Revista En Femenino
Ayer estuve hablando con una amiga que está realmente agobiada porque su hijo de dos años no come nada. Y cuando digo nada no me refiero a ese “no comer nada” de las abuelas que significa comer una tercera parte de lo que ellas querrían que comiera, no, me refiero a NADA, a poder estar 24 horas con una tortita de maíz en su estómago.
Cuando cuentas estas cosas es muy fácil oír que no te preocupes, que poco a poco irá mejorando, que probablemente no necesite nada más,… y seguramente sea cierto porque el niño está perfectamente sano, pero el agobio que supone esto día tras día no lo sabes hasta que no pasas por ello.
Mis dos hijas han sido y son horribles con el tema alimenticio, la mayor es cierto que ha mejorado mucho aunque sigue sacándome a veces de mis casillas con sus cuatro cosas contadas que le gustan, pero recuerdo temporadas horribles, días que subsistía comiendo tan sólo tres garbanzos, días que sólo comía mandarinas, días que daba igual lo que hicieras que nada quería…
Con la pequeña la lucha es diferente, come más cantidad que la mayor pero se niega en redondo a probar la fruta o la verdura, y no porque no le guste porque de repente un día te sorprende y se come una manzana, sino porque lo ha cogido por costumbre o porque sabe que me saca de mis casillas. Y claro, a mí no me da la gana de que se alimente sólo a base de carne y pescado (y galletas por supuesto), así que me paso el día ideando formas de esconder las verduras en las cosas que más o menos se come.
Aunque la salsa de tomate que a ellas les gusta más es la envasada, hace tiempo que decidí hacerla casera, hay veces que hago verdaderos perolos dignos de una mamma italiana y los voy congelando en pequeñas raciones, cuando es para platos cocinados como la pizza o la empanada de bonito la uso tal cual, si es para comer “en crudo” como con los macarrones o el arroz la mezclo con la de bote para que cuele y se la coman. En esas salsas aprovecho a echar un montón de zanahoria, cebolla y pimiento y así eso que va para dentro.
Todas las semanas hacemos algún bizcocho o magdalenas caseras, y es ahí donde aprovecho a incorporar calabaza o zanahoria ralladas, aunque a priori parezca raro les da un dulzor y una esponjosidad que a mí ahora los otros apenas me gustan.
Otra de las cosas que les gusta para comer son las hamburguesas, pues en nuestra casa las hamburguesas son de color verde, en muchas pollerías las puedes encontrar pero son muy fáciles de hacer en casa, simplemente es añadir espinacas cocidas y muy trituradas a la carne picada y aliñarlas como lo hagas habitualmente, si sois de los que las coméis en bocata redondo con su queso, su salsa y demás no se notará la diferencia pero las espinacas estarán ahí.
Aunque la bruja mayor es como Mafalda y odia la sopa a la bruja pequeña sí que le gusta, así que cuando hago el caldo de pollo aprovecho a echarle bastantes verduras: vainas, tomate, cebolla, apio,… Ya sólo el caldo se queda con bastante de su “sustancia” pero las últimas veces he probado a pasar por la batidora parte de estas verduras y añadirlas al caldo, la peque se la come igual de bien y yo voy más tranquila.
A mí la tortilla de patatasiempre me ha gustado sólo con patata (con cebolla la odio) pero de un tiempo a esta parte no me queda otra que fastidiarme y hacer tortillas con más calabacín que patata, otro truco para que ingieran algo verde…
Las albóndigas también son otro comodín a la hora de esconder lo que queramos, a parte que se pueden hacer de atún o bonito y dar más fácilmente el pescado a los niños que ponen problemas al comerlo, yo aquí lo que hago es añadir manzana picada a la mezcla, es algo que vi hacer a un cocinero en la tele hace tiempo porque les aporta jugosidad, a mí me gusta y a ellas también. Un plato de estas albóndigas con una buena salsa de tomate como he dicho más arriba es un plato de lo más completo.
Por supuesto, he intentado darles mil zumos diferentes hechos con la licuadora, pero ahí no hay manera, con lo que me gustan a mí!!
Así que así andamos todos los días, supongo que como en muchas casas, haciendo cábalas para que coman de todo.
Por cierto, me he puesto a leer todo lo que he escrito y espero no volver a tener otra discusión con su padre por el tema de las verduras porque al final de una manera u otra las comen todos los días ;-)
Ahora, a ver quien nos deja más ideas…