Revista Cultura y Ocio

Ese fármaco llamado Dostoievski

Publicado el 28 mayo 2015 por Elinfiernodebarbusse
Ese fármaco llamado DostoievskiCuando conoces a un gigante, ¿qué te parecen los demás habitantes de la selva? Hormigas. (Entiéndaseme: hormigas más o menos vistosas, más o menos ocurrentes, más o menos simpáticas o espabiladas, pero hormigas al fin y al cabo.) Es lo que tiene que todo sea relativo.
Los efectos fisiológicos que produce en el lector ese fármaco llamado Dostoievski se reducen a uno: la certeza absoluta de estar ante un genio. (¿Cómo un hombre, cómo una mente puede conocer la condición humana de esta manera, cómo puede expresar sus aristas y sus recovecos con tal sencilla fluidez, con tal atino, con tal insólita hondura?)
Reacciones adversas muy comunes a este fármaco: la gran dificultad para encontrar a posteriori lecturas satisfactorias que produzcan el mismo umbral de alucinación. (Tengan cuidado, pues.)
Para mí, como lector, hay un antes y un después de Los hermanos Karamázov. Novela filosófica y thriller espiritual. Cuadro de pasiones y de destinos. Tablero donde se muestran todas las miserias y grandezas humanas. La más magnífica novela jamás escrita, decía Freud sobre ella, mientras Kafka se sobrecogía al verse identificado con tanta intensidad en la relación de amor/odio paternofilial que impregna toda su trama. Otros grandes consumidores que han hecho pública su adicción a este fármaco son Tolstói (en su lecho de muerte fue encontrado un ejemplar de la obra), Heidegger, Wittgenstein, Einstein, Sartre, Cormac McCarthy, Coetzee, Ana María Matute y Kurt Vonnegut, quien hizo decir a uno de sus personajes que en la novela de Dostoievski se sencuentra "todo cuanto hay que saber en la vida".
En Dostoievski no hay buenos ni malos. Solo hombres y mujeres. Todo está tamizado por el cedazo de una inmensa humanidad. Como en Cervantes o en Shakespeare. Eso es lo que lo hace moderno, vivo. Nítido y penetrante. Continuos destellos de lucidez en su escritura. (¿Por qué leer lo malo si se puede leer lo bueno?)
Mil páginas exactas, abrumadoras, sin desperdicio, son las que tiene la celestial edición de Alba de Los hermanos Karamázov, en la que brilla, constante, la extraordinaria traducción de Fernando Otero y Marta Sánchez-Nieves.

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