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Ese remolino de viento desata sus dedos yse cuela, se adentra en medio de mis silencios,justo en el momento que me disponía llamar a los muertos,que vienen y se quedan en mitad de los sueños, en las horassilenciosas, mudas, frías. Los muertos de mi vida que regresanen la madrugada con el frío en los huesos, con las lágrimas que aúnresbalan por laderas de sangre y olvidos.Ese remolino inquieto que atrevido susurra a mi lado los mimos de los amantes, los besos de labio a labio,y se me escapa entonces una lágrima igual que la de la noche anterior.Un carrusel en marcha es ese torbellino, que gira y gira con la música de los días de primavera, de inviernos sin soles, de callejas sin luz.Ese remolino inquieto ahora más fuerte con un silbido agudo ycerca de mis oídos, deja el almizcle untuoso que trae desde lejos, cuandola corriente empuja. Esos aires, los mismos que desvelan mis horas ésta noche.Texto: María Estévez