Estimados lectores, tengo que admitir que hoy no sabía de qué escribir. Primero pensé en abordar los últimos bandazos del Gobierno, que una vez más, vuelve a estar de actualidad por lo retrógrado y asfixiante que nos deja el panorama a los de siempre. Sin embargo, estoy hasta las narices de este Pinocho que tenemos por presidente, que es el descrédito personalizado y que ya me da hasta urticaria. Tampoco me atrevo a pronunciarme sobre ese gran descubrimiento científico (el bosón de Higgs) que muy bien han abordado ya mis compañeras Byzelman y Tavarishka, y que a mí, la verdad, no me seduce. Así que me he dejado llevar por lo que me pedía el alma y he optado por recurrir a uno de los clásicos, que expresa como nadie lo que, para mí, sigue siendo la esencia humana. Aunque ya no esté de moda.
No digáis que agotado su tesoro
de asuntos falta, enmudeció la lira:
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
Mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
Mientras la humanidad, siempre avanzando,
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llora sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
Mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
Mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
Mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
(Rima IV, Gustavo Adolfo Bécquer)