse de todo lo inútil o superfluo para dejar sitio a lo nuevo - y el instinto de la urraca, tendrá que haber un término medio.

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