“...Juan José Arreola enseñaba que la novela es un territorio libre, en el que todo es posible.” Mempo Giardinelli“El arte literario es un juego de convenciones tácitas; infringirlas parcial o absolutamente es una de las muchas felicidades (de los muchos deberes) de ese juego de límites ignorados.” JLB
Por Santiago Porras
San José, 30 ene (elpais.cr) - “Soy el enano de la mano larga–larga” es un título que predispone o indispone al potencial lector para que enfrente un texto no convencional. Buscando alguna luz puede irse al párrafo inicial: “En esta tabla pintada de colores chillones hay un pegoste plástico reluciente y un hueco por donde se asoma un Enano.” Hasta aquí todo va “normal”, pero es muy pronto para sacar conclusiones, así que de seguido lee: “Un ojo se le derrama por el borde del hueco. Manda su mano, obediente y tenaz y recoge el ojo para él”. ¡Se acabó la certidumbre! Pero si, por el contrario, ese potencial lector, opta por ir a la cubierta posterior y ojea lo que, sobre este (ahora sí) extraño libro, dice Camilo Retana, es muy probable que querrá leerlo, sobre todo porque Retana advierte que esta novela de Jorge Jiménez “…logra un objetivo difícil de alcanzar: atrapar a los lectores sin la más mínima concesión a la belleza de las fórmulas preestablecidas”. ¡Menudo reto!
“Hay tres puntos de vista desde los que podemos considerar a un escritor: como narrador, como maestro, y como encantador. Un buen escritor combina las tres facetas; pero es la de encantador la que predomina y la que le hace ser un gran escritor.”, ha escrito Navokov. En “Soy el enano de la mano larga–larga” prevalece el encantador, las otras facetas casi no se perciben.
Por su lado, refiriéndose a la novela en general, Kundera admite que dos siglos de realismo sicológico han creado algunas normas casi inviolables; pero, él mismo renuncia a ellas y se apoya en connotados escritores para decir que escribe sin monólogo interior y sin dar mucha información sobre los personajes. Uno de los ejemplos de Kundera es Kafka quien construye su personaje K. sin describirlo ni dar muchos datos físicos o biográficos, sin sus inclinaciones ni sus complejos, incluso sin nombre, pero con sus reflexiones, eso sí, enfocadas sobre la situación presente. Para contrarrestar suspicacias Kundera aclara: “Si me sitúo más allá de la novela llamada sicológica, no significa que quiera privar a mis personajes de vida interior. Significa solamente que son otros los enigmas, otras las cuestiones que persiguen prioritariamente mis novelas”. Pero este Jorge Jiménez fue más allá de eso, ni siquiera espera que el lector complete con su imaginación nada de lo que sugiere; sin embargo, logra, no la “suspensión voluntaria de la incredulidad” de que hablaba Coleridge, sino la aceptación de lo desconcertante por el lector, mediante el suficiente deslumbramiento en lo que lee.
Este abordaje de “Soy el enano de la mano larga–larga” se fundamenta en decir lo que no es, en la línea de pensamiento de Plotino frente a la definición de Dios, porque está claro que su autor rehuyó no solo la “belleza de las fórmulas” como se nos advierte, sino las fórmulas propiamente dichas en la búsqueda de “su” forma. Pero entonces ¿qué ofrece esta “novela”? No hay una historia ni siquiera incoherente, no hay desarrollo de personajes porque se termina la lectura sin saber cómo son claramente los protagonistas que están detrás o delante de la narración. Ofrece un deslumbramiento permanente.
Ofrece símiles ríspidos como “Exhala un grito sordo y extenuante como el de una fotocopiadora”. Ofrece trazos geniales: “Una mujer dorada atraviesa el parque. Tropieza con el arco iris y se oye un crujir multicolor de cristales rotos.”. Ofrece una redundancia hermosa: “La sombra despierta oscura a la luz del día.”. Ofrece obscenidades como: “El Enano tiene ganas de la mujer del frente. Hermosas nalgas. Me encantaría abrir su línea oscura con el bisturí de mi lengua –dice el gran hijo de puta–.”. Ofrece palabras nuevas. Ofrece incluso párrafos coherentes. Ofrece hasta una extensión comedida para no aburrir al lector con tanto deslumbramiento.
Leer la novela “Soy el enano de la mano larga–larga” es sumirse a “contemplar” un caleidoscopio de palabras, imágenes, ideas que, como los colores de aquel, parecieran prefigurar una historia, una descripción un pensamiento que, como los colores de aquel, nunca terminan (o casi nunca) de completarse, pero que por su naturaleza profusa y diversa capturan el interés del lector. Puede que después de leída no se recuerde ni siquiera un pasaje de ella, pero una vez leída, sucede como la ilustración que le hiciera Kipling a su cuento “El gato que andaba a su antojo”, ya nunca más se olvidará que se leyó un libro como este.
