En esta ruta por la comarca de La Lora, donde predomina el arte románico, llegamos a Villavega de Aguilar, un pueblo de dos barrios, entre Barruelo y Aguilar, donde aún se conserva gran parte de su iglesia románica de San Juan Bautista. Curiosamente, en uno de los capiteles historiados, puede verse esculpida la cacería de un oso.
Buceando en los recuerdos más recientes, uno se acuerda de la camaradería que imperaba, de la entrega de los vecinos para ayudar a los menos pudientes en la recolección de la cosecha, en las labores del campo, en las huebras...
Por todo lo que se ha contado, por todo lo que yo he visto, la fiesta de cada pueblo era un encuentro con los pueblos vecinos, un día de romería donde todos los forasteros encontraban acomodo y comida.
Sobre la hospitalidad de las gentes de la montaña habló bien en Cervera el seleccionador nacional entonces Iñaki Sáez: rudo, campechano, a todos nos cameló con un pregón sencillo.
"Buena tierra, mejores gentes" -escribe aquí mismo Eduardo Alvarez- Y añade: "No escribo nada que no piense. Exageraciones, las justas. Volveré a disfrutar de la hospitalidad de verdad y sobre todo de algo tan escaso en esta comunidad: el sentimiento de orgullo del que se sabe nacido en Palencia".