Y el sonido sigue y sigue repiqueteando en la mente de la persona que lo intenta olvidar.
No hay manera de apagar esa eterna máquina que crea a cada segundo ese sonido infernal.
No hay manera de escapar de esa sacudida que se roba la luz de los ojos en un instante.
Y el sonido sigue, perforando los corazones de aquellos que creen en la bondad de los demás.
Es como un taladro creado para desgarrar conciencias en cuestión de breves segundos.
¿Quién busca seguir atado a aquello que le perfora el alma un poco más a cada segundo?
¿Quién busca evadirse entre la bruma de una sensación desconocida por todo corazón sano?
No hay ángel capaz de sobrevivir una eternidad entre los ríos oscuros plagados de amargo odio.
Y el sonido sigue, rompiendo en cuestión de segundos la paz de un inocente domingo.
El sacudón se escapa a cada instante por cada milímetro de la reseca piel humana.
No hay manera de negar lo que brota de un corazón que se encuentra a la defensiva.
Las palomas volaron en cuestión de segundos, perdiéndose en los lejanos rincones del cielo.
Un seco golpe se encargó de revolver las horas de un aciago día de primavera.
La onda de sonido se expande por todas partes en cuestión de breves segundos.
Nadie puede negar ni por un instante aquello que perfora el corazón como una despiadada bala.
Aquí, nada se pierde del todo aunque parezca estar rodeado por vacío en todas partes.
Aquí, uno no puede desdibujar sus demonios en cuestión de breves lapsos de tiempo.
Nadie sabe en lo que se mete, hasta que ya es demasiado tarde como para intentar salir.
El corazón se va deteniendo poco a poco hasta que no que nada más que hacer o intentar.
Así ha sido desde el principio de los tiempos…
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