Ya no recuerdo cuándo empezó a hacer cosas raras… Meses… Debí haberme preocupado más, pero no pensé que esto pudiera pasar. Primero fueron los días llegando borracho, las discusiones, los golpes a las puertas; después vinieron los fines de semana sin aparecer por casa, mis intentos por averiguar si le pasaba algo, mis lágrimas de impotencia en mitad de las noches en vela…
Sospeché que se estaba drogando, registré sus cajones mientras estaba trabajando, no encontré nada… tampoco sé si hubiera encontrado algo si hubiera sabido lo que era… hay tantas cosas que los padres nos perdemos… y tantas otras que si las averiguamos no sabemos cómo actuar… Nadie te prepara para afrontar según qué situaciones.
Siempre le ayudé a deshacerse de sus meteduras de pata, las oculté ante su padre, le aguanté una tras otra, convirtiéndome en su cómplice, sacando la cara por él aun a sabiendas de que a veces se comportaba de manera indefendible… Era mi hijo ¿qué iba a hacer? Pero esto… Esto no puedo manejarlo. Recuerdo el día que entré en su ordenador. Recuerdo esa sensación. Ese sudor frío. Sentirme paralizada. Las ganas de vomitar… de que no fuera real. Fotos de niñas. Niñas menores de edad. Desnudas. ¿Qué significaba eso? Intenté buscarle una explicación pero sabía que no la tenía. Recuerdo los días evitando mirarle a los ojos, esquivándole por el pasillo… Observándole cuando no me veía… “¿Tú quién eres y qué has hecho con mi hijo? ¿Por qué haces esto?”.
No puedo dormir, mi vida se ha convertido en una pesadilla. No puedo evitar pensar en esas niñas, en sus madres, en cómo se sentirían si supieran que él tiene sus fotos… ¿Cómo decir en voz alta que mi hijo es un pederasta? ¿Cómo enfrentarme a las miradas de la gente? A sus juicios. A que me condenen por mis errores. He oído noticias de hombres así muchas veces en la televisión y siempre he sentido la misma sensación de repulsa, pero nunca pensé que esto me pudiera pasar a mí… ¿Cómo podría soportar que la gente se enterase de lo que hace mi hijo? ¿Que pensarían de él, de mi niño? ¿Qué pensarían de mí?… Creo que no soy suficientemente fuerte para afrontarlo, para soportar tanto odio.
Me he preguntado muchas veces qué hice mal… y qué pude haber hecho para que esto no pasase… Pero no sé qué contestarme. ¿Tan mala madre he sido? ¿Qué he hecho para que mi hijo se haya convertido en esto? Me digo a mí misma que una buena madre se hubiera dado cuenta antes, que hubiera podido evitarlo… Y me odio por haber estado tan ciega…
Siempre fuimos una familia normal, mi marido y yo nos queríamos, teníamos nuestras discusiones, como todas las parejas, pero a mi chiquillo nunca le faltó un abrazo… Quizá no fueron suficientes los que le dimos, no lo sé… Y me siento tan culpable… Y me doy cuenta que el amor no es suficiente para reparar todo esto, para recuperar a mi hijo, para reconfortarme a mí.
Echo la vista atrás y analizo todos los recuerdos que he guardado de él para intentar averiguar en qué momento se desencadenó esto en su cabeza, en qué fallé… pero no encuentro nada. Solo encuentro a una madre queriendo a su hijo, y a un niño normal, cariñoso, extremadamente tímido y sensible… Y ahora ese bebé que me arrancaron de mis entrañas se ha convertido en algo que me repugna. Ese pequeño que me comía a besos, que me pedía que le contara un cuento por las noches, que se despertaba llorando por una pesadilla y me abrazaba como si nadie más que yo pudiera protegerle, se ha convertido en un desconocido. El niño de mis ojos, lo que más he querido en mi vida, más que a mí misma, se ha convertido en un monstruo.
Daría mi vida porque mi hijo tuviera la oportunidad de volver a empezar, de hacer las cosas bien… pero ya es demasiado tarde para los dos.
“Solo son unas fotos”, llevo semanas mintiéndome a mí misma. Pero el día que salió en las noticias que habían intentado violar a una chica de 15 años en un descampado cercano a casa, no pude evitar pensarlo… “¿Y si ha sido mi hijo?”. Esa noche él no durmió en casa, llegó a la mañana siguiente y se encerró en su habitación. Por la tarde descubrí su camiseta en la basura, estaba rota, como si se la hubieran intentado arrancar, y manchada de sangre… Le pregunté qué significaba y me dijo que se había metido en una pelea, le grité que me tenía harta y él se enfadó mucho, me empujó contra la nevera: “Déjame en paz o no respondo”, me amenazó… Me gustaría poder hablar con él, pero me da miedo.
¿Qué se hace con todo el amor que sientes hacia alguien a quien sabes que no deberías querer? ¿Dónde se guarda? ¿Para qué guardarlo cuando deberías tirarlo lejos y no volver a sentirlo nunca? ¿Qué haces cuando eso es imposible y lo que quieres es esconderlo dentro de ti, en un recoveco donde nadie sepa que lo tienes, para poder sentirlo a escondidas?
Y aquí estoy, frente a esta comisaría, con una foto de mi niño, mi sol, entre mis manos temblorosas. Lloro. La miro y pienso “Escoria, basura, desecho”… pero sé que no se lo digo a él, no podría aunque quisiera… sé que esas palabras van dirigidas a mí… Porque ¿qué clase de madre soy, que voy a arruinarle la vida a mi hijo? No creo que jamás pueda perdonármelo…
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