Aunque los papás ponemos todo de nuestra parte para escuchar y comprender a nuestros hijos, muchas veces no sabemos como hacerlo. Tratamos de ayudarles y acaban llorando con algo que hemos dicho o tratamos de que nos cuenten lo que ha sucedido y sin embargo, conseguimos un enorme silencio. ¿Qué hacemos mal? ¿Qué necesitan nuestros hijos para confiar en nosotros? ¿Por qué a veces prefieren a otros adultos que a sus propios padres?
Muchas veces con la mejor intención lo hacemos rematadamente mal. Y es que lo que más necesitan nuestros hijos (en realidad, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros amigos…) es una sola cosa y es sentirse escuchados. Por más que tratemos de ayudarles y explicarles, muchas veces lo único que necesitan es saber que les estamos escuchando. Nada más.
Écha un vistazo a estas situaciones típicas. Si te sientes identificado, quizás le estás diciendo a tu hijo que no le escuchas:
1. Escuchar sin mirar
La capacidad para escuchar mientras se está haciendo otra cosa a la vez (cocinar, ver la TV, limpiar, recoger, etc.) es una habilidad que todavía nadie ha conseguido desarrollar. Es posible que puedas seguir el hilo de lo que te está contando, pero difícilmente le estarás dando la importancia que tiene si mientras habla haces otra cosa. Ponte en su lugar, ¿le contarías un problema que consideras importante a alguien que está mirando un partido de fútbol? ¿En quién confías más, en alguien que cuando empiezas a hablar te mira a los ojos o en alguien que puede hacer otra cosa a la vez?
2. Restar importancia a lo que sucede
Es curioso que siempre nos quejamos de que los niños están centrados en su mundo, como si nosotros ¡no estuviéramos centrados en el nuestro! Muchas veces cometemos el error de pensar que los problemas de niños no son importantes. ¡Son cosas de niños! ¡Con el lio que tengo yo en el trabajo! ¡ya verán cuando crezcan lo que son problemas de verdad! El problema viene cuando le transmitimos esta actitud: ¡Ya hija, pero no te preocupes, ya verás como encuentras otra amiga pronto! ¡Si ya lo sé, que te han bajado la nota y fue tu compañera la que estaba armando jaleo, pero tampoco pasa nada, no? Es un trabajo lo importante es el examen final!
Si nos pusiéramos en su lugar seguro que lo que diríamos sería bien diferente. ¿Cómo te sentirías si tú mejor amiga te traicionara? ¿Pensarías que ya encontrarás otra? ¿y si en el trabajo te bajaran el sueldo por un error de un compañero? ¡qué más da, si total has conseguido mantener el trabajo! ¡tampoco te vas a morir de hambre! ¿no? Al final, se trata de una cuestión de perspectiva, si te pones en su lugar seguro que pueden entender mejor lo que le está pasando. Quizás sólo necesita saber que lo entiendes. Nada más.
3. Convertir la conversación en un interrogatorio
Si tu hijo se anima a contarte algo, ¡no aproveches para sacarle más información de la que quiera transmitirte! Un error común de los padres que se preocupan mucho (a veces en exceso) es querer entrometerse más allá de lo que nuestro hijo nos quiere transmitir. Acabamos intimidándoles tanto que al final prefieren irse a contar lo que les ha pasado a otra parte.
4. Adoptar la postura de salvadores y resuelvelotodo
Cuando contamos una preocupación a alguien, a veces solo esperamos comprensión y apoyo. Si la persona trata de dejarnos a un lado y adopta una actitud de: ¡Si es que así no se hace, deberías hacer esto! o ¡déjalo yo lo haré por ti! al final, nos gustará menos contarle las cosas. Con nuestros hijos pasa lo mismo. Si llegan del cole con una preocupación y sin preguntar mucho enseguida nos lanzamos a decirle lo mal que lo está haciendo o nos lanzamos a resolverlo por él: ¡anda, no te preocupes ya hablaré yo con la profe para decirle que no has entendido su explicación! lo que le transmitimos es que no vamos a escuchar su preocupación.
Cualquiera de estos cuatro errores al comunicarnos con nuestros hijos son más frecuentes de las que nos imaginamos. A veces porque no tenemos tiempo, otras porque pensamos que hacemos lo mejor ayudándoles siempre, otras porque nos liamos. El caso es que muchas veces se nos olvida ponernos en actitud de escucha y nuestros hijos aprenden a ocultarnos las cosas o a no hablarlas porque creen que no son importantes.
¿Cuáles son entonces las claves de la actitud de escucha?
Echa un vistazo al último ejemplo:
A veces, sólo necesitan atención, empatía y un simple ¡um! ¿eso ha pasado?. Las claves de una buena actitud de escucha son:
1. Lenguaje no verbal: Dí más con lo que no dices que con lo que dices. Si estás escuchando, no hables casi nada. Asiente, afirma, mira a tu hijo y utiliza tu expresión emocional para expresar que entiendes lo está pasando.
2. Empatía (una buena dosis): Trata de ponerte en su lugar. Sus amigos son importantes, sus notas son importantes, su vida en el colegio vital. Colócate en su mundo y desde ahí, intenta entender la importancia de lo que te está contando.
3. No tengas prisa. A tu hijo puede que le cueste más tiempo del que a ti te gustaría contarte algo que le preocupa. Depende de su edad puede tener más dificultades para hilar las cosas y darse a entender. ¡Paciencia! Si tratas de poner en su boca cosas que igual no estás pensando puede acabar contándote lo que tú quieres oír, no lo que él te quiere contar.
Lograr que tu hijo confíe en ti empieza por una buena actitud de escucha, practícala con tus peques y también les estarás enseñando a escuchar.
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