Revista Política

Escrache o el riesgo de desinstitucionalizar el conflicto

Publicado el 26 marzo 2013 por Trinitro @trinitro

protesta
El escrache, o el tipo de manifestación en la que un grupo de activistas se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quien se quiere denunciar, es una práctica que la PAH parece haber puesto en funcionamiento como fase de presión a los diputados del PP para que orienten su voto en el Congreso a favor de la ILP hipotecaria.

Tengo la suerte de que he estado a los dos lados de la línea de la acción política, tanto en movimientos sociales, como institucionalmente y esto permite cierta perspectiva, especialmente en la política municipal.

Los primeros 4 años en los que realicé mi labor como consejero de distrito fueron especialmente duros, uno de los conflictos más enconados se produjo por la implantación en la zona de la Vall d’Hebron, Montbau, Horta y Sant Genís de 3 equipamientos que no son agradables: una narcosala en el hospital de la Vall d’Hebron, un centro de personas sin techo en Horta y un centro de justicia juvenil en Montbau.

Esto provocó un conflicto, especialmente con una de las 4 asociaciones de vecinos, mientras otras dos daban el apoyo a la implantación de unos equipamientos necesarios para la ciudad (pero que nadie quiere al lado de su casa). Como podéis imaginar eso provocó un conflicto social que se canalizó de formas de todo tipo, desde manifestaciones (cortes de la Ronda cada Miércoles durante casi un año), protestas en plenarios, y reuniones donde se producía un fuerte desencuentro entre parte de los vecinos y los representantes municipales.

Además de las formas institucionales de protesta (manifestación, concentración, participación en las audiencias públicas y plenarios, presencia con pancartas y pitos en todo acto municipal digno de ese nombre) algunos de mis compañeros de gobierno del distrito sufrieron lo que hoy se llama escrache.

El compañero en concreto que recuerdo era conseller de distrito por ICV y portavoz del grupo municipal, le perseguían por el barrio, le acosaban en el colegio donde llevaba su retoño, le abucheaban y llegaron a romperle la moto.

Puede que cuando pensamos en un “malvado diputado del PP frente a un pobre desahuciado de su hogar” emocionalmente nos pongamos del lado del débil y creamos que esta forma de protesta está legitimada, pero en democracia tenemos que pensar que las acciones no se justifican por sus actores sino por la acción en si misma. Si está justificado en el caso de un diputado del PP también está justificado en el caso de mi compañero de ICV por parte de aquellos vecinos que no querían sin techo en el barrio. Tal vez podamos así valorar si el escrache está justificado o no.

Hay que tener mucho cuidado con defender algunas formas de protesta cuando además estas no tienen marco regulatorio, incluso una forma de protesta muy tensa como un piquete sindical un día de huelga está pautada y tiene unos límites, hay jurisprudencia y está reconocida como una forma legal (y por tanto institucionalizada) de protesta.

Sacar el conflicto de unos marcos y llevarlos a la vida privada de las personas puede que tenga más riesgos de los que realmente estamos dispuestos a aceptar y sea un mal antecedente. Hoy son unos poderosos diputados del PP, ayer fue un pobre mindundi amateur de la política con un cargo municipal de ICV, o miembros de las asociaciones de vecinos que apoyaban que se implantaran los equipamientos (alguno terminó con un ojo a la virulé por parte de esa masa enfurecida).

Por mucho que suene a postmoderno, el escrache, al igual que cuando a un piquete actúa fuera de los marcos que le permite la ley, genere más daño que beneficio a la causa de los activistas.

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