Es curioso, cuando Universo de A nació, nunca lo pensé para que fuera lo que más tarde se ha conocido como algo “viral”, y efectivamente, nunca lo ha sido (algo lógico, por otra parte, aborda temas muy concretos y además diseminados, sólo aptos para un público objetivo muy concreto, aquel interesado en la alta cultura, difícilmente podría ser un blog “popular” en todos los sentidos del término), ni yo lo he pretendido de ninguna manera (cierto, me he expandido a otros medios y utilizado redes sociales para darlo a conocer, pero jamás he dedicado tiempo, como hacen otros, a buscar seguidores, aumentar su número a cualquier precio… etc; de hecho, nunca ha sido un objetivo)… la prueba es que siempre he priorizado más escribir que otra cosa. Y no escribir lo que pueda ser popular o lo que veo que da resultado, sino lo que me da la auténtica gana, aquello que quiero realmente, sobre lo que estoy verdaderamente interesado.
En realidad, siempre lo dije, este blog lo he hecho más para mí que para los demás (y en realidad, es una herramienta muy útil a modo de archivo y recordatorio cuando lo necesito). Pero del mismo modo que digo esto, tampoco voy a negar que sé que lo que escribo lo leen otros y que sé que lo que publico es público, y me autoasigno una responsabilidad en ello; del mismo modo que, una vez publicado un artículo, no niego que desee que llegue a la mayor gente posible (bueno, depende del escrito… hay algunos que, para evitar problemas, casi deseas que lleguen sólo a las personas justas e indicadas).
Pero como no se pude decir que Universo de A sea un blog viral, tampoco se puede negar que en su más de una década de existencia ha conseguido tener una relevancia dentro de determinados círculos e incluso ser una referencia… no siempre con buenas o agradables consecuencias para este blog (como todos sabemos).
Sin embargo, lo que ha acabado siendo el blog, se acerca mucho a lo que concebí desde un principio: un lugar de paso. El típico lugar que se cruza en tu vida una vez porque necesitas algo y te hace un buen servicio; el cual, por supuesto, puede contar con unos cuántos parroquianos habituales (fieles seguidores y sobre todo, buenos comentaristas), pero que no es desagradablemente multitudinario o se ahoga en su propio éxito (aunque me he autoimpuesto reglas, jamás he querido ver este blog como una obligación, y en el momento en que lo haga o lo vea como una carga, muy probablemente desaparecería). Y la verdad, es que estoy contento con esta situación.
En ello me he reafirmado porque, cuando saboreas (aunque sea levemente) las mieles del éxito, del saber que lo que escribes tiene repercusión, algo que en el fondo, siempre deseas algo, pues para eso publicas en internet… de repente te asustas y das un paso atrás… ¿qué precio hay que pagar para ello? y lo que es más importante, ¿estás dispuesto a hacerlo?, ¿vas a adaptar tu estilo para contentar?, ¿vas a evitar decir cosas para no tener problemas?, ¿vas a publicar determinado tipo de artículos porque sabes que tienen más éxito?, ¿vas a seguir una serie de pasos para asegurarte del éxito del blog?… en definitiva, ¿para qué lo has creado, cuál es su objetivo final, real; para ti, de verdad, ¿cuál es su auténtica función y finalidad?, ¿y hasta que punto estás dispuesto a llegar para alcanzarla?. Son preguntas que acaban surgiendo, y nuestras decisiones condicionan un resultado… y, al final, lo importante es estar satisfecho con este.
Tal vez he llegado a esa conclusión, ya no sólo por que era la concepción primera que tenía del blog, sino porque, además, durante su larga historia, ya desde sus comienzos, por aquí han pasado otros blogueros desesperados por obtener visibilidad (con el tiempo, uno aprende a reconocerlos a primera vista), y ya sé como acaba esa historia: todos acabaron profundamente quemados, y no resistieron el ritmo que exige mantener un producto virtual en lo alto (y, la verdad sea dicha, ninguno de ellos llegó mucho más lejos que el propio Universo de A con el tiempo, paradójicamente), ninguno de sus blogs pasó, como muchísimo, de los tres años de existencia (y eso, siendo optimista y generoso en la cuenta). Y es que, con razón, la de community manager es una profesión a tiempo completo, verdaderamente, no se puede estar promocionando y buscando seguidores continuamente, y a la vez, elaborar contenido, ya no de calidad, sino contenido a secas… y si no tienes esto último, ¿qué van a seguir tus nuevos fans?, pues eso, difícilmente, es un callejón sin salida en el que necesariamente tienes que acabar desbordado y agotado.
Tal vez yo nunca pasé por eso porque, me gusta más el hecho de crear contenido que el que llegue a las personas, expresarme sin más… vale, sin duda me preocuparía o me desagradaría tener cero visitas, pero tampoco necesito millones al día (es más cuando ha sucedido eso, o cuando un artículo destaca en exceso, especialmente si trata de algún tema polémico o de actualidad… reconozco que me preocupan las posibles repercusiones que pueda tener); porque, lo que yo verdaderamente disfruto es escribiendo para mí mismo, y, si además puedo ayudar o hacer felices a otras personas, pues mejor que mejor.
Además, este método a menudo sorprende, pues, como no buscas una fama rápida e inmediata por algo actual, tus escritos son longevos (y ese siempre ha sido uno de los objetivos del blog, tratar de escribir lo mínimo acerca de cosas efímeras que no perduren y que a los dos días hayan caducado), y puede pasar que no tengan gran éxito en el mismo momento de su publicación… pero que años después arrasen (creedme, pasa continuamente, y con los artículos más impensables).
Por otra parte, me atrevería a decir que, si bien cuando lo cree no era así, hoy día el formato blog está pasado de moda (lo cual a mí me importa muy poco, en su momento no lo hice porque lo hiciera todo el mundo, no voy a dejar de hacerlo años más tarde por eso mismo, ¿no?). A demasiada gente no le gusta leer, y si bien hace unos años internet era casi totalmente letras, hoy día, la cada vez mayor oferta y posibilidad de acceder a otros formatos ha cambiado mucho las cosas. Con razón, una vez me dijeron que debería hacerme Youtuber y que tendría mucho éxito… mi respuesta fue: ¿y qué hay del placer de escribir?. Nunca me he arrepentido ni cambiado de idea. Yo creo que eso me define totalmente como ente virtual (lo que no significa que, en un futuro, a lo mejor decido ampliar Universo de A a YouTube también, como lo he hecho a otras redes… pero seguirá siendo con un contenido coherente con el blog).
Y es que nunca me ha gustado esa idea de escribir para los demás, para otros seres que están al otro lado de otras pantallas, todos diferentes y con sus propias maneras de entender la vida, ¿por qué tengo que tratar de gustar a personas que ni siquiera conozco? ¡es un absurdo!, algunos, probablemente, en persona quizás ni siquiera me caerían bien…. Sin embargo, es inevitable, cuando sabes que lo que escribes tiene repercusión (y en determinados casos, lo sabes), que pueda surgir una, aunque sea ligera, autocensura o miedo a no contentar, a no satisfacer lo que esperan de ti o no decirles lo que les gustaría o quieren oír (aunque también te digo que siempre hay un roto para un descosido, por uno que te odie, surgirá otro que te adore). Y yo creo que ese es el punto clave que va a definir quién eres (a nivel virtual) y para qué haces las cosas. No digo yo que lo uno esté bien y lo otro mal, para nada me voy a meter en absurdas disquisiciones ético-morales internáuticas, sólo que cada uno debe decidir lo que quiere en realidad y lo que verdaderamente le hará feliz.
Y a mí me hace feliz crear, y esa es la realidad y auténtica finalidad de este blog… en realidad, no deja de maravillarme cuando lo que escribo tiene alguna repercusión porque, sinceramente, trato de pensar lo menos posible en ello y darle una importancia mínima. Puede que equivoque, pero creo que esa es la manera de mantener la auténtica esencia de este blog, Universo de A. Y además, así evitas decepciones si no tiene éxito.
Tampoco me he planteado nunca demasiado que el blog tuviera alguna salida profesional, es más, en ese campo, he pensado que más pudiera perjudicarme que beneficiarme… otra razón por la que es anónimo, para que no se meta en mi vida real… es como tener una curiosa vida secreta (una de mis comentaristas me solía apodar “Batman”, jajajaja, ¡es como ser un superhéroe que lucha contra los villanos que van contra el arte!, jajajaja), lo que también lo hace más emocionante, es mi secreto, todo se queda aquí: para mí, para Universo de A, y para quién pase por aquí; es más, nunca lo he difundido entre mis círculos, y son contadísimas, y muy de confianza, las personas que saben de su existencia… no sé, no me motiva que lo sepan las personas que conozco, ¿qué pueden aportar salvo visitas de cortesía, además de vacuos e innecesarios halagos?, un desconocido, para bien o para mal, siempre es más sincero (intencionadamente o no, lo quiera o no).
Por lo cual, y volviendo al título del artículo y origen de este, la verdad, escribiendo un blog uno no puede evitar escribir para los demás (consciente o subconscientemente), pues estás haciendo un contenido público; pero, paradójicamente, es mejor si piensas que escribes para ti mismo (al menos a mí me da mejor resultado) y te expresas con absoluta libertad, sin querer contentar a nadie (por eso este blog ha sido anónimo desde sus comienzos)… si luego lo que produces ayuda, da felicidad o proporciona algún tipo de beneficio a alguien; pues mejor que mejor; ¿si no? bueno, pues has disfrutado expresándote, porque el tiempo feliz, nunca es perdido y siempre está bien invertido.