La comunidad nativa de Chuquibambilla, ubicada en la selva alta peruana, es la zona cafetalera más importante de la parte oriental del distrito de Pangoa y es el centro cultural de esta región. Su población infantil es de aproximadamente 250 niños, los cuales estudian en muy malas condiciones. Algunos de ellos tienen que recorrer largas distancias o no tienen ni siquiera acceso a la educación. Siendo una comunidad nativa indígena, sus habitantes viven de acuerdo a su cultura y costumbres. Se dedican a la agricultura, a la caza y a la pesca. La comunidad no cuenta con electricidad, agua potable, ni sistema de desague.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
Criterios proyectuales
El colegio en Chuquibambilla es un proyecto con una fuerte carga social, en el que la comunidad entra a ser parte del proceso, y donde se investigan las necesidades y carencias reales del sitio.
Más que solamente un lugar de enseñanza en las horas escolares, la escuela busca ser un lugar de desarrollo e intercambio para toda la comunidad, siempre vivo, donde padres, alumnos y profesores puedan encontrarse, estudiar y recrearse.
El programa se emplaza con tres módulos escolares y un módulo residencial dispuestos en torno a un patio central. Dichos módulos contienen las aulas, zona de administración y profesores, una aula multifuncional (biblioteca, talleres, etc.), una sala de cómputo, y la residencia para estudiantes.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
El proyecto cuenta con un amplio programa exterior, a través de un sistema de patios cubiertos y al aire libre de variadas escalas, disponiendo de espacios dedicados a actividades diversas que conectan los alumnos a la naturaleza y sus tradiciones: clases al aire libre, talleres de arte, de arcilla, artesanía, agronomía, crianza de animales, cultivos, etc. Los espacios están conectados por un recorrido sombreado que se asume como un espacio efectivo de encuentro y de uso, convirtiéndose en una extensión del programa. Un edificio en el cual los límites entre interior y exterior se desvanecen para crear espacio público conectado con su entorno.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
Estrategia y proceso
A la vez de contar con un diseño estructural antisísmico, la concepción del edificio combina materiales vernáculos y modernos, introduciendo sistemas constructivos modernos usando recursos locales.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
La inclusión de mano de obra local permite la transferencia de conocimiento a través de la experiencia in situ. La ambición es crear un sentido de pertenencia entre los residentes e inspirar un proceso de trabajo permanente en su entorno.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
El confort climático se ha conseguido a través de la utilización de sistemas pasivos, con particular atención al control de soleamiento, ventilación e iluminación natural, reduciendo la necesidad de energía al mínimo. La sala de cómputo se alimenta con paneles solares. Las aguas grises son tratadas y re-usadas para el riego de áreas verdes.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia
El proyecto, debido a sus especificidades contextuales y locales, se ha desarrollado a través de un proceso participativo con la comunidad. Workshops con los alumnos, talleres con los profesores, jornadas de trabajo con voluntarios y la población han sido los instrumentos para acercar esta comunidad culturalmente distinta a un intercambio de ideas.
Fotografía: Paulo Afonso y Marta Maccaglia