Revista Cine
Sentía curiosidad.
Iba a escribir "mucha" con el afán de llamar la atención, pero como ya sé que mentir acaba pasando factura tarde o temprano, mejor dejarlo así: curiosidad a secas.
¿Porqué? Pues porque supongo que cuando un guionista ha escrito un guión pensando en un actor como idóneo para el personaje protagonista y de repente ése actor pone pies en polvorosa y te encuentras con que el que va a ser director de la película viene y te dice que el protagonista lo vas a tener que reconvertir en la protagonista, como mínimo una noche de insomnio no te la quita nadie.
Y como que el guionista en cuestión es Kurt Wimmer que tuvo el acierto, a finales del siglo pasado, de remozar una historia conocida mejorándola, había una cierta esperanza, una deseada garantía de seriedad a la hora de escribir una trama sin demasiadas complicaciones.
No sé si habrá que achacar a Philip Noyce como director o a Lorenzo di Bonaventura como productor la total responsabilidad del desatino.
Yo me inclino por Noyce por dos razones:
Primera, porque como ya he dicho en otras ocasiones, el director me parece el máximo responsable, tanto si va bien como si va mal: en el cine no hay democracia que valga y el que manda, manda.
Segunda, porque el amigo Noyce fue el que mientras Wimmer rehacía las aventuras de Crown, él dirigía a la ahijada de Maximilian Schell en una truculenta historia en la que un veterano policía tullido era auxiliado por una joven y lozana Angelina Jolie que en muy poco tiempo alcanzaría una fama desproporcionada a sus méritos artísticos. Y puede que la señora Pitt se valiera de esa antigua amistad con Noyce para conseguir meterse con calzador en una película de espías cuyo protagonista iba a ser Tom Cruise.
Porque hace justo dos años que Cruise dejó el proyecto alegando que se parecía demasiado a la saga de Mision Imposible ( ¿mande? ¿lo cualo? ) y al saber la noticia de inmediato Angelina Jolie se postuló para interpretar a ese protagonista.
Con esa curiosidad el pasado viernes asistí al estreno de la película SALT y he de confesar que si entré en la sala con una pregunta en mente, salí de "mi cine" con bastantes más, al extremo que todavía no he conseguido aclarar ninguna de forma que pueda considerar satisfactoria ni para mí mismo ni mucho menos para cualquier otro al que pueda contárselo.
De una cosa sí que estoy casi seguro: el amigo Wimmer debió tener una intervención poco importante en el refrito al que me refería en párrafos anteriores, porque el guión es un absoluto desastre: una locura : un cúmulo de situaciones increíbles y de circunstancias inexplicadas e inexplicables.
A menos que su intención sea la de dejar en el más absoluto de los ridículos a los servicios secretos de seguridad e información de los Estados Unidos. La trama es tan risible que me recordó la surrealista situación verídica que ocurrió en la denominada Operación Garra de Águila (1980) , lo que se dice un verdadero fiasco, cuando ellos esperaban algo como esto que ocurrió cuatro años antes, en Entebbe, 1976
Por si alguien se siente con valor y le sobran unos euros para ir al cine, vamos a dejar ocultos algunos detalles reveladores del desastre de guión, que se podrán leer, claro, dándose por avisados, haciendo click aquí:[+/-]
El personaje de Salt es una agente de la CIA pero en realidad es un topo al servicio de espionaje ruso; ella y también su teórico oponente, el agente Ted Winter (Liev Schreiber), también agente ruso, como lo es otro militar de alto rango. Lo curioso es que Salt "traiciona" a los suyos y se convierte en fiel a los USA, pero no hay explicación alguna de tal cambio. Puede que sea porque le gustan las hamburguesas, yo qué sé. Ni yo, ni nadie. Porque no lo aclaran.
(Puede que sea un secreto que le contaron a la Jolie mientras se preparaba a fondo para representar el personaje)
Resulta que hay un agente ruso que se entrega y lo llevan a una sala en un centro de superinteligencia donde se reúnen los de la CIA (Salt y Winter) con los de una de esas agencias de siglas rarísimas, para interrogarle, en una sala de la máxima seguridad: el ruso, que se hace llamar Orlov (el apellido de Orlov debe ser para los guionistas estadounidenses algo así como una muletilla para cualquier personaje que sea ruso) es quien directamente descubre a Salt como topo infiltrado, y luego el tío se escapa porque resulta que en la puntera del zapato lleva un sable de aquí te espero y se carga dentro de un ascensor a dos polis tontos que le custodiaban. Y uno se pregunta: ¿Qué pasa? ¿Que no funcionaba el detector de metales?¿Que uno se entrega y no le revisan, esos de la CIA, no sea que lleve algún arma, o bomba, ni que sea fétida? Viendo esto no me extraña tanto lo del águila en el desierto...
Y luego resulta que una de las funciones de Salt consiste en cargarse al presidente ruso porque va a asistir al funeral del vicepresidente estadounidense que se ha muerto y eran muy amigos. Y claro, al matarlo en suelo USA, el pueblo ruso se va a mosquear un montón. Si es que Orlov es un ruso pero muy peliculero, porque es de esos que siempre están pensando en la gran Rusia que aparecerá cuando se rompan las relaciones con los USA. Y una vez más, los servicios de seguridad la cagan estrepitosamente porque ni son capaces de atrapar a Salt ni siquiera pueden preveer que ésta, saltando de un ferrocarril metropolitano en marcha que va a toda leche, consiga no tan sólo pasar en su caída entre dos columnas, sino además, caer de pie e ilesa.
Y luego penetrar en la basílica donde se celebra el funeral justo en el momento en que el presidente ruso está soltando su rollete de lo amigo que era del difunto y ¡tachán! con una simple carga petardil, Salt consigue provocar un hueco debajo del mandatario, que cae como cinco metros, y ella, aprovechando que aun sigue vivo, le pega un tiro.
Pero tranquilos, porque el tiro se lo pega con una bala especial que ha llenado con el veneno de una araña (se lo saca mediante una simple jeringa y sin matar a la araña ¡toma ya!) y así el presi ruso parece muerto, pero no, que luego aparece vivo, porque ella en definitiva es una buena chica y lo único que quería era evitar los atentados y salvar al mundo, siempre al servicio de su país de adopción, los USA.
¿Parece mentira, eh? Pues esto no es nada, porque al final la cosa desvaría mucho más: el presi de los USA acaba reunido en una sala fortificadísima rodeado de sus guardias de seguridad, que actúan como si fueran el famosísimo gabinete de crisis, con lo que los consejos son como pueden imaginarse. ¡Ay! Es recordarlo y casi sentir un vahído en el cerebro...
La elección de Angelina Jolie Voight como protagonista es una insensatez porque no da el pego en absoluto: por momentos, uno diría que está tan flaca que se partirá en trozos; físicamente no responde en absoluto al prototipo que cabe esperar cuando uno se dispone a contemplar una de estas películas en las que la acción prima: las heroínas deben ser mujeres recias aparte de guapas, capaces de endilgar unas buenas tortas y de recibir otras tantas, desplegando una actividad física considerable. Hay algún momento de persecución en que el personaje de Salt parece extenuada y la imagen que da es de debilidad con el resultado que las acciones subsiguientes quedan seriamente mermadas de verosimilitud y esto es lo mínimo que puede exigirse a una película de acción: que nos asombre, pero que tenga un punto de verosímil dentro de la lógica de la película.
Me refiero a una verosimilitud ficticia pero creíble; ver a Salt liarse a mamporros con su oponente Ted interpretado por Schreiber es increíble, porque él le pasa veinte centímetros y seguramente pesará más de treinta kilogramos más que ella, con lo que un tortazo bastaría para derribarla en el acto. Estos detalles, hay que cuidarlos: porque uno mira a la pantalla y no se cree nada.
El trabajo de Phillip Noyce como director falla pues en la vigilia del guión y también en el uso de los intérpretes a su servicio, pero remata la mala función desplegando una suerte de lugares comunes en la forma de rodar: persecuciones muy mal rodadas con un montaje lamentable, escenas de acción casi que borrosas (supongo que para disimular a la doble de Jolie) y falta de brío y ritmo en el conjunto, sin conseguir nunca que sintamos aprecio ni por la protagonista ni por ninguno de los personajes, dejándonos más preocupados por saber en qué parará todo el embrollo y cómo hará para salir (él, no la protagonista) indemne del follón que ha organizado.
El conjunto es un desastre y se tiene la sensación, a la vista de los comentarios que nutren las revistas del sector, que intentan convencerse a ellos mismos de la bondad de perpetrar una secuela: a ello apunta desde el inicio el título de la película -no nos has engañado, Noyce, esto de titular con el nombre ya lo hicieron en la saga Bourne- y se refuerza con las noticias que hablan de unas ganancia de 86 millones de dólares en las primeras semanas de exhibición.
Una más a añadir al misterio del cine actual que gana dinero con verdaderos bodrios y a pesar de ello parece pasar serias dificultades de supervivencia.
Créanme: vean el tráiler (que lo cuenta casi todo y más) y váyanse a la playa, que aun es tiempo...
Por cierto: En la exhibición, se han ahorrado diez minutos: no los busquen por debajo de la butaca, porque no están: hora y media justita.... y sobra...