Amanecemos en Stirling, nuestro segundo día (tras las experiencias de capítulo 1 y capítulo 2). La primera noche fuera de casa siempre es rara. Que si se extraña la cama, que si estás tan cansado que no paras de soñar. La verdad que creemos que caímos en coma. La noche anterior habíamos dormido a 24 grados ambiente, asfixiados por un asfalto recalentado, y esta noche tapados con un edredón y calefacción.
Pero realmente lo raro no fue la noche, fue el despertar. Ese momento en el que el párpado se abre y ves un resplandor. No ha sonado el despertador, y eso que lo has puesto temprano, y tú notas una luz que llena la habitación del Pequeño Palacio Real.
Futuros visitantes de Escocia… en Escocia amanece muy pronto. Los cortinones esos que aparecen en algunos alojamientos no son producto del mal gusto, son de máxima necesidad. Dentro de nuestra experiencia amanecer temprano sería hacerlo a las 6, eso ya sería muy temprano. Vale, allí amanece antes.. antes de las 6. Es así… la luz es infinita y te empuja a despertarte (en verano). Así que, vigilar vuestras ventanas antes de iros a dormir para protegeros de “la fuerza de la luz invasora”.
El destino final del día es Oban. Hay que ducharse, cerrar las maletas (que no se llegan a deshacer), bajar a enfrentarse al primer desayuno escocés y salir pitando, porque en los alojamientos te piden llegar temprano (generalmente antes de las 4) y por el camino hay muchas cosas que ver.
Este fue nuestro itinerario de este día: Ubicación en Google Maps
El desayuno era para fotografiar, pero no nos pareció apropiado. Era una mesa corrida, victoriana, llena de copas y porcelana, muy propio del alojamiento y con una anfitriona la mar de atenta. Un desayuno completo y abundante que ya dejamos que vayáis descubriendo vosotros.
Este día tenía una dificultad, queríamos llegar a Oban atravesando el Parque Nacional de Los Trossachs, y pasando por determinados lagos. Esto el GPS no lo entiende muy bien, no sabemos si se convirtió al galeico o algo, pero él entendía de ciudades, lo de los Parques naturales se le quedaba un poco grande.
En Los Trossachs hay infinidad de lagos. Nuestro proyecto era ambicioso y como fuimos conscientes de que no podíamos abarcar todo lo que nos gustaría decidimos apostar por un par de puntos y abandonar otros.
Nuestra primera parada es en Callander, a unos 20 minutos de Sitirling. Habíamos leído que era un pueblecito típico de la zona, las puertas del Parque Nacional.
Proseguimos el camino y con él comenzó un nuevo aprendizaje, el uso de los Placing places. Lo que llamaremos cariñosamente “La Escocia profunda” es un paraíso. No podemos decir otra cosa. Los paraísos no tienen autopistas, y allí es algo que tienen claro, ni aparcamientos masivos, ni atentados contra la naturaleza que se puedan considerar contaminación visual, auditiva o respiratoria. así que para circular por los paraísos allí han aceptado que los caminos tienen que respetar el ambiente.
En este punto y entrando en los Trossachs, hasta dentro de varios días, circularemos por estrechas carreteras de doble sentido sin arcenes, sin líneas divisorias y en las que no caben dos vehículos simultáneamente salvo en determinados lugares. Esos lugares son los Placing Places. Unos pequeños ensanchamientos laterales en los que parar el vehículo para que el conductor que venga en sentido opuesto pueda pasar.
Si el ensanchamiento está a tu izquierda, eres tú el que debe meterse dentro y ceder el paso. Si está a tu derecha, será el otro vehículo el que se meterá en él. Esto es importante, porque nosotros los primeros kilómetros nos íbamos metiendo en todos ya estuviera a la derecha o izquierda para ceder el paso… ¡Apasionante!
No sufráis, aquí no hay que adelantar, tampoco se puede, no hay nervios, no hay prisas. Y lo que si hay, una vez más, son las buenas maneras, respeto y amabilidad. Cada vez que un vehículo se mete en el placing place, el otro le da las gracias levantando la mano, siempre, es natural en ellos, y tras nueve días acaba siendo natural para ti…Las buenas maneras, llaman a las buenas maneras.
Lo bueno de estas carreteras es que transcurren generalmente por terrenos llanos y con bastante visibilidad. El concepto de conducción cambia, vas seguro y no da nada de miedo (nosotros condujimos siempre de día, no nos imaginamos de noche). De hecho en estas carretera deja de ser importante que conduzcan por la izquierda, o las rotondas (no hay). Porque se va por el medio. Quizá al principio algo inquietante son las infinitas ovejas que reposan en los márgenes del asfalto. No os preocupéis no son temerarias ni se juegan la vida, conviven en armonía.
Una vez cogido el tranquillo a los placing place, conducir será un placer. Hay momentos que coinciden dos coches en un espacio sin pacing place, pero hay tantos que echando unos metros marcha atrás en seguida todo solucionado. Quizá Los Trossachards al principio sean de este tipo de carreteras con menos visibilidad, más adelante serán caminos de ensueño.
Si hay un lago al que tenemos especial cariño es Loch Lubnaig (en Escocia, los lagos no son “lakes” son “lochs). Este lugar no estaba en nuestro itinerario. Pero llegamos a él no sabemos muy bien cómo, un poco de GPS confundido, un poco de nosotros, un poco del destino… sea como fuere fue el primero. El primero de unos cuantos, sobre el que no teníamos ninguna expectativa y que nos cautivó. Un paraje excepcional, mágico y maravilloso.
Desde allí y retrocediendo en el recorrido intentamos coger el camino que dirigía a uno de los lagos más conocidos del parque, el Loch Lomond. Pero antes de él, encontramos un desvío que dirigía al Loch Katrine.
Cada desvío, cada parada o cada kilometro es una experiencia. El nuevo paisaje de el país extraño es encantador. Centrándonos en el lago Katrine y el amor por las leyendas de los escoceses, se dice que pasea una bella dama, rubia, con vestido blanco por los alrededores del mismo. Una mujer a la que se la sitúa en la época del Rey Arturo, como madre de Lancelot..
En el lago Katrine sale un barco que os puede dar un crucero por él. Nosotros nos limitamos a pasear por su rivera. Personalmente al Loch Lubihg le vimos un encanto especial al lado de éste, era como más salvaje. Pero ambos son maravillosos.
Continuamos nuestro camino por las carreteras escocesas. Los viajes que discurre por parajes de este tipo no trascienden solo por los destinos, en el camino existen numerosos lugares en los que el cuerpo te pide parar. Son como postales reales en las que uno es el protagonista. Y eso nos pasa a nosotros, que paramos en más de una ocasión en diferentes lugares, porque hay ovejas, porque hay montañas, porque hay verde, o agua, o nada en concreto pero un todo embriagador.
Parecía que no lo íbamos a conseguir nunca, pero sí… la constancia tiene su recompensa, ya nos lo decían de pequeños, y el lago Lomond, tenía que aparecer. Vamos a ver que no hablamos del estanque del Retiro… el Lago Lomond son 37 km de largo por 8 km de ancho. Si no lo encontramos, hubiéramos mentido… es una cuestión de orgullo, lo entendéis ¿no? Pero lo encontramos, tenemos testimonio gráfico.
Hasta ahora no os hemos comentado, pero para las comidas, y teniendo en cuenta que nos íbamos a adentrar en parajes poco habitados y desconocidos para nosotros, decidimos que lo más práctico sería abastecernos de embutido, pan y fruta y, al mediodía, ir improvisando los “lunch”. Como el sol además se hermanó con nosotros, disfrutamos de picnics de película.
Dado que los desayunos son fuertes os recomendamos esta opción, despreocupándoos de tener que buscar un sitio para comer en medio de la nada. Además, como se cena pronto, tenéis el alimento asegurado.
En este caso nosotros decidimos que el Lago Lomond era un lugar magnífico para comer. Una mesa de piedra, nuestros víveres y como no… el mapa.
Por alguna extraña razón que no entendemos, dado que nuestro sentido de la orientación es óptimo y llevábamos GPS (loco, pero GPS al fin y al cabo) habíamos terminado en una zona del Lomond que no era la que buscábamos. Precioso ¿eh? Pero oye, meses preparando un viaje y no acabar donde quieres duele, así que estudiamos, bajo los rayos del sol, el itinerario a seguir, y a pesar de hacer unas cuantas millas más, decidimos rodear el lago para conseguir nuevas vistas sobre él.
Dicho y hecho… a conquistar el Lomond. Tras terminar con la ligera comida, continuamos recorriendo Los Trossachs hasta llegar al otro lado del lago.
En esta parada tuvimos un encuentro con gente del lugar, unos cuantos escoceses en una especie de piragua desembarcaban y un amable caballero, observador, se dio cuenta que no eramos del lugar y entabló conversación con nosotros. Nuestro oído, caprichos y selectivo, nos dejó entender lo suficiente para no parecer lelos perdidos, o eso queremos creer. Y curiosamente dimos con un escocés enamorado de Salamanca. Ahí queda eso.
Por como planificamos el viaje desde Madrid, algunos detalles se nos quedaron un poco colgados. Estando allí es cuando ves que las distancias no se pueden medir igual que aquí, y no, no lo decimos porque sean millas en vez de kilómetros (que eso lo tuvimos en cuenta) si no porque dado como son las carreteras y las veces que tienes necesidad de parar 50 km da para bastante tiempo.
Así, un poco forzado, tuvimos que apretar la ruta de nuestro segundo día en Escocia. La Cañada Glenoe y el Ben Nevis no podíamos dejarlo pasar. En serio, ¡No podéis dejarlo pasar! Es un paisaje único. Cambia totalmente la vista. Se trata de un valle de origen glacial de unos 16 km. Totalmente espectacular.
No sabemos muy bien como describirlo, pero te emborrachas mirando de un lado a otro de ver las formas y colores. Te sientes pequeño y maravillado. Y sabes que tendrás que volver, y conocer la cañada desde dentro, hacer senderismo por la zona y empaparte de las sensaciones de disfrutarlo con más calma. En esta ocasión no puede ser. Pero nos conformamos con la ruta que lo atraviesa desde dentro de nuestro vehículo.
En este recorrido divisamos también la montaña más alta de Reino Unido, el Ben Nevis, ya próximo a Fort Williams. Pero esta noche tenemos que pernoctar en Oban. La siguiente la teníamos en Fort Williams, pero por nuestra planificación sabíamos que esto lo teníamos que ver hoy, a pesar de desviarnos. Gajes de un viaje.
Con la hora pegada tomamos dirección Oban. Llegamos más tarde de lo acordado y encima no pudimos acceder al teléfono del alojamiento. Oban es un lugar bastante demandado en el verano. Desde aquí parten Ferrys a las islas Hébridas. Nos habría gustado divisar muchas de ellas. Ver frailecillos (no era época), focas y delfines (sorpresas que próximamente os enseñaremos), pero tuvimos que apostar por una y fue Mull.
En Oban nos costó mucho encontrar alojamiento a pesar de hacerlo con antelación. Varios B&B estaban ocupados ya en mayo, y al final este fue nuestro destino: Sgeir Mhaol Guest House. Necesitábamos un alojamiento cercano a los ferrys. Queríamos salir muy temprano con destino Mull, por eso apostamos por Oban como campamento base. Personalmente, no os recomendamos nuestro alojamiento. No tiene nada que ver con ninguno de los demás de los que disfrutamos. La habitación no era cómoda, el baño era como un armario. Nosotros buscaríamos otro. Cierto que fue solo una noche, pero Escocia tiene muchos establecimientos y este no está a la altura.
Había sido un día intenso, pero aun quedaban unas horas de luz, es lo bueno del verano en Escocia, te cunde muchísimo (si no fuera por esas prisas por cenar). Tras instalarnos, nos fuimos a pasear por el pueblecito.
Oban, lo más bonito que tiene es su perfil al borde del mar. Un pueblecito costero, con pinta de pescador, que tanto al atardecer como por la mañana desprende una preciosa luz. Otra cosa muy favorable de Oban es que dispone de variados establecimientos para cenar y tomar algo.
Como la primera noche tiramos de pub escocés, en este caso optamos por… fish and chips (lo que os decimos turista de pro). El establecimiento elegido fue Oban Bay Fish & Chip. No estuvo mal, sin más. Eso sí, sirvió para una nueva lección, el “hielo”, nunca nos habíamos encontrado un establecimiento donde no tengan hielo. Sorprendente.
Hay una cosa que no os hemos dicho de Oban y que es característica. Como habréis visto en la foto, en lo alto del pueblecito aparece una construcción que simula un “extraño” hermano del “Coliseo de Roma” en granito. Se llama The Caigs Towers. Una idea de un empresario de la zona que intentó dar empleo en la zona con su construcción y homenajear a su familia. Su origen es de finales del XIX y quedó inacabado y abandonado.
Aprovechamos la llegada a Oban para entrar en el punto de información turística. Allí la información que nos llegó no fue alentadora. Nos informaron que si no teníamos sacados los billetes para el ferry ya, con dificultad conseguiríamos plaza para el de primera hora del día siguiente.
Esto rompía nuestros planes, y he aquí, cuando queremos aportaros información que os pueda ser de utilidad. Nuestro plan era coger el Ferry en Oban (con coche) a primera hora de la mañana, llegar a Mull, y atravesarla hasta llegar Tobermory, su capital, luego y desde allí hay dos opciones, o volver a coger desde el mismo sitio el Ferry hacia Oban, o como íbamos a pernoctar en Fort William, atravesar por el otro lado, que se cogen otros dos barquitos.
Decidimos hacer ida y vuelta por el mismo lado para no arriesgar, pero si no cogíamos el de primera hora el tiempo se nos echaba encima.
Así que por la noche, nos acercamos al puerto para ver si ponía algo sobre los horarios. Y encontramos a un operario, sentado, mirándonos con cara de Paco Martínez Soria, él no la tenía, nos miraba como si nosotros nosotros la tuviéramos, mientras nos explicaba las serias dificultades que íbamos a tener para poder coger el primer ferry del día.
En fin… la esperanza es lo último que se pierde no? Con esas, volvimos paseando, agotados y alucinados a partes iguales sin querer pensar demasiado en el tema del billete, al B&B poco recomendable. Y dejamos que de nuevo ese sueño real se convirtiera en literal.
Pero antes del abandono, acordaros, esta vez si, de correr las cortinas, que en verano, el sol madruga mucho…
Al día siguiente veríamos si podríamos visitar Mull…
¿Tienes planes hoy?
Revista Viajes
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