Por: Jaime Martín
Socio y director general de la consultora de innovación Lantern.
No hace mucho, el director de Innovación de un gran banco me decía esto: “Más que nunca, debemos tener la suficiente humildad de reconocer que las mejores ideas no las vamos a generar dentro del banco; van a venir de afuera”. La industria financiera ‒parapetada tras la hiperregulación del sector, costosas redes de oficinas y gastos d capital brutales en TI‒ no es inmune a la ola de disrupción que ha tumbado, uno tras otro, a los principales pesos pesados de numerosas industrias. Emprendedores visionarios que empiezan su negocio en algún garaje de cualquier ciudad del mundo, aliados con fondos de capital que huelen la decadencia de los viejos modelos de negocio, han apostado por asaltar murallas e imponer un nuevo orden. Ejemplos por todos conocidos: a la industria publicitaria la están demoliendo y reinventando Google/Youtube y Facebook; la industria hotelera, Airbnb, y el comercio minorista, Amazon y Alibaba.
Los ejecutivos de la banca saben que viene un tsunami liderado por empresas y start-ups como Paypal, Square, Funding Circle o Ripple Labs, pero de momento muchos se dedican a contemplar, con una mezcla de desdén, perplejidad o impotencia, cómo la ola de disrupción se acerca a sus playas. Y este tsunami va a llegar a muchos otros sectores, como el energético, la industria de automóviles o la de alimentos, por citar algunos aparentemente más inmunes.
Ante esto, ¿qué pueden hacer las empresas? Lo primero es entender que las viejas estructuras jerárquicas de organización, heredadas de la revolución industrial, no van a ser válidas para competir. Las empresas-ejército deben aprender a experimentar con más rapidez, a fomentar la creatividad, a trabajar en red, a asumir más riesgo y a colaborar con agentes externos. Cada vez más, veremos cómo las grandes corporaciones buscan la innovación fuera de su perímetro, creando un ecosistema de incubadoras y start-ups que llegan a fronteras donde ellas no pueden o no se atreven a llegar solas.
Mondelez, la multinacional de alimentación, ha desarrollado Mobile Futures, un programa de aceleración de tres meses. Sus objetivos: contagiar el espíritu intraemprendedor en sus ejecutivos y descubrir pequeñas empresas tecnológicas que la ayuden a impulsar sus capacidades digitales y de marketing móvil. Los emprendedores reciben asesoría y financiación, y pueden contrastar y pivotar su modelo de negocio y sus productos con un posible futuro cliente.
Mondelez es parte de un grupo creciente de empresas –entre éstas BBVA, Bertelsmann, BMW, Google, Nike, PepsiCo, Telefónica y TOTVS– que complementan sus esfuerzos internos de innovación lanzando fondos de capital, aceleradoras y otras iniciativas dirigidas a start-ups. Las grandes empresas consiguen así visibilidad acerca del futuro de su sector y acceso a propiedad intelectual, tecnologías y prometedores modelos de negocio.
No menos importante es que la cercanía a estas start-ups permitiría adquirirlas para escalarlas a nivel global gracias a su músculo financiero. BBVA Ventures compró recientemente Simple, un servicio financiero 100 % digital, por aproximadamente US$100 millones, para competir en el segmento de millenials. Google Ventures invirtió el año pasado US$258 millones en Uber para potenciar la marca globalmente.
Este tipo de iniciativas de las que hablo no son un atajo para fortalecer la innovación, ya que requieren recursos y una visión no cortoplacista. Tampoco están exentas de la posibilidad de fracasar. La más obvia, la potencial incapacidad de las grandes empresas de absorber, diseminar y monetizar el conocimiento adquirido con start-ups. También está el riesgo de perder dinero si las inversiones no son las adecuadas. Pero alguno diría que esto no es tirar el dinero, es experimentar y generar opciones.
En InnovAction, evento único en Colombia, analizaremos ‒entre otras líneas posibles de trabajo de innovación‒ cómo hacer para que las empresas pueden crear ecosistemas con agentes externos. Será un honor verlos allí.