Excepcionalmente, es el fútbol quien busca amantes. A veces es quien nos pide que bailemos para él. Que suframos por un escudo que no guardaba un lugar en la historia para nosotros. Nos convence para olvidar lo pasado y nos fuguemos para atrapar sueños, como si éste deporte nos diera la oportunidad de cumplir promesas adolescentes. Es el fútbol quien pervierte con su brillo dorado y sus ráfagas de flashes. Nos anhela como amantes, nos hace elegir, en un choque frontal con lo más primigenio de una persona: su nacionalidad. Nos desnuda y construye una realidad que despoja de cualquier dermis patria y divide en dos nuestra historia: El país que nos dio a conocer la gran esfera y el país que nos mostró la otra esfera: la que rueda bajo los pies.
Así, la Selección Italiana convirtió a Mauro Camoranesi en un magnífico amante y lo cubrió de gloria. Argentino de cuna, era el decimosexto jugador de una lista de seleccionados que escribió su nombre en la historia de los Campeones Mundiales un 10 de julio de 2006. 86 minutos disputó en la final de un Mundial que levantaría con la camiseta 'azzurra' de Italia, una imagen que nunca hubiera soñado.
Sentir el peso del mundo en los brazos fue un hastioso sendero. Construido lejos de su país natal, la nostalgia del hogar no levantó en él duda alguna. Cuenta Mauro, que únicamente la sinceridad y cariño profesado por Trapattoni decantó su cabeza y quién sabe si su corazón por la Selección que éste mismo entrenaba.
No olvida quizá, que el ostracismo por omisión de Marcelo Bielsa mucho tuvo que ver con su debut, un frío 12 de febrero de 2003, con el combinado italiano. Aquella victoria frente a Portugal supuso el comienzo de una fructífera historia que lo convertiría en el quinto jugador pampero en levantar una Copa Mundial tras Raimundo Orsi, Enrique Guaita, Luis Monti y Atilio De María en 1934.
Por aquel entonces, no era tan común ver a un extranjero con la camiseta de la selección, y sólo los mayores de treinta años pudieran recordar a un argentino vestido del oscuro azul italiano.
Nacido en Tandil, su carrera profesional comenzó a 160 kilómetros de allí de la mano del Club Atlético Aldosivi. Un año después fue el Santos Laguna quien le brindó la oportunidad de ser campeón de la Liga Mexicana. Tras un breve paso por Montevideo regresa a Banfield, donde se acomoda como volante derecho y enmarca con unos registros de 16 goles en 38 partidos una magnífica temporada. Con el cambio de milenio y tras completar un registro de 21 goles en 79 partidos con el Cruz Azul de México, la Serie A parece se contornea en su horizonte en forma de una nueva vida en Verona. Así se convirtió en el primer jugador extranjero que es traspasado a la Serie A desde la Liga Mexicana.
Es en el Chievo donde remarcará su papel de centrocampista contundente y prolífico llegador. Un año más tarde y tras la firma de traspaso con la Juventus (un acuerdo que se consuma en dos temporadas) Camoranesi salta a la primera línea del fútbol mundial. Con la 'Vecchia Signora ' conquistará en nueve años dos Scudettos y una Supercopa. Amargos logros estos, que le serán retirados el verano de 2006 tras descubrirse el escándalo 'Moggigate' y que además le cuestan el descenso al conjunto de Turín.
Con 55 internacionalidades a sus espaldas, (y hablando de pasiones) Mauro también conoce el desdén de primera mano. La doble nacionalidad supone para él un doble juicio público por el que ha elevado la voz en más de una ocasión. En Italia protagonizó también debates en los que se señalaba a Mauro por evitar entonar la letra del himno.
Como en todo romance que se precie, el fútbol eligió a Camoranesi y él fue capaz de responder a ello. Como buen amante, actuó con hechos y devolvió aquel amor profesado hacia él a la esencia del fútbol: a sus aficionados.
Lo hiciste Mauro.