DAVID CAYLEY: La gente comenta que en sus clases hace usted grandes pausas. ¿Qué escucha?
NORTHROP FRYE: Escucho el eco de Milton en mis alumnos. Tarda mucho tiempo en penetrar, en filtrarse a mis alumnos. Se ha hablado mucho de mis pausas y lo que no se advierte es que se deben en parte al respeto para con los alumnos. Sé que los estudiantes son demasiado serios para preguntar por preguntar. Cuando doy clase, intento transmutarme como en un médium transparente para que el aula esté, en teoría, llena de la presencia de aquello sobre lo que doy clase: Milton o lo que sea. Es un proceso lento y largo hasta que los alumnos advierten que en realidad están dentro de la personalidad de Milton y que no soy yo quien les habla.
DAVID CAYLEY: ¿Cómo da usted vida a Milton en el aula? ¿Qué hace?
NORTHROP FRYE: Lo que hago, en primer lugar, es exponer a Milton y hablar como si yo fuera Milton hasta que resulta bastante evidente incluso para el estudiante más tonto que no lo soy. Lo expongo de un modo que afecte a toda la personalidad de quienes escuchan. Alguien dijo que el Paraíso perdido es un monumento a ideas muertas y mi observación al respecto fue la de que no había ideas muertas, sólo lectores cansados. Recuerdo que en cierta ocasión un grupo de alumnos católicos de St. Michael’s vino a escuchar mis clases sobre Milton, porque entonces, a saber por qué, nadie enseñaba a Milton en St. Michael’s. Una muchacha salió del aula muy decidida y furiosa diciendo que era católica y que no iba a permitir que se insultara de ese modo a su Iglesia. Lo consideré en cierto modo un cumplido, porque significaba que estaba confundiéndome con Milton. Al mismo tiempo sentí cierto respeto por el muchacho que se dirigió a ella y le dijo: «Pero cállate ya».
Northrop Frye
Conversación con Northrop Frye. David Cayley
Traducción: Carlos Manzano
Editorial: Península
Foto: Northrop Frye