Qué bueno es estar de vacaciones. No lo digo sólo por el descanso después de un año de trabajo -un kit kat más que merecido si al trabajo le sumamos las malas condiciones en las que lo desarrollamos en la actualidad-. Sobre todo lo digo por la desconexión del mundo que se produce, si quieres claro.
Este año nos fuimos de vacaciones a Francia toda la familia y, por los enredos del destino, nos quedamos sin conexión a Internet ¡Bendito destino! Así, llegamos de vuelta al hogar y nos habíamos perdido un motón de noticias. Sinceramente, conocer esas noticias era absolutamente prescindible para nuestra existencia.
Para empezar, me contaron que habían pillado a Antonio Canales haciéndole ‘no sé qué’ a su novio en una playa ¡Dios, y tan prescindible! sólo dejando volar mi mente me da vueltas el estómago. Imagino la televisión, Canales por todos lados, por mucho que hubiera intentado evitarlo habría acabado topándome con las imágenes. Eso que me ahorré.
Luego salió lo de la ola gigante de San Andrés. Tantos años diciéndole a mi hijo que aquí no podría haber un tsunami, le impresionó mucho el de Indonesia, que si se llega a enterar lo tengo durmiendo en mi cama hasta los 18. Así que de eso me libré.
Y seguido, entro en el coche, pongo la radio y escucho: ‘Rubalcaba, sí’ ¡Socorro, no estoy preparada para otra campaña electoral! De nuevo el machaque de los políticos, las mentiras, las acusaciones, la hipocresía y los lemas vacíos. Por lo menos durante 10 días me salvé.
Y supongo que me iré enterando de más a medida que pase el tiempo o mejor no. La próxima vez volveré a elegir el mismo paquete: vacaciones + desconexión del mundo.