Revista Educación

Esos inmigrantes que vienen a robarte el trabajo

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Esos inmigrantes que vienen a robarte el trabajo

Me enferma escuchar a alguien decir que los inmigrantes que se apilan en el muelle de Arguineguín "vienen a robarnos el trabajo". Ante semejante gilipollez siempre me pongo en la posición de usted, que ha nacido y crecido en una isla española y europea, que ha disfrutado de escolarización obligatoria y gratuita, que ha tenido dos universidades públicas a su alcance, y un servicio de orientación para el empleo con cursos de toda índole. Usted tendrá un subsidio para el desempleo, bajas laborales, prevención de riesgos y hasta una jubilación. Si alguno de estos migrantes le supera en un proceso de selección para un puesto cualificado, plantee el sentido de su vida o la falta del mismo, porque las oportunidades de las que nosotros gozamos son una utopía lejana para ellos. Seguramente esa persona sea mucho mejor que lo que usted será nunca.

Hablamos de humanos que simplemente han visto la luz en la última aldea perdida en África, al igual que a usted y a mí la cigüeñita nos puso en un confortable hospital del mundo mal llamado civilizado. Han reunido lo que equivale a una fortuna, con el fin de huir de su país a saber en qué transporte precario, cruzando un desierto eterno, han esquivado alguna que otra bala y se han entregado a las garras de los repugnantes mafiosos que trafican con ellos prometiendo que tras ese mar inmenso existe lo que en su pueblo no tienen: Futuro.

Personas que lo más parecido que han visto a un océano es el agua de los charcos, y que segurísimo no saben nadar, se hacinan con otros cien en un barcucho buscando libertad. Embarazadas, menores de edad, enfermos... Alcanzaron la costa de Canarias este año unos 16.000, pero cuántos habrán muerto ahogados en el mismo cementerio azul que ya los acogió en la gran oleada migratoria de hace poco más de una década.

Una vez aquí, tullidos de frío, lo que queda es identificarlos y, con suerte, mandarlos a un hotel de esos que están vacíos desde hace mucho porque los turistas no pueden viajar por la pandemia. Los que no tienen esa opción, terminan en un centro de internamiento, y los que no, a pasar la noche al raso, en el muelle. Doscientos acabaron en medio de Las Palmas de Gran Canaria estos días, alimentados por vecinos que tampoco atraviesan su momento más idílico, alguno estaría en ERTE, parado o vete a saber. Por muy ejemplar que sea, la solidaridad ciudadana y la labor de las ONG jamás deberían suplantar el cometido de una Administración estatal que lleva meses mirando para otro lado.

¿Cabe entonar un "Bienvenidos, refugiados" si este es el trato que les damos? Me da igual el partido de que se trate: Esto no es humanidad, ni es una bienvenida. Ni son la plaga y la amenaza que unos ven, ni les podemos garantizar un futuro que no se atisba en España, donde trabajamos menos de un tercio de la población. Seamos realistas: Cuando los ya residentes españoles malviven endeudados, cuando nuestro sistema de pensiones se acerca al colapso, con los desahucios de nuevo a la vuelta de la esquina, cuando existe verdadera pobreza infantil en el barrio de al lado... ¿qué tierra de oportunidades es esta? Miren esos ojos: Son personas, no son mercancía electoral al servicio de la clase política más ignorante que se ha conocido.

El Gobierno de la Nación y la Unión Europea tienen que hacer algo y hacerlo ya. Hay que socorrer a estos hermanos que se han jugado la vida para escapar de su destino, pero eso es otro parche más. Es urgente afrontar el problema desde la raíz, sacando provecho a los muchos millones de euros que cada año se pone a disposición de las instituciones en materia de Cooperación al Desarrollo. Construyendo los colegios, los hospitales y las atarjeas que son necesarias en sus países de origen, combatiendo la corrupción de los gobiernos totalitarios que sufren, y negociando el fin de las guerras raciales, civiles y religiosas a las que se enfrentan. Hay que colaborar estrechamente con Marruecos, Mauritania y Senegal para meter en vereda a las mafias, encarcelando a sus cabecillas y evitando que los migrantes empeñen sus pocos ahorros en venir a un lugar donde les puede esperar la muerte, un campo de concentración o la deportación a su lugar de procedencia. Tenemos que ayudarles de verdad.

Esto es difícil y utópico, me dirán. No lo es. Se llama dignidad y respeto a los Derechos Humanos, y tendrá que llegar el día en que se realicen.


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